SENDEROS
¡Trascender los aspectos humanos!
Las dimensiones de los mundos se interpenetran, como las vestiduras de la cebolla. Pero, en tanto una sola energía los sostiene como Realidad, y esta es: La energía prístina de Dios. La cual se distingue o manifiesta en su descenso en el plano material o fenomenal como energía cristalizada.
Todas las manifestaciones en este plano se estilan como objetivas para los sentidos, e ilusión para el espíritu. Porque todo esto se procesa en el mundo con las emociones, apegos y deseos, que esclavizan al hombre y no le dan libertad para discriminar entre lo real y lo irreal, sojuzgándolo al dolor y al sufrimiento. Sin embargo, cuando se reversa la materia, se comprende que más allá de su expresión cristalizada, haciéndose objetiva, existen mundos de energía pura, y que sólo son sensibles a la visión interna, a través de la glándula pineal o “tercer ojo” quien lo faculta a conocerlos, cuando está desarrollado con técnicas o disciplinas espirituales.
Se hace entendible que al no-vidente con ceguera espiritual no se le puede increpar que es malo por que atestigua que su mundo es real.
Dice un refrán: “No se le puede pedir peras al olmo”. O lo dicho también por Jesús: “No echar perlas a los cerdos...”. Con esto se infiere que no se debe discutir sobre temas de profundo misterio con el ignorante espiritual. Que sólo acepta como real las cosas tangibles; y no alcanza a ver más allá de lo fenomenal y subliminal. Pero hay otros que teniendo ojos para ver, prefieren no ver para no hacerse responsables. Por aquello que se expresa: “Que a mayor conocimiento, mayor es la responsabilidad”.
Y por eso permanecen pasivos en el obscurantismo de la ignorancia, moviéndose en la montaña rusa de subida y bajada en mundo desigual y falso. Regularmente, estos individuos tienen vestigios del conocimiento por haberlo logrado en vidas pasadas; pero al aturdirse con las cosas vanas hacen como el avestruz: la cabeza enterrada en tierra, y el cuerpo a la intemperie.
Evidenciando con esto manifiesta ignorancia.
Se colige entonces que hay que trascender todos los aspectos humanos a niveles del espíritu, a través de disciplinas, oración con devoción y observación conscientes para la transformación; y que puedan transmutar los sentimientos de descontento que dan los objetos materiales, que por su naturaleza transitoria causan infelicidad y ansiedad. Por tanto, existe la necesidad como responsabilidad, de someter la voluntad, para auscultar la Verdad que subyace más allá de los sentidos. Y por medio de ésta, dar los pasos preliminares para la Iniciación que lleve a obtener el grado de la autorrealización. Con el sello intransferible de haber realizado a Dios, como conquista y paradigma de felicidad y bienaventuranza; resaltada además por el conocimiento de la Verdad, pudiendo vivir en el verdadero mundo del espíritu, aún moviéndose en mundo falso.