Una gran donación para Haití

Desde que el terremoto destruyó Puerto Príncipe hará mañana dos años, la República Dominicana no se ha apartado ni un minuto del auxilio, la asistencia y la cooperación ilimitada a su vecino, para rescatarlo de sus honduras. No se puede medir en dinero la magnitud de esa ayuda, porque en todo caso el dinero no es más importante que la solidaridad humana, a la que nadie puede ponerle precio. En la medida en que los dominicanos asistieron a los haitianos en sus horas terribles, entonces y hasta hoy, en ese grado enaltecen el valor de la ayuda humanitaria, como un ejemplo para todas las naciones del mundo. Hemos dado cooperación en agricultura, en salud pública, en medio ambiente, en seguridad y lucha antidroga, en temas de identidad y electoral, en fin, en una variada gama de prioridades nacionales, sin escatimar ningún sacrificio y sin reparar en el costo de estas asistencias. Ahora nos aprestamos a abrir las puertas a una moderna universidad en Limonade, Cabo Haitiano, por valor de 50 millones de dólares, la que será no solo una alta fuente de formación académica y profesional para la juventud haitiana, sino un eje motor de la economía de esa región haitiana. Esa universidad será vital en la preparación de los nuevos profesionales que demanda Haití para acelerar la lucha por la superación de su estado de pobreza. Su construcción y donación se inscribirá en la historia de las relaciones bilaterales como uno de los grandes hitos de la cooperación, y sus extraordinarios frutos los veremos con el paso del tiempo, sin ninguna duda. Ojalá que otros países puedan aportar ayuda técnica y material para que esta Universidad cuente con catedráticos calificados, con equipos y con las fuentes de su sostenibilidad, y que su manejo sea confiado a una especie de alianza entre el sector privado y el Gobierno, para que el compromiso por su futuro sea obra de toda la sociedad haitiana.

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