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DOS MINUTOS

El hombre de la playa

Momentos de frustración, de sufrimiento, de fracaso, de desengaño... De sentirse impotentes... De pensar que no vale la pena seguir viviendo. Y en medio de la frustración, estas personas necesitan que alguien ‘desde la playa’ les dé una idea

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Luis García DubusSanto Domingo

Juan 21, 1-19

“Ya yo no sé ni para qué estoy vivo”, - me dijo Toni apesadumbrado, - “mi esposa murió hace ya un tiempo., mis hijos se han mudado y han hecho su vida aparte... Y mira Luis, a veces pasan tres y cuatro semanas y ninguno me llama. Toda la vida dedicada a ellos, y ahora... nada”.

Puedo imaginarme la tristeza de Toni ¿Puede usted? Supongo que sí. Hay momentos en la vida en que se siente uno abandonado, aislado, como si estuviera en medio del mar en un bote sin rumbo, y completamente solo.

Momentos de frustración, de sufrimiento, de fracaso, de desengaño... De sentirse impotentes... De pensar que no vale la pena seguir viviendo

Y en medio de la frustración, estas personas necesitan que alguien “desde la playa” les dé una idea. Una idea orientadora, consoladora, fortalecedora. Lo malo es, me dirá usted, que “El hombre de la playa” no siempre aparece...

Pues yo creo que sí. Que siempre está allí. Lo que sucede es que no siempre percibimos su presencia, porque estamos demasiado ocupados preocupándonos.

La pregunta de hoy

¿Por qué nos resulta tan difícil percibir la presencia del Señor en nuestras vidas?

Me parece que tenemos que re-entrenar nuestra visión espiritual. Usted sabe que las luces de la ciudad imposibilitan que veamos la vía láctea...

Pero si uno aprende a estar atento, lo encontrará, porque El está a su lado en este preciso momento de su vida. Y está, además, dispuesto a darle ideas para que usted logre “pescar” y salir adelante.

Los apóstoles sabían que el Señor estaba en cualquier parte, que podía surgir en cualquier momento y muchas veces donde y cuando menos lo esperaban. Aprendieron a estar atentos... Y lo encontraban. Usted y yo, sin ninguna duda, podemos hacer lo mismo.

El Señor no tiene tumba, porque Él resucitó. No hay otra verdad más ampliamente comprobada que ésta.

Entonces él está vivo, y está vivo hoy entre nosotros.

¿Cómo se encuentra uno con él, hoy?

A muchos les resulta este método:

Abra usted su Biblia en uno de los cuatro evangelios. Lea lentamente, y, cuando una frase le llame la atención, deténgase. Es posible que el Señor desee darle algún mensaje. Quédese quietecito y escuche en su interior. Es probable que escuche usted al Señor, si le da tiempo.

Ahora, le doy algunas claves simples:

1.- El Señor, cuando habla, habla muy corto. A veces es una sola palabra, como “ven”, o “paz”, o “ánimo”.Otras son frases como “yo me ocupo” o “tú, ven donde mí”, o “tú, sígueme”.

2.-Él habla cuando él quiere, y lo que dice puede ser inesperado.

3.-Para escucharlo hace falta estar tranquilo, como el silencio interior que se produce cuando uno se ha desahogado, el ego se tranquiliza, y abre paso a la humildad.

4.-Su presencia siempre produce paz.

5.-Él se acerca ofreciendo, orientando, amando, regalando; no regañando, ni pidiendo, y mucho menos exigiendo.

6.-Puede hablar directamente, o a través de otra persona, quizás sin que esa otra persona, en su humildad, se dé cuenta de que el Señor la está usando.

De todos modos, aunque uno lo pudiera ver en persona, sólo lo reconocerá si él “le abre el entendimiento”. Y esto, hay que desearlo... y pedirlo, en medio de un silencio humilde.

Siete hombres frustrados lo vieron en la playa, ¿dónde lo reconocerá usted...?

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