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REFLEXIÓN

Mostró ante mí su gloria

El ser humano libra en su interior un fuerte combate espiritual entre el bien y el mal, alimentado en muchas ocasiones por fenómenos o luces fantasiosas del exterior, que inducen a vivir una existencia superficial y sin contenido. Si asumimos esta actitud colocamos nuestra vida al borde de un acantilado peligroso, que nos pone en riesgo de sucumbir ante el abismo oscuro y sombrío del relativismo, en donde solo existe confusiones, llantos, desconsuelos, frustraciones, miedos y vacíos; haciéndonos perder el horizonte de la esperanza y del valor de la dignidad que Dios nos ha provisto. Es que fruto de esa rutina diaria, mecánica y sin profundidad, tendemos a ser muy flexibles y dispuestos a las tentaciones y seducciones del maligno; proceder este, que tiende a hacer pedazos todo tu metro cuadrado: familia, matrimonio, trabajo, empresa, amistades y hasta la vida misma.

De ahí, pues, que este evangelio de manera impresionante y hermosa, nos revive de manera personal el momento en que Jesús nos hizo el llamado, es decir, nos escogió por nuestro nombre y apellido, para que vivamos esta espectacular y esperanzadora aventura del verdadero amor que nos lleva a la felicidad y a una vida plena, del mismo modo que lo hizo con Pedro, Santiago y Juan.

Apreciar este pasaje bíblico me hizo rememorar que Cristo, el Hermano Mayor, al igual que esos discípulos, me tomó por la mano con tierna delicadeza y me apartó del mundo, llevándome al monte más alto del cursillo de cristiandad a vivir un dichoso y afortunado fin de semana, que impacto de manera favorable en mi corazón, ya que Él mostró ante mis ojos su gloria, transfigurando mi ser y dándome la oportunidad de sumergirme en el manantial de su gracia.

Tuve el privilegio de contemplar su rostro misericordioso en el Santísimo, en donde me susurró en aquel divino silencio que no debía temer ante los desafíos, sufrimientos y desiertos, ya que nunca me dejará solo y en Él siempre habrá victoria.

Por lo que de inmediato me alentó a levantar el vuelo con firmeza y alegría en el cielo amplio y azul de la vida con entrega, ilusión y espíritu de caridad. Claro está, sin abandonar la oración como herramienta vital para perseverar en el camino de la fe.

Amigos (as), el apartarnos, orar y escuchar nos permite conocer y amar con intensidad a Dios.

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