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El peso de la reforma en el envejeciente retirado y no pensionado

Salvador Figueroa Sánchez.

Salvador Figueroa Sánchez.Fuente externa

En medio de un debate tributario que promete modificar el panorama fiscal del país, surge una preocupante inquietud: ¿qué pasará con aquellos que, por su edad, no pudieron acceder al sistema de pensiones y ahora dependen exclusivamente de sus ahorros acumulados a lo largo de décadas de trabajo?

La reciente propuesta que gravará más del 10% los dividendos de estos ciudadanos mayores, los cuales ya enfrentan un contexto económico desafiante, plantea un escenario alarmante.

Con la reciente propuesta, el 10% ya gravado a los dividendos no será un cargo definitivo, sino un adelanto que, en la declaración de renta, el monto tendrá un 17% adicional, elevando el total de la carga impositiva del 10% al 27%. Este incremento no solo afecta la economía de los envejecientes, sino que también amenaza su dignidad y calidad de vida. Para muchos de ellos, estos dividendos son su único sustento.

La situación se vuelve aún más crítica con el pronosticado aumento en el costo de vida que acompañará esta reforma.

Además, muchos de estos envejecientes poseen propiedades que, aunque representan un activo, también implican una carga adicional: el Impuesto a la Propiedad Inmobiliaria (IPI). Este impuesto, sumado a la nueva carga tributaria sobre sus dividendos puede resultar en una presión financiera insostenible.

La combinación de estos gravámenes puede dejar a los envejecientes en una situación precaria, obligándolos a sacrificar su salud, bienestar y calidad de vida.

Es fundamental cuestionar la lógica detrás de esta propuesta. ¿Por qué no dejan como ya está establecido el gravamen definitivo del 10% para los adultos mayores de 65 años en retiro y que carecen de otros ingresos?

Esta medida no solo sería más justa, sino que también aliviaría la carga que ya enfrentan aquellos que, tras años de trabajo arduo, ven cómo su calidad de vida se deteriora por decisiones fiscales que parecen olvidar su situación.

La pregunta que queda en el aire es: ¿seremos testigos de un empobrecimiento acelerado de nuestros mayores en el ocaso de sus vidas?

Creemos que aquellos que han contribuido al desarrollo del país merecen un trato más humano y compasivo.

Es imperativo que los legisladores reflexionen sobre esta injusticia y busquen soluciones que protejan a nuestras generaciones mayores, en lugar de castigar su esfuerzo y dedicación.

En última instancia, este es un llamado a la conciencia: no permitamos que la carga tributaria se convierta en un peso insostenible para quienes ya han dado tanto por nuestra sociedad.

La dignidad de nuestros envejecientes y su bienestar deben estar por encima de cualquier cálculo fiscal.

El autor es Salvador Figueroa Sánchez

ex vicepresidente del Coneprec.