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SENDEROS

Abrir el corazón al perdón

Siempre he vivido con mis propias decisiones, con la carga de una vida llena de aciertos y desaciertos, con imágenes de una niñez ahora lejana llena de personajes que con el tiempo se fueron del camino; aprender a responsabilizarse de los hechos propios no ha sido nada fácil, en especial cuando hubo personas que literalmente extremaron mi existencia, precisamente ahí es donde quiero dirigir este artículo, porque me he encontrado con personas que dentro de su cosmovisión, sus vidas giran en torno a aquellos que les hicieron de alguna forma u otra un mal, que les hicieron sufrir, que les dieron la peor parte de sus vidas y que se quedan petrificados en un eterno sentimiento de resentimiento, de odio, y les confieren la responsabilidad de todos sus males. Les crucifican sin darse cuenta que, ese demonio que ven no es más que la ausencia de perdón, de buscar un culpable y depositar en esa persona la responsabilidad de una vida que se niega a evolucionar, a desarrollarse y a cambiar la página en los capítulos que nos tocan vivir.

Siempre son los otros los que llevan esa carga tan pesada, nunca la persona que vive el odio y el resentimiento aunque los resultados de esa carga sean los que aplasten toda posibilidad de desarrollo y avance en el camino del que experimenta los efectos de tanto sufrimiento; puedes demonizar a esa persona y hasta eliminarla de tu vida, pero si no te enfrentas con tus propios demonios de nada servirá enviar al exilio a todas aquellas personas que te dieron los más grandes sufrimientos y puede que la mandes a la cárcel, ya sea real o virtual, pero nada te garantiza que el odio que tanto vives y eternizas te de la paz y la tranquilidad de un perdón sincero y verdadero.

La venganza no te devolverá ni un instante de paz de tu pasado, ni va a darte ni un segundo de tranquilidad, ni el odio ni el resentimiento, ni mucho menos desear que esas personas que tanto mal te hayan dado sufran lo mismo que te hicieron vivir, nada... es tiempo perdido, eres el que lleva esas piedras en el alma, que cada vez se harán más pesadas; puedes desearle la muerte pero ni la muerte real ni emocional te devolverá un ápice de paz, ésta por lo general se encuentra en limpiar tus sandalias y continuar el camino, en abrir el corazón al perdón, en dejar ir al odio, al rencor, al sufrimiento de un pasado que, por más que patalees no va a regresar y no tienes el más mínimo poder de cambiar, el único camino es el perdón, y pasar la página, por más que duela, por más que te hayan hecho daño, por más odio que tengas, y por más sed de venganza que consuma tu alma... nada te dará la paz , sino solo, el de un perdón.

Dejar ir, dejar el pasado tranquilo y enterrarlo con su dolor y sufrimiento, es dejar ir a todos aquellos que alguna vez nos hicieron la vida miserable y dolorosa, ellos a lo mejor nunca cambiaron y algunos no lo harán, pero tú si tienes esa oportunidad de ser el responsable de tu vida y no los “otros” que tanto culpaste en tu camino; mereces paz, mereces perdonar y ser perdonado y sobre todo mereces amor, perdonar es un pacto con tu corazón para no acumular más odio ni rencor, es tiempo de liberar tu alma y aquellos que retienes por el rencor y el odio, todos merecen libertad, la cual solamente llegará con el perdón.

Los únicos demonios son aquellos que dejas que se eternicen en tu alma y la mejor forma de limpiar es perdonando con sinceridad, es amarte con toda la capacidad, para luego amar, incluso a quienes te dieron esos momentos oscuros de tu vida, perdonar es una forma de amar, porque no sentirás más rencor ni odio y esa libertad es la mejor que puedas conquistar en la vida, ser libre de tu historia, de tu sufrimiento y de tu dolor y ello solamente el amor puede dártelo, con el bálsamo del perdón.

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