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REFLEXIÓN

‘Dame de beber’

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Teresa Valenti Batlle M.C.J.Santo Domingo

Del 18 al 25 de enero, la Iglesia mundial dedica una semana específica a la oración, en su compromiso ecuménico irreversible, de intercesión conjuntada de todos los cristianos de las diferentes iglesias y confesiones, para pedir algo que responde a la voluntad expresa de Jesús, que fue el primero que oró al Padre por esta intención de la unidad de la Iglesia. Este año se nos propone como lema el texto bíblico de Jn 4,1-42. La elaboración de esta semana ha sido preparada por el grupo de Brasil. Este se propone ayudar a las personas y comunidades a darse cuenta de la dimensión dialógica del proyecto de Jesús que llamamos el Reino de Dios. El encuentro entre Jesús y la samaritana nos invita a probar agua de otro pozo diferente y también a ofrecer un poco de la nuestra. En la diversidad nos enriquecemos mutuamente. La Semana de Oración por la Unidad, el encuentro y el diálogo es una oportunidad para poder reconocer las riquezas y los valores que están presentes en el otro, el distinto, y para pedir a Dios el don de la unidad. El estudio y meditación que se nos ofrece de (Jn 4,1- 41) afirma la importancia de que la persona conozca y comprenda su propia identidad para que la identidad del otro no se perciba como una amenaza. Si no nos sentimos amenazados, seremos capaces de percibir la complementariedad del otro: ¡sola, una persona o una cultura, no es suficiente! De este modo la imagen que surge de las palabras “dame de beber” nos habla de: beber agua del pozo de otra persona, es el primer paso para experimentar el modo de ser del otro. Esto lleva a un intercambio de dones que enriquece. Cuando se rechazan los dones del otro se hace mucho daño a la sociedad y a la Iglesia. Jesús es un forastero que llega cansado y sediento. Necesita ayuda y pide agua. La mujer está en su territorio, el pozo pertenece a su pueblo, a su tradición. Es dueña del cántaro y es la que tiene acceso al agua. Pero ella también tiene sed. Se encuentran y ese encuentro ofrece a los dos una oportunidad inesperada. Jesús no deja de ser judío por haber bebido el agua que le ofrece la mujer samaritana. La samaritana sigue siendo ella misma al abrazar el camino de Jesús. Cuando reconocemos que tenemos necesidades recíprocas, tiene lugar la complementariedad en nuestras vidas de un modo más enriquecedor.

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