DINAMICA EMPRESARIAL

Como viendo a lo invisible

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JONATHAN D’OLEOSanto Domingo

Dice Alberto Cortez en una canción titulada “Me dijeron por ahí” que en la Sierra Tarahumara escuchó a una niña inquirir “¿pa’ qué voy a tener hambre, si no tengo que comer?” Ese mismo cuestionamiento lo hace mucha gente para no aprender a emprender como debe ser. Dicen “¿para qué me voy a preparar para una oportunidad que no existe?” El argumento parece contundente, especialmente en nuestros países de economías emergentes donde predomina una alta tasa de desempleo y subempleo; donde, como establece el libro de Proverbios, “el barbecho del pobre está lleno de pan, mas se pierde por falta de justicia, juicio y equidad”. La excusa de no aprender a emprender como debe ser parece cobrar aun más legitimidad cuando consideramos que el costo de abrir y operar un negocio supera el beneficio en la etapa inicial que es, en cierto sentido, la más crucial en el desarrollo del oficio empresarial. A esto le podríamos sumar el agravante de operar en un sistema donde la ineficiencia es la orden del día, la burocracia su protagonista y la corrupción la antesalista que no le permite al empresario anotar si no paga el peaje de lugar.

Si bien estos escollos obstaculizan el fluir de los negocios, no nos debemos dejar amedrentar por la realidad de la actualidad a expensas de la materialización de la plenitud de nuestra potencialidad. Por el contrario, es preciso nos preparemos para la oportunidad que no existe en el presente, persiguiéndola como viendo a lo invisible con la esperanza de que se haga visible en el futuro y genere frutos al treinta, al sesenta y al ciento por uno. Para proceder de tal forma tenemos que operar de manera intencional más allá de las circunstancias del momento. Considerando que la tendencia natural del ser humano es responder a la demanda actual, el empresario debe desarrollar una visión que le permita tomar decisiones en función de lo que él tiene que ofertar y cómo esto puede despertar una demanda latente en el corazón y la mente de sus actuales y potenciales clientes.

En otras palabras, el empresario visionario sabe como crecer y emprender sobre la base de una especie de oferta que genera su propia demanda. Procediendo de esa forma puede cambiar y mejorar el modo de hacer las cosas. Si simplemente responde a la demanda existente entonces su oferta no innovará en pro de una mejor industria y sociedad ya que lo que demanda el sistema en sentido general es preeminentemente de carácter transaccional y superficial. Transaccional porque busca sacar el mayor provecho aquí y ahora comprometiendo, muchas veces, el mejor interés de la gente a medida que opera en el marco de un sin número de irregularidades en cuestiones de calidad, transparencia financiera y tráfico de influencias. Por otro lado, caracterizo la demanda actual como superficial debido a que obedece ciegamente a lo que ya es y obvia lo que puede ser. Es por esto que es imperioso emprender trascendiendo lo que nos revela nuestra vista ojos, aplicando la visión de una mejor situación para lograr eventualmente lo que todos realmente quieren, pero piensan que no se puede.

A medida que comparto esta tesis algunos insisten en la futilidad de emprender en esa dimensión planteando que no podemos hacer las cosas excelentemente bien cuando la mayoría demanda, fomenta y celebra el poder, el dinero y el divertimento como fin que justifica todo medio. Sin darnos cuenta al pensar de esa manera parafraseamos lo dicho por la niña de la Sierra y, en un mismo respiro, ese pensamiento cierra la puerta a una esperanza que se hace yerta cuando decimos “¿pa’ qué voy a tener sueños, si no hay oportunidades pa’ emprender? ¿para qué tener hambre y sed de justicia donde abunda la injusticia? ¿por qué demandar transparencia donde la corrupción impera? ¿por qué estudiar si a fin de cuentas escala el sinvergüenza dispuesto a emplear tácticas perversas para lograr su meta?”

“¿Por qué?”, preguntan. “Porque sí”, respondo. Así de simple. Lo correcto, justo y necesario se hace y se busca porque sí. Aun cuando ello trae emparejado consigo tribulación, angustia, persecución, desnudez, peligro o espada. Si estamos verdaderamente comprometidos con la excelencia moral, familiar y empresarial nada nos debe disuadir; nada externo podrá extinguir el fuego de nuestro sueño que llevamos dentro, en el mismo centro de lo blando que esconde el pecho. Al final, perseverando en nuestra gesta por exteriorizar y canalizar ese fuego de nuestro anhelo, la excelencia prevalecerá y toda carne ciertamente le verá. En el ínterin, en su ausencia física, persigamos su esencia intrínseca como viendo a lo invisible.

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