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Narrativa

Nacimiento

Este relato, escrito con una prosa limpia y segura, explora una historia poco común dentro de una atmósfera lírica envidiable que denota la presencia de una autora en pleno dominio de sus facultades expresivas.

Sentimiento. Y fue justo ahí que el niño lloró. Lloró instintivamente como si hubiese sabido que todas las palabras que luego aprendería nunca le servirían para decir cuánto dolía y crecer.

Sentimiento. Y fue justo ahí que el niño lloró. Lloró instintivamente como si hubiese sabido que todas las palabras que luego aprendería nunca le servirían para decir cuánto dolía y crecer.

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Virginia Sánchez Navarro(@VSanchezNavarro)

El niño - que así le llamaremos porque cuando todo esto empezó aun no nacía y porque la fuerza de la costumbre, de miles de años de esa “o” dominando el final de las generalizaciones, así me inclina a hacer- el niño pues, no sabía que se estaba formando.

No era nada. O más bien era la nada. La nada que envuelve en sí misma el misterio de la existencia y que cada ciertos segundos se desprende por alguna esquina suya dando vida, de esta forma, a algo.

El niño era la nada y, en ella, flotaba sin sentido. Sin sentido pero sintiendo, sin poder darle nombre aun, una infinita y usual felicidad: felicidad por saberse nada y, a la vez, todo. Así flotaba cuando de repente una sensación lo despertó. El niño aun no sabía de sensaciones así que el despertar para él fue sorprendente. Un cosquilleo fue la primera señal de que pronto, muy pronto, la nada lo expulsaría de lo que hasta ahora parecía una eterna cuna y lo enviaría a aquel lugar sobre el cual muchas de las tantas partículas que flotaban a su alrededor solían murmurar con una mezcla perfecta de miedo y expectativa. Sí, el niño se embarcaría en su viaje y el cosquilleo en los nervios fue el inicio de la partida.

Por qué me dejas? Por qué me dejas? No fuiste tú quien me hizo? Por qué ahora me echas afuera? Por qué me apartas de ti? A dónde voy, envuelto en estoÖ en esto?

Lo que era “esto” no sabía pero le sirvió para entender que ahora flotaba no en la nada si no en algo, algo que lo tocaba diciéndole así que tenía cuerpo; un cuerpo que se encendía al ritmo del temblor en su centro.

“Que extraño”- pensó en muy poco tiempo - “que solitario se está aquí. A lo mejor así es solo en el camino”. Y de esa forma se convenció de encontrar consuelo en la espera de su llegada. Pero la espera era algo que tampoco conocía. Nunca antes había esperado nada. Así fue como, en esos días, conoció al Tiempo. Lo miró a la cara y preguntó: “Cuánto falta?” Pero el Tiempo solo se rió y se fue a esconder dentro del tope del niño desde dónde, a través del tiempo, lo escucharía siempre reírse a lo lejos.

Madre Nada, qué hago mientras espero? Y, como en respuesta, descubrió que su cuerpo se estiraba en largas extremidades y que, dentro de ellas, algo sólido y blanco se extendía. El niño se movió, al principio con cierta sospecha, despacio, no sea que fueran a descoserse sus partes y tuviera que esperar todavía más tiempo. Se movió una, otra vez. Muy pronto supo que era más fuerte y sólido de lo que pensaba. Ya no quería estarse quieto.

Esto, esto que luego le enseñarían a llamar “movimiento” le hacía sentir que al menos algo estaba haciendo. Pataleó, tocó, se extendió y cerró y sintió unas ganas incontrolables de salir de su estrecho buque y de empezar a moverse eternamente en lo que esperaba fuera un mundo al menos tan grande como el que había dejado atrás.

Silencio. Antes, allá en la nada, solía sentir el murmullo de todos esos que la formaban.

Madre Nada. Hubiése preferido no poder moverme pero sentirlos a ellos.

Shhh... shhh... Así aprendió a escuchar. Saltó involuntariamente, del susto, al oírla. Alguien muy a lo lejos le hablaba.

No te entiendo! ópensó el niño. Pero algo en esa voz lo calmaba y luego, si no la oía, empezaba a sentir miedo.

Háblame. Háblame. Tú, quien quiera que seas, sabes cuándo acaba esto?

Y aunque el viaje aun no acababa, la presencia de esa voz empezó a hacerle pensar que, después de todo, no estaba solo. Que este nuevo lugar a lo mejor también sería una nada eterna donde cada quien ocuparía su puesto, ahora con cuerpos y voces, asegurando con su presencia que el lugar existiera para siempre.

Fuimos parte de la nada. Sin nosotros no podía existir. Ahora seremos parte de este mundo, y el mundo nos amará porque sin nosotros no podrá existir, y todos nos amaremos porque amaremos al mundo.

Será esto la esperanza? Se mueve a través de mí junto al temblor que me llegó antes que el Tiempo.

Y así fue la esperanza la primera entre las tantas cobijas que tendría en su vida. Sintió con ella un calor tal que ya no pensaba en el tiempo ni en el final del viaje.

Se está bien aquí, después de todo.

Dolor. Qué es esto que me hala? Qué es esto que me aprieta, me empuja? Mis ojos se abren. Cuna, por qué me dejas? Por qué me sacas de tí?

Luz. Algo dentro de mí se expande. Respiro.

El niño vio por primera vez y concluyó que había terminado el viaje.

Quién eres? - le preguntaron.

Soy yo.

Quién eres?

Soy yo. Soy el mismo de siempre. Qué hacemos ahora? Nos tomamos de las manos para formar al mundo?

Eres niña o niño?

No sé, -respondió- no sé. Soy Yo.

A quién le perteneces?

A nadie, a la nada.

Pero, seguro eres de alguien.

Me han enviado a este mundo -dijo el niño sin entender mientras, dentro del cuerpo, sintió al viejo temblor acelerarse.

Cómo no sabes que soy Yo? Cómo no sabes que soy Tú? Por qué no me das la mano?

Nadie le respondió. El niño no imaginaba que los que habían llegado ya, los que habían llegado antes, no lo podían evitar. Que él mismo, cuando ya aprendiera a contar los años, iría perdiendo la audición que hacía tan poco había descubierto.

Y fue justo ahí que el niño lloró. Lloró instintivamente como si hubiese sabido que todas las palabras que luego aprendería nunca le servirían para decir cuánto dolía. Cuánto dolía estar allí, lejos del Todo. Estar allí sin nadie que supiera quién era. Estar allí sintiéndose, desde ya, parte de un mundo en el que cada una de sus partes se hacía a su vez otro mundo, se hacía a su vez otro todo y así, con sus tantas preguntas, el niño sin saberlo se hacía nada.

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