Demasiados “peros” a una ayuda
Jamás puede presumirse que República Dominicana ha intentado violentar la “soberanía” o las reglas del comercio con Haití al enviar ayuda de emergencia a ese país a raíz de las devastaciones del huracán Matthew.
Sin embargo, dos poderes del Estado haitiano, el legislativo, representado por el Senado, y el judicial, por la Corte de Casación, la máxima autoridad judicial, junto con otros sectores de ese país, insisten en darle un cariz totalmente contrario a la acción humanitaria dominicana.
El Senado le dio al presidente provisional Jocelerme Privert un ultimátum de 24 horas para que sacara a los soldados dominicanos que custodiaban los convoyes de ayuda humanitaria, mientras la Corte de Casación ha pedido la destitución del mandatario por haber “puesto en peligro la soberanía de Haití” al aceptar a las tropas dominicanas en ese país.
Los dos argumentos son insostenibles y necios, aparte de insensatos. Primero, porque Haití está ocupado por tropas de distintos países que forman la Minustah y bajo un estado así no puede hablarse de soberanía inmaculada porque ni siquiera las instituciones nacionales han sido capaces de proteger la libre autodeterminación de ese país.
La presencia temporal de los soldados y civiles dominicanos en los convoyes de ayuda no persigue una finalidad interventora, sino auxiliadora, en una situación de emergencia. Es más que nada un acto de buena vecindad, de solidaridad y de humanidad.
Pero estos sectores haitianos no lo quieren entender así, y de hecho la asistencia dominicana, para tales poderes, ha quedado prácticamente satanizada y en el fondo despreciada, y por lo tanto puede poner en riesgo la operación de asistencia, de multimillonario costo, así como las vidas de los integrantes de la misión.
Si persiste esta animosidad, lo saludable es que el gobierno dominicano retire la misión con todos sus equipos mecánicos y de otra naturaleza, pudiendo sentirse satisfecho de haber cumplido a tiempo, con la prontitud que demandaban las circunstancias calamitosas, con ese noble acto de solidaridad, aunque para ello tuviere que quitarse el pan de la boca y los recursos que pudieron haber sido dirigidos a los damnificados dominicanos del huracán Matthew, bastante necesitados de ellos.
Ojalá que esta lección nos sirva para el futuro.