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Asesino e ingrato

Otro episodio horripilante se ha añadido a la lista de crímenes que, en estos días, muestran el alcance de la barbarie y la sinrazón humana en nuestra sociedad.

Una dama generosa, llena de bondad y humildad cristiana, doña Milagros del Carmen de Díaz, ha encontrado la muerte por estrangulamiento de manos de un haitiano ingrato al que le había facilitado acogida en su casa.

El bárbaro no respetó su condición de edad, de mujer inofensiva, y la ahorcó para llevarse algunas pertenencias, aprovechando que no había más nadie en la casa, en la misma casa en que le brindaron albergue, alimentos y trato considerado.

Se conocen de otras historias casi semejantes en las que haitianos han perpetrado crímenes con el fin de robar, amparados muchas veces en el anonimato de su identidad y en la facilidad que tienen para escabullirse de la justicia, volviendo a su país, donde el brazo de una autoridad casi inexistente nunca los alcanza.

Este crimen se añade a una creciente cadena de homicidios que han consternado a la sociedad, en los que padres celosos de sus exparejas buscan venganza matando a sus propios hijos y a cualquier testigo que se encuentre en la escena.

A estos extremos ha llegado el irrespeto por la vida humana, nublando la mente de personas desequilibradas, carentes de principios y valores que descargan sus frustraciones o sus codicias con la maldad del que asesina, atraca o viola sin contemplaciones ni miedos a las consecuencias.

Este bárbaro asesinato de doña Milagros del Carmen de Díaz, madre de distinguidos profesionales, interpela la conciencia ciudadana para hacernos ver el triste derrotero que toma la violencia social y la delincuencia, sumiéndonos a todos en el más profundo estado de inseguridad ciudadana, donde vivir ya parece una pesadilla.

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