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LA CUARTA PARED

Café

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Virginia Sánchez NavarroSanto Domingo

La felicidad existe. Sí. Existe de segundo a segundo y cíclicamente. No es un lapso de tiempo eterno ni es un bloque enorme de días. Para mí, hoy la felicidad es haberme levantado y pasado horas preparándome para un personaje que aún no sé si será mío pero que pienso que, termine siéndolo o no, ya tendrá aunque sea una marquita de mí. Es salir de trabajar y darme cuenta que es medio día y aun no he tomado mi café con leche. Sentarme en la barra de la acera de un café en el West Village porque adentro está hasta el tope de gente consumiendo el aire acondicionado. Hoy la felicidad es darme cuenta de que, sin saberlo, una audición me hizo caminar por mi barrio favorito y me hizo sentar en la calle a beber café. Es tener miedo del sol que tanto evado y ver como él mismo se decidió a consentirme tapándose tras una nube para no quemarme mientras recargo mis niveles de cafeína. Hasta una brisa sopla en medio de este verano ardientemente interminable. Sí, la felicidad es cuestión de segundos por que ahora, mientras escribo, no todo está perfecto pero todo está bien. Nada me hace pensar (como en otros momentos de la vida; momentos de terror extremo) que a lo mejor todo acabará mañana. Hoy me levanté y pude darle uso a mis “inquietudes artísticas”, como las llamaba mi profesora de bachiller. Pude comprar café y supo bien, no como esos que a veces me saben a pura malta y que no me gustan tanto. Reviso el celular y encuentro un mensaje de alguien que significa todo y que aunque no esté bebiendo café aquí conmigo, de cierta forma sí lo está. Me imagino a esa persona y lo que estará haciendo ahora y sonrío. Hoy la felicidad vive en segundos recién nacidos e inocentes que no saben cuándo las cosas cambiarán. Miro las caras a mi alrededor: caras de todos los colores, edades y gustos y espero que algunos segundos en su día sean también así. Es lo máximo que podemos pedir. Que en medio de nuestra vida cambiante e impredecible, en algún punto del día, de la semana o del mes nos detengamos por cualquier razón y en cualquier lugar y allí mismo nos demos cuenta de que en ese momento todo está bien: hay gente a quien amar, hay caras nuevas que mirar, el otoño se acerca, el café sabe bien. Y lo que falte, por que a todos siempre nos falta algo, irá sucediendo o se irá arreglando si tan solo nos despertamos cada día y llenamos otro capítulo de nuestra odisea personalizada. Me tomó tiempo entenderlo pero la felicidad existe así, en esos esparcidos segundos de percepción.

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