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NEGRITA COME COCO

¡Qué llueva el dólar!

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Cuando Yorman Maykol Batista (mejor conocido como el Gringuito) nació su familia pensó que se había sacado la lotería.

Y es que, mis queridos negritos, después de seis hijos prietos como el carbón el que naciera un rubito, de ojos azules, era todo un acontecimiento.

“To’ los rubio tienen cuarto”, le dijo con regocijo la abuela a la madre del Gringuito. Y, en efecto, al principio todo fue color de rosa. El padre de nuestro protagonista, un estadounidense que por azares de la vida (en realidad lo estaban buscando por tráfico de drogas y asesinato en su país) había llegado a un rinconcito de Puerto Plata y se consiguió tremenda mulatica que alegraba sus días entre baile y ron.

Después del nacimiento del Gringuito la comida no faltaba en la humilde casita del barrio El Javillar.

Toda la familia vestía a la última moda y en las noches se hacían grandes fiestas en las que el ron alcanzaba hasta para los vecinos.

Pero como en casa de pobre la dicha dura poco, la abundancia que trajo el Gringuito llegó a su final cuando unos sicarios terminaron con diez balazos el paraíso de sus padres.

Después de la muerte del americano, de nada valieron las velas que la abuela del niño le prendió a la Virgen de la Altagracia.

La miseria, queridos negritos, había regresado a la vida de la familia Batista para quedarse y consumir a sus víctimas hasta los huesos.

A pesar de esto, la familia del Gringuito tenía fe en que todo algún día cambiaria y en que los dólares lloverían en el ranchito.

“To’ lo rubio tienen cuarto”, decía la abuela… “To’ los rubio tienen cuarto”, repetía la madre del niño mientras miraba a su hijo con esperanza.

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