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Opinión

Bienvenida esa camisa de fuerza

La nueva ley de Movilidad, Transporte Terrestre, Tránsito y Seguridad Vial, promulgada ayer por el presidente Danilo Medina, es la camisa de fuerza que ha estado necesitando el país para someter a la disciplina, la prudencia y el orden, al anacrónico sistema de tránsito que lo ha situado como el primero en el mundo en mortalidad por causa de accidentes viales.

La ley no solo reorganiza el modelo disfuncional que nos ha estado rigiendo desde hace muchos años, sino que con sus nuevas normativas procura contribuir en dos vertientes de la seguridad ciudadana: la reducción de accidentes con sus diversas causales, y la delincuencia motorizada, fuente tan letal como la primera.

Por otro lado, la nueva ley crea el Instituto Nacional de Tránsito y Transporte, rompiendo así la costosa duplicación de instituciones dedicadas a estos menesteres y poniendo en manos del Estado, totalmente, la responsabilidad del transporte público de pasajeros, hasta ahora dominado y secuestrado por algunos “carteles” que imponen sus reglas a la brava, a veces con sangre y violencia.

Dentro de sus múltiples alcances, la nueva ley está llamada a la limpieza definitiva del chatarraje que copa las calles y carreteras con adefesios en mal estado, poniéndole un plazo de diez años para el retiro y trituración de esas porquerías andantes y regulando la importación de vehículos ligeros para que solo circulen aquellos con cinco años o menos de fabricación o los pesados de vida más larga.

Uno de los mayores dolores de cabeza, la saturación de motocicletas que se usan para todo, tanto para transportar familiares o pasajeros (motoconcho) como para atracos y asesinatos, ha sido abordado en esta ley con rígidas disposiciones para autorizar la circulación de las mismas, únicamente con dos personas, con matrícula y seguro, luces y accesorios en buen estado.

La ley introduce las bases para una nueva cultura del tránsito, enseñando la materia en las escuelas y colegios del país, promoviendo el respeto a las normas, educando a los conductores y también a los peatones, así como estableciendo una diversidad de multas a los violadores.

La sociedad tiene que aceptar la aplicación y la observancia rigurosa e innegociable de esta ley. Ella está llamada a darle un bajón a la alta mortalidad por accidentes, a menudo causados por actos imprudentes y desenfrenos de bebedores y adictos a las drogas o choferes envalentonados con su ostentosa categoría de “dueños del país”, así como a transformar la selva que es hoy el sistema de tránsito en calles, avenidas y carreteras.

Por eso el LISTÍN DIARIO saluda esa ley y la apoya calurosamente.

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