Es hora de reabrir la economía
¿Ha sido un error cerrar la economía? Cada día que pasa, la respuesta a esa desdichada pregunta es una evidente afirmación.
El reputado virólogo alemán Christian Drosten decía que “No hay gloria en la prevención”. Era fácil a principios de año criticar a los Casandras que pronosticaban defunciones y ruina para el mundo ante un incierto COVID-19, pero hoy día no ha resultado ser más que una gran lupa que enfoca en cada sociedad sus limitaciones internas.
Esta pandemia ha engrandecido los desequilibrios sociales y económicos que tiene nuestra patria y ha exhibido lo frágil y delicado que es nuestro orden económico. Más que nunca se cumple el apotegma económico de que las economías pequeñas y abiertas dependen del comercio con el exterior. Los dominicanos no nos escapamos a eso.
Somos la cuadragésima nación (40 de 193) en cuanto a mortalidad por COVID-19 (medido contra millones de habitantes), presentamos una ocupación hospitalaria bastante holgada (27% en camas COVID-19 y 44% camas de cuidados intensivos) junto con 33% de ventiladores en uso. Para nada elogiarnos, pero definitivamente hemos experimentado órdenes de magnitud menos severa en efecto COVID-19 que nuestros pares.
Paulatinamente el mundo se ha dado cuenta que los cierres económicos y toques de queda son “…demasiado tajantes y costosos…”, como esbozaba Greg Ip del Wall Street Journal la semana pasada. El Ministro de Salud Alemán Jens Spahn indicó que no habrá más restricciones generalizadas, dado que fueron un “error”. En Miami-Dade, según decidió su alcalde Carlos Giménez, ya levantarán las restricciones a los deportes. Estos y muchos casos recientes tienen como eje el proteger los empleos y evitar desangrar el mercado laboral más aún.
Un primer reto es que nuestro país tiene gran dependencia de flujos desde el extranjero y, aunque una parte son exógenos y ya dados, es decir que no podemos controlarlos directamente, los otros si tenemos incidencia. La reapertura del turismo es por ende la principal fuente de riqueza que podemos conducir. Más de tres millones de pasajeros no residentes han dejado de visitar nuestros tres cuartos de isla en lo que va de año, reporta el Banco Central. Solo agosto 2020 reflejó una estrepitosa caída de 77.8%, año contra año. Para revertir esta tendencia hay que apoyar como sociedad toda medida que vaya en pro de la normalización de dicho sector y todas las empresas, grandes o pequeñas, que sirvan de apoyo. Esto incluye debatir, y sin perder tiempo, reabrir todas las playas, balnearios, eventos deportivos, artísticos y hasta juegos de azar, siempre siguiendo las mejores prácticas para prevenir contagios. Un segundo reto es el impacto intergeneracional del COVID-19, lo que Stefania Giannini, subdirectora de UNESCO, recién llamó de “…perder el efecto igualador que provee la educación” a millones de niños. Los más impactados son los de menor edad, comenzando en de edad preescolar, y ampliando la brecha socioeconómica con aquellos que si logran obtener alguna educación en estos días.
Cualquier progreso educativo que nuestra nación haya experimentado en años recientes, se ve desvanecer por cada día que no ofrezcamos clases. En lo que tenemos una solución educativa holística para todos, debemos de perderle el miedo a dar clases. A manera de ejemplo, vemos que “…no hay transmisión significativa entre niños y para con maestros en escuelas primarias”, según reporta el Instituto Pasteur que realizó una de las encuestas epidemiológicas más exhaustivas recientemente.
El estado como tal puede canalizar mucho de lo anterior, pero requiere de un paso de valentía nacional el afrontar esta covidianidad juntos. La retrospectiva tiene visión 20/20 y hay lecciones que aprender de nuestro comportamiento ante el COVID. A la vez, no sabemos cuántos errores cometeremos en el futuro, pero queda claro que mantener cerrada la economía y tener mas toque de queda sería uno de ellos.