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DOS MINUTOS

Secretos de personas extraordinarias

Hoy 9 de marzo, cumplimos 30 años de ser publicada y divulgada ininterrumpidamente esta humilde columna, “2 minutos”.

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Luis García DubusSanto Domingo

Mateo 4, 1-11¡Gracias, señor! Teresa de Calcuta tenía secretos que nadie sabía, excepto su confesor. Ella no quería que nadie los supiera, para que no le dieran importancia a ella, ya que se veía a sí misma sólo como “un lápiz en las manos de Dios”, y no quería que admiraran al lápiz, sino al dueño de la mano que lo usaba. Uno de esos secretos era una promesa que hizo en 1942: “Yo hago el voto a Dios de hacer todo lo que Él me diga, de darle todo lo que me pida, de no negarle nada”. Ella entendió que con esto ella no perdía en absoluto su libertad sino que, por el contrario, adquiría “la única verdadera libertad, la que sólo el amor puede conceder”. Su santa patrona, Teresa de Lisieux, la francesita de quien ella tomó el nombre, había hecho un voto semejante: “Prometo no negarle a Dios nada que Él me pida”. Y lo mismo hizo William Doyle, un jesuita irlandés, quien lo expresó quizás con mayor claridad: “Yo hago el voto de no negarle a Jesús nada que yo vea claramente que Él me está pidiendo, no importa el sacrificio que esto requiera”. Jesús fue al templo a los doce años, y cuando regresaron a su casa, dice el evangelio que “iba creciendo en sabiduría y en gracia”. Iba creciendo, dice. Es decir, que a los treinta años él sabía mucho más que a los doce, que lo suyo fue un proceso, igual que el de cualquier persona como usted y como yo. Cuando fue a bautizarse con Juan, se escucha la voz del Padre revelando quién es Jesús, y el propio Juan lo declara: Él es el Mesías. ¿Qué sucede en ese momento? Que “el Espíritu lo condujo enseguida al desierto para que fuera tentado por el diablo”. Y allí el Señor se define en tres campos: Primero, lo suyo no es darse gusto convirtiendo piedras en panes. Segundo, tampoco darse importancia, tirándose espectacularmente de la parte más alta del templo para que los ángeles lo apararan; y tercero, su meta no es conquistar el poder, para mandar y ser obedecido. Entonces, si sus esfuerzos no iban a ser dirigidos a darse gusto, ni a darse importancia, ni a lograr el poder, que son las tres metas que mueven a la gente... La pregunta de hoy ¿Cuál era la actitud básica que daba sentido a todo lo que hacía Jesús?He hecho esta pregunta a un grupo de personas, y uno de ellos, José E., la contestó casi enseguida: La actitud básica de Jesús fue siempre cumplir con la voluntad de su padre. Ir viviendo el proceso día por día de dejarse conducir por el espíritu de Jesús cada vez con más claridad y menos resistencia, nos situará detrás de quien afirma “Yo soy el camino, la verdad, y la vida”. “Dichosos los que tienen hambre y sed de hacer lo que Dios quiere, porque sus deseos serán saciados” (Mateo 5,6). Nota: Doy gracias a Dios y al Listín Diario, (primer periódico que acogió esta columna semanal), así como a La Información y al semanario Camino porque hoy cumplimos 30 años de publicar ininterrumpidamente esta humilde columna, y sobre todo, gracias señores directores. ¡Gracias, señor!

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