El voto preferencial

La debilidad de la democracia no se resuelve con menos democracia, como se pretende hacer desde sectores de las cúpulas partidarias que quieren aprovechar la reforma a la Ley Electoral para eliminar el voto preferencial con el argumento de que ese modelo fomenta el clientelismo y que el dinero prevalece sobre las propuestas y la idoneidad de los candidatos, además de que provoca una especie de canibalismo fratricida por la competencia entre miembros un mismo partido por posiciones electivas.

Quienes se sitúan en contra del voto preferencial arguyen que ese modelo también es proclive a facilitar el fraude porque los candidatos pueden pagar a los delegados para que en el escrutinio modifi quen las actas o marquen boletas donde el votante no haya expresado preferencia por ninguno de los diputados, lo que al mismo tiempo difi culta el escrutinio y el trabajo de los centros de votación y consecuentemente de las Juntas Municipales y de la Junta Central Electoral. Todo eso puede ser cierto… Se trata de cuestiones que por años han debilitado a los partidos y deteriorado la calidad de los funcionarios electos y hasta la credibilidad de los órganos electorales. Por tanto, en medio de la discusión de una reforma al sistema electoral, lo relativo al voto preferencial debe ser parte central del debate.

Pero la solución no puede implicar un retroceso, sino aprovechar la coyuntura para perfeccionar el modelo.

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