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Estemos alertas

La fuga masiva de presos de una cárcel de máxima seguridad en Haití, unida a otras situaciones que amenazan la estabilidad social y política de ese país, obligan de nuevo a República Dominicana a prestar la máxima atención a los hechos que allí están ocurriendo y que pueden repercutir en nuestro territorio. Por lo pronto, el escape de centenares de presos de la cárcel de máxima seguridad de Croix-des-Bouquets, puede representar una amenaza a la seguridad pública dominicana si una buena parte de esos fugitivos logra esconderse aquí, de la misma manera en que lo hicieron otros centenares de reclusos en 2010, cuando la frontera tuvo que permanecer abierta a raíz del excepcional estado de emergencia humanitaria causado por el terremoto de ese año. Desde entonces, se han convertido en frecuentes los actos criminales en que se ven envueltos ciudadanos de ese país, formando inclusive bandas de atracadores según los reportes policiales. Una delincuencia que va en aumento y en la que, sin duda, juegan un papel de primer orden los que tienen vocación para ella, es decir, los reos haitianos que viven refugiados aquí, sin poder ser apresados y reingresados a las cárceles de su país. Con la presión que tienen las Fuerzas Armadas para extremar la vigilancia de la frontera, otro factor obliga a que nos mantengamos bajo un estado de alerta permanente: la orden de conducencia a un tribunal del expresidente Jean Bertrand Aristide, ya que se niega a comparecer ante un tribunal para responder por cargos de corrupción, lavado de activos y narcotráfico, lo que abre un escenario de resistencia, protestas y soliviantamiento de sus partidarios en medio de la incertidumbre electoral. Para agravar aún más el panorama, el Consejo Electoral haitiano cree materialmente imposible celebrar elecciones parciales en octubre próximo, lo que profundiza el estado de inestabilidad en el que se maneja el gobierno, confrontado a su vez por grupos diversos que montan protestas callejeras a menudo en Puerto Príncipe y otras ciudades. En medio de este cuadro crítico avanza el proceso abierto en nuestro país para la regularización de los haitianos en situación de ilegalidad, con las visibles dificultades que tiene la mayoría de los inmigrantes para satisfacer los requisitos y las previsibles quejas que vendrán cuando no todos puedan lograr la legalizacion de su estatus migratorio para poder residir aquí o adquirir la nacionalidad dominicana. No hay duda de que el Gobierno tiene ante sí una “agenda haitiana” retadora que lo obliga a mirar con más atención el hervidero político y social que es hoy Haití... sin pestañear ni un segundo.

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