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La ciencia del amor nos unifi ca

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Lesbia Gómez SueroSanto Domingo

Es tiempo para amarnos. Comprender este sentimiento de unidad, es de prioritaria responsabilidad y deber en el hombre. Son muchos los maestros y guías espirituales, que enfatizan sobre esta necesidad, que tiene alcances impredecibles en el desarrollo del ser. La academia espiritual contempla, que entrelazar el amor de almas en los hombres sin que los mismos tomen en cuenta, filiación por religión, raza o clase, se hace la ciencia que asume el propósito de Dios para sus hijos. Un amor inmaculado, pleno y divino. Sin embargo, con reacciones en contra, se erigen como incrédulos de estas ciencias, y solo ven separación en todo lo creado, dando por tanto valor de realidad a las predominantes características de bien social, económico y de clase; soslayando la esencia divina que se hace Una, con la reunión de las diversas formas que pueblan los universos.

¿Por qué entonces es importante amarnos todos ahora? La respuesta es sencilla. La humanidad participa con los más incongruentes modelos de sentimientos que se hacen conductas -irracionales- por decirlo de alguna manera, que están socavando las columnas donde se sostienen los valores. Y por tanto, están dañando sensiblemente a la familia, la sociedad y el planeta. Se entiende, que si no existe mínimamente coherencia en los sentimientos, le será difícil al hombre, conciliar los efectos que puedan derivar en sufrimientos. “Solo la unión en amor con un propósito y dirección a objetivos comunes hace la fuerza...”.

Se ha demostrado, que después de grandes catástrofes, el hombre se vuelca a socorrer con servicios humanitarios. Y muy notorio en la Post-guerra, los individuos en la sociedad, líderes políticos y eclesiásticos, se unieron con un propósito, deponer cualquier acción beligerante que produjera de nuevo una conflagración mundial. Y ahí se tienen los resultados, la tercera guerra mundial se ha pospuesto muchas veces, por los efectos de lesa humanidad que provienen por ello.

Se sigue diciendo, y así lo exclamó el Maestro Jesús; “Ámense como yo los he amado...”. Y ese amor permite ser tolerante, pasivo y conciliador con el perdón. Aún más, conociendo la importancia de esto, resumió la fuerza del decálogo o diez reglas de moral y conducta de Moisés, en solo dos: 1-“Ama a Dios sobre todas las cosas”; y 2-“Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Jesús sabia la carga que le venía encima al hombre; y por amor entendió que simplificándole los mismos, podía cumplir más fácilmente con estos. Porque los mismos compendian el amor abarcador que resulta de darle a Dios toda la intención y agrado, con los actos que se llevan a cabo en el diario vivir; como también, amando al prójimo, se suspende todo sentimiento de egoísmo, y con ello, una manifiesta transformación con valores humanos y espirituales. Por aquella máxima: “Lo que no quieras para ti, no se lo hagas a otro...”. Esto refrenda y da vigencia a la ley de causa y efecto. “Se cosecha lo que se siembra...” y lo bueno o malo que se haga, retorna aumentado a nuestro mundo.

Por tanto, lograr esto, es trascender lo humano hasta dimensionarlo a lo divino. Toda una estrategia de vida, observando puntualmente pensamientos y sentimientos; y con esto se rediseña la estructura humana, emocional y anímica, dando relieves o matices divinos para realizar a Dios en nuestro interior.

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