Jóvenes de Hato Mayor y empresarios proponen alternativas para ropa desperdiciada en mercado
Estas propuestas les brindarán nuevos ingresos a mujeres en estado de vulnerabilidad o comunidades de escasos recursos
Ana Rafaela (Rafé) Alcántara e Ivania Henríquez, son dos jóvenes de 30 y 23 años respectivamente, originarias de Hato Mayor, que quieren unir voluntades para erradicar una problemática en su provincia que identificaron a principios de este año.
En el mercado de pulgas o ropa usada de esa demarcación, ubicado en la carretera que dirige a Sabana de la Mar, algunos de los vendedores echan en un terreno baldío aquellas prendas que los visitantes no quieren.
La situación es preocupante para estas diseñadoras de moda que se dedican a producir con el menor impacto al medioambiente, porque los textiles, los cuales duran décadas para degradarse (según su clase), se pierden en condiciones aprovechables.
Por ello, luego de que Listín Diario publicara una serie de reportajes llamada “¿Quién paga el precio de la moda?”, en el que se visibilizó esta realidad de la que el medio se enteró en marzo, compartieron las propuestas que vienen ideando desde que en enero notaron lo sucedido.
A Ana Rafé, marca bajo el concepto de moda responsable con el entorno natural, se le ocurrió hacer una investigación de los tejidos, amontonados bajo sol, agua y sereno, para ver cómo se les puede sacar provecho. Aquellos en condiciones rescatables pueden, según la diseñadora, ser tratados con técnicas artesanales por mujeres en estado de vulnerabilidad o por comunidades de escasos recursos para que obtengan nuevas fuentes de ingreso.
“La idea que nos surge para crear otros recursos que permitan subir el nivel económico de las mujeres en estado de vulnerabilidad en comunidades aledañas es hacer alfombras tejidas, paños de cocina, alfombras para perritos… un sinnúmero de cosas tejidas”, manifestó la también investigadora social, con ojos llenos de ilusión por la iniciativa de ayudar a la gente y, a la vez, al planeta.
Aunque esto sería posible después de realizar “una depuración grandísima” de los textiles, debido al moho, la lama y los hierbajos con los que el clima los han cubierto. Esas condiciones imposibilitan que muchas de esas piezas no sirvan. Aunque aquellas hechas a partir de fibras naturales, como el algodón, tienen mayores probabilidades de reutilizarse.
Luego, sugiere que se establezca un centro de acopio, quizás en el Ayuntamiento, el cual queda a pocos metros de donde se celebra dos veces a la semana el mercado de pulgas, en el que se reciban estos tejidos y se distribuyan a los futuros beneficiarios.
Otra de las alternativas que agregó la joven es ubicar contenedores de clasificación en el área del mercado de ropa, donde los tejidos puedan ser colectados sin riesgos; "claro, que con previa sensibilización a los mercaderes", añadió.
"Pero si se regulariza que las personas que están operando en ese mercado de pulgas puedan dejar sus desechos en un lugar específico y que luego se depuren para ver cuáles se pueden donar a comunidades vulnerables, cuáles pueden ser retiradas por buzos y cuáles se pueden aprovechar para que también las mujeres que nosotros proponemos puedan ser beneficiarias del proyecto con un tejido que llegue limpio", explicó Alcántara.
Si se entregan a mujeres en comunidades vulnerables, les pueden enseñar desde tejer hasta hacer accesorios a partir de tirillas de tela. Aunque para lograrlo hacen falta “muchas manos solidarias”; no obstante, confía en el respaldo que caracteriza a la gente de Hato Mayor.
Atractivo turístico
Ivania Henríquez, de 23 años, estudiante de moda, agregó que en la proporción de una segunda vida para la ropa también está una oportunidad de crecimiento turístico.
Pese a sus decenas de atractivos para el turismo interno, la denominada “Capital del Cítrico” ha sido poco explotada para la visita de locales y extranjeros. Pero quizás pueda cambiar agregando un nuevo valor que ofrecer.
Henríquez planteó que las creaciones que surjan de la ropa descartada pueden llenar de color y vida al pueblo, volviéndolo más atractivo para los visitantes.
“Si se trata de un producto artesanal, con tantas diferentes texturas y formas, sería además de atractivo turístico, una fuente de ingresos para esas comunidades ya más vulnerables”, explicó mientras ilustraba sus ideas que imagina hechas realidad y expuestas como las batatas, flores o alfombras pellizas en las autopistas del Cibao.
Esa forma la cita Ana Alcántara como ejemplo porque a las personas en comunidades aledañas se les hace más fácil mostrar las creaciones en el frente de su casa, que normalmente es una empalizada de alambre, que trasladarse a un lugar específico. Aunque no se cierran a esta última posibilidad.
Ambas coinciden en que nada de esto es suficiente si no se conciencia y se les ofrece alternativas a quienes están causando el daño o siendo parte del impacto negativo.
Empresas interesadas
Periodistas de Listín Diario han intentado de forma reiterativa obtener una posición acerca del tema de parte del Ministerio de Medio Ambiente, sin éxito alguno. Pero empresas, como Industrias de Fibras Dominicanas (IFD), han mostrado interés en ayudar ante esta situación.
Esta entidad que fabrica ropa, recicla los desechos que resultan de sus producciones y compran los de otras productoras textiles, convirtiendo los restos de tela en suapers o trapeadores para la venta.
Al conocer la realidad expuesta por Listín Diario, la empresa se ha interesado por colaborar al pueblo hatomayorense con la recepción de las prendas. No obstante, estas piezas necesitan que sean clasificadas según el material, ya que su producto para la limpieza de pisos lo hacen de 50% algodón y 50% poliéster.
Wilmerlis Valera, integrante del proyecto que aprovecha además los residuos generados por otras fábricas, explicó que el plan sería realizar una evaluación del material, establecer dónde se almacenarían y definir algún tipo de incentivo para quienes colaboren en la clasificación y entrega de la ropa.
Para que la colaboración se sostenga en el tiempo, sería necesario contar con datos como el volumen de ropa descartada periódicamente en el mercado con el fin de seguirla reciclando y procesando para la creación de los trapeadores. Como solución al almacenamiento, IFD utiliza unos sacos hechos de prolipropileno y que ocupan poco espacio.