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Muerte y resurrección del corazón

Este mes es propicio para hablar de muerte, pero no de la simple muerte que todos conocemos y conoceremos, que la gran mayoría teme y que otra gran parte tiene como tabú. Al celebrar la Semana Mayor es bueno poner esto en un nuevo contexto, desde otra óptica un tanto más liberadora o quizás más simple. Las promesas de Semana Santa son como las de inicio de año, un sinfín de metas y proyectos a cumplir, y solo llegan a finales de febrero porque el año apenas comienza. Y de nuevo se ven en Semana Santa repasando los planes para ponerlos en marcha cuando pasen las fiestas, porque eso es para la gran mayoría, una fiesta.

Pero resulta que es una fiesta distinta, es la fiesta de la muerte y resurrección del corazón, recordándonos un acto de amor que solo se recuerda con dolor. Hacemos igual con Jesús todos los años, subir los dolores en Domingo de Ramos y bajarlos el Domingo de Resurrección, y de nuevo lo mismo. Hay un sinnúmero de posibilidades para tener varias muertes de edificación, durante este periodo y durante todo el año, ya que solo piensan en las muerte física, pero hay muertes de conciencia, espiritual, mental, y hasta emocional. Cualquiera de estas que se produzca en sus vidas es un impulso hacia una vida de plenitud, basado en que tuvieron el valor de ver que han muerto sus apegos a cosas y situaciones, han tenido claridad de conciencia, y esto se convierte en el catalizador para tener una vida más plena. Comienzan a surgir varias interrogantes, ¿cuándo estamos listos para morir? Cuando aceptamos y entendemos que todo es una ascensión hacia un plano de vida más divino, cuando aceptamos y sabemos que la renovación es necesaria en toda vida de creación divina, cuando se desarrolla en dimensiones como la nuestra. También recuerden que los apegos son el ancla más fuerte y segura para no avanzar. Descubrir cuál es la propia es fácil, lo que causa más trabajo es subirla, para que todo marche en la normalidad de su vida, porque sepan que el sufrimiento no es un estilo de vida, es un apego a victimizarse, por no tener la responsabilidad de tomar decisiones y mantener la responsabilidad de sostener el bienestar, porque es más fácil seguir en lo que conozco, aunque sea “malo”. Es como si muriera por dentro. Cuando pasa esto es la resistencia a dejar algo que ya no necesita para su evolución. Los grandes logros no son grandes proezas, son las grandes pequeñas cosas que cuando se unen dan como resultado lo grandioso.

El maestro Jesús dijo: “Yo soy la resurrección y la vida, el que viene a mí tendrá vida eterna”. Pero para conseguir esto hay que renacer a otros estilos de vida, sin culpas ni apegos; pero no es la muerte física que lo que les dará esto, es morir a los apegos, a las culpas, a que el otro hagaÖ Yo soy que tiene que levantarse y caminar. Yo soy la resurrección y la vida en el más alto grado de libertad y pureza accionando ahora en vida, en amor, salud, riquezas y plenitud de mi espíritu divino.

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