Jornales de la viña

El evangelio de hoy nos narra la parábola donde Jesús dijo a sus discípulos: “El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos a un denario por jornada, los mandó a la viña... En esta parábola Dios nos hace un llamado a trabajar para Él, para su Iglesia. El Señor nos ve realmente desocupados pero a la vez muy “ocupados” y afanados en los placeres, distracciones y entretenimientos de esta vida. Nunca tenemos tiempo para trabajar en su obra, para asistir a Isa, para tener un encuentro con Él, ya que estamos sumergidos en nuestras labores diarias, estas ocupaciones no son las que realmente le agradan al Señor, pues quiere que vayamos a nuestros ambientes a trabajar según las posibilidades y dones que Él nos haya regalado a cada uno de nosotros. Recordemos que no todos servimos para todo, pero si todos servimos para algo. Tenemos que anhelar entrar en la Viña, trabajar y perseverar hasta el final de la jornada, sin importar el tiempo que cada uno de nosotros haya trabajado. Nuestra recompensa final no será uno ni miles de denarios sino la alegría de poder llegar felices y con el deber cumplido a la casa del Padre. Hace 12 años el Señor me invitó a trabajar para su Viña, me hizo el llamado a través del Movimiento de Cursillos de Cristiandad, han sido unos días de ardua labor y sacrificios, pero siempre de su mano, pidiéndole por intercesión de su madre María, que me indique el camino de dónde y cómo servirle mejor. Hoy puedo decirles que me siento feliz de haber sido elegida por Él, de no haber sido “sorda” a su llamado y de permitirle que cada día siga transformándome y llenándome de su infinita Gracia. Hoy el Señor te dice que te necesita, que necesita de tus manos, de tu inteligencia, de tu voluntad y de tu servicio para hacer algo por los demás y por la extensión de su Reino. Hay muchas maneras de trabajar en la viña del Señor, solo nos basta con echar un vistazo a nuestro alrededor, a nuestros hermanos más necesitados y ahí encontraremos el rostro de Cristo y nuestro mejor apostolado. Decídete a ser “jornalero” de Dios y prepárate para el premio de la vida eterna.