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Artes Visuales

Bienal “Eduardo León Jimenes” 2017 un evento memorable

LA EXPOSICIÓN CON LAS OBRAS PREMIADAS PERMANECERÁ ABIERTA AL PÚBLICO HASTA EL 19 DE FEBRERO EN LA INSTITUCIÓN CULTURAL DE SANTIAGO

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Luis BeiroSantiago de los Caballeros

El Centro León nació para no morir de ancianidad. Su impresionante estructura física anunciaba no solo el deseo de preservar el legado de una familia ejemplar devenida en mecenas de la cultura dominicana, sino a los propósitos de que esa entidad mantuviera una ilimitada permanencia.

Al erigir esta institución, la familia León puso en práctica una estrategia de perdurabilidad, abierta también a los aires renovadores de la posmodernidad. Para ello reunió a un equipo de profesionales capaces de estructurar y poner en práctica las innovaciones necesarias para hacer efectivos tales propósitos.

Iniciativas Los aires de cambios que los tiempos impusieron al desarrollo de la cultura dominicana fueron acogidos por el Centro León, no sin antes someterlos a un proceso de selectividad y limpieza estética.

Así, el principal evento de la institución, el concurso de Artes Visuales “Eduardo León Jimenes”, no solo sirvió de principal referencia a lo mejor de la plástica dominicana, sino que supo evolucionar hacia las nuevas manifestaciones que se imponían a lo largo y ancho del universo.

Directivos, técnicos y especialistas trabajaron para que las primicias vanguardistas que llegaban al país de manos de las nuevas generaciones de artistas, se integraran como patrimonio cultural, por su mirada esencialmente dominicana.

El dibujo, la pintura, la escultura y la fotografía, por ejemplo, se integraban dentro de novedosas tendencias interdisciplinarias que incluían la instalación, el “performance”, el video y el video clip, entre otras.

También, el concurso de arte “Eduardo León Jimenes”, por su organización y su convocatoria, supo atender los reclamos del tiempo. Su visión de abrirse a todos los géneros de las artes visuales (tanto “antiguos” como “modernos”), la constante variación y aumento de su dote a los artistas premiados; la creación de dos jurados, uno de selección y otro de premiación y la inclusión como miembros de ambos a los más prestigiosos curadores, críticos y artistas de la región, junto a los valores dominicanos, le ganaron el respeto de la sociedad desde sus mismos comienzos.

Otras iniciativas fueron la separación de las fechas del anuncio de los ganadores con la entrega de los premios; así como la celebración de talleres, encuentros y eventos colaterales vinculados con las artes visuales y otras manifestaciones culturales que, de manera general y de la bienal en particular, encendieron el auge por la espiritualidad en una ciudad como Santiago, que devino en capital del arte caribeño.

Premios 2017 Una mirada atenta al desarrollo de las obras galardonadas en este evento es un botón que enciende el buen gusto en el espectador. Sus primeras, segundas y terceras lecturas desprenden un inconfundible legado humanista.

Impacta la impronta artesanal de “El que puede, puede”, de Carlos León (1988) al construir y desconstruir una cartera Louis Vuitton con la misma vehemencia con que se alteran y desordenan los resortes del alma y del cuerpo humano ante las catástrofes del diarismo en un mundo donde la escala de valores no deja de contravenir la razón de ser y lo obliga a “resolver” sus necesidades materiales con una buena dosis de sentido común.

Las “Lamedoras de diamantes” de Ernesto Rodríguez (1964) parecen salidas de miradas desinhibidas para imprimir formas sensibles a la relación hombre-animal a partir de un esquema conceptual que no solo implica un giro “refrescante y sorpresivo” sino que da paso a un discurso que integra las artes al proceso productivo que enriquece el gusto y, porqué no decirlo, la sensibilidad emocional a través del paladar.

Mención aparte merece “The big vaina”, de Karol Starocean (1981) propuesta no solo para ser repensada por su diversidad de elementos meta-culturales, sino por su propuesta de integración del público al proyecto.

Experiencia, creatividad y capacidad de provocar (en armoniosa mezcla con el dibujo como pretexto) la paticipación individual adquieren aquí dimensiones que rebosan cualquier relación con el conceptualismo.

El espectador no solo puede disfrutar e incluirse, si así lo desea, en la propuesta, sino que también puede formar su propio proyecto.

Beca y Menciones de honor: Norian Cruz (1990) sabe que la fotografía experimental es heredera de la fotografía a secas. Por ello, sus series “Aislamiento” y “Falto”, no son simples juegos metafóricos que denotan la presencia de una joven que ya es algo más que una promesa, sino a una autora que expone sus recursos expresivos dentro de imágenes que obligan a pensar.

El hombre y la mujer en sus historias gráficas, son seres que arrastran sus propias consecuencias, y a veces quedan entrampados entre ellas.

A pesar de su evidente naturaleza panfletaria, la “Placenta”, de Elvin Díaz (1979), propone el reencuentro de dos países (Haití y República Dominicana) divididos por las circunstancias y enfrentados por razones históricas que debieran, alguna vez, aprender a convivir como Dios manda. Innovador, desafiante y llamativo es el proyecto “Truismos” de Mencía Zagarella (1990). La acción de sus palabras son bombas de tiempo que pueden estallar en la conciencia del espectador, ya bien dentro del salón de exposiciones como en los cristales de los baños y otros espacios privados. Es una forma de buscar la reflexión interior, la toma de conciencia a favor de un pensamiento libre, capaz de abandonar su sometimiento al poder y sus falsas propuestas de bienestar y estabilidad.

La tercera mención fue a manos de Andrea Ottenwalder (1995), y propone una breve excursión por las fachadas y el interior de las cabañas y moteles donde “parroquianos” y “parroquianas” de diversos sectores de la sociedad interactúan a través de símbolos y situaciones que más que sugerir, denotan una forma de expresión las relaciones interpersonales como simples mercancías de consumo. Dicho de otra forma: son los mercados a donde van a confluir sentimientos y placeres sin ningún tipo de escrúpulo.

REFLEXIÓN FINAL

La Fundación Eduardo León Jimenes y el Centro León están conscientes de que las artes visuales dominicanas ocupan una vanguardia mundial. Los tradicionales maestros de la pintura dominicana, muchos de ellos lamentablemente fallecidos, han dado paso a una nueva generación que, a partir de la mejor tradición, se abren paso y representan, con la frente en alto, la impronta del país con sus sellos distintivos, marcas, lunares y peculiares maneras. Por ello y para ello se ha apostado. Y no se han escatimado esfuerzos y recursos para apoyar lo que hacen y contribuir a su proyección como debe ser. Como institución de carácter privado y entidad mayor de la cultura dominicana, El Centro León promueve iniciativas en ese tenor. Y el concurso de arte “Eduardo León Jimenes” es la prueba más visible de esta loable labor.

Premios igualitarios. "Lamedoras de diamantes", de Ernesto Rodríguez, "El que puede, puede", de Carlos León y "The big vaina", de Karol Starocean.

Sin título (2016). Instalacón de la artista Andrea Ottenwalder, Santo Domingo, 1995).

Truismo (1988-2016). Instalación de la artista Mencía Zagarella (Santo Domingo, 1990)

Placenta (2016). Performance del artista Elvin Díaz (Santo Domingo, 1979).

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