“Trabajar de niño atrasó mi vida y la de mi familia”
El sueño de Salustiano Arias de estudiar Derecho se vio frustrado por el afán de sus padres de ponerlo a trabajar en el campo en vez de mandarlo a la escuela. Las labores consistían en ayudar a “repasar” (desyerbar) el conuco, llevarle la comida a su papá y cuando su madre también estaba trabajando le tocaba cocinar.
A pesar de lo lejos que le quedaba el centro de estudios, sólo se podía llegar a caballo, su mayor deseo era estudiar, pero su padre le insistía en que tenía que aprender a trabajar como él.
“Yo duraba hasta tres días sin ir a la escuela y ahí la vida mía y la de mi familia fue un atraso porque ya tengo cinco hijos y no tengo una carrera académica, absolutamente nada. Eso me afectó bastante”, lamenta.
Así pasó Arias su niñez en un remoto campo de El Valle, un municipio de Hato Mayor, donde la principal actividad económica y fuente de empleos son los asentamientos campesinos. Muchos de sus habitantes nunca asistieron a la escuela o sólo alcanzaron la educación secundaria o media, según los datos del IX Censo Nacional de Población y Vivienda 2010.
Para el 2010, de la población de 5 años y más sólo 410 habían logrado un nivel de instrucción universitaria o superior.
De niño Arias sólo llegó al tercer curso y de adulto cursó hasta el octavo, pero no pudo seguir estudiando debido a los múltiples compromisos familiares. Ahora tiene cinco hijos que mantener.
Evita su historia se repita El trabajo infantil trastornó la vida de Arias, quien no ha podido realizar muchos de sus sueños debido a la falta de estudios. Es por esto que lucha para que esta situación no se repita con sus hijos ni con otros niños.
“Yo he educado a mis hijos diciéndoles que no quiero absolutamente que me pisen el campo para trabajar. No pueden faltar un día a la escuela porque eso me atrasó mucho”, afirma.
Es por esto que Arias se convirtió en uno de los colaboradores del proyecto “Produciendo cacao con enfoque de derechos: una apuesta por un comercio justo en República Dominicana” que desarrollan Save The Children y la Coordinadora Latinoamericana y del Caribe de Pequeños Productores y Trabajadores de Comercio Justo (CLAC).
El programa se ejecuta con el financiamiento de la Unión Europea (UE) y beneficia a la Confederación Nacional de Cacaocultores Dominicanos (Conacado).