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PANCARTA

Atrapados y sin salida en el juicio de la historia

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Raúl Pérez Peña (Bacho)Santo Domingo

Cuarta parte San Francisco de Macorís: Misión cumplida. San Francisco de Macorís demostró el que su reputación de conglomerado de marcada conciencia ciudadana no es una etiqueta ni fama banal.

San Francisco de Macorís escenificó la más grande movilización de su historia diciendo presente y misión cumplida, en el nuevo proceso dominicano, desde el 22 de enero en Santo Domingo, el 5 de marzo en Puerto Plata y el 26 de marzo en Santiago.

En tres meses suman cuatro movilizaciones con cientos de miles de ciudadanos de todas las edades, orígenes sociales y banderías políticas, procedentes de todo el país, con un discurso firme contra la corrupción y la impunidad. Leído con la autoridad moral del padre Moncho, el manifiesto de San Francisco reclamó expresamente al gobierno de Danilo Medina el cese de la corrupción desbordada y justicia para los corruptos.

Si el Gobierno no escucha las advertencias que entrañan estos reclamos, la ira que provoca su desidia pueden convertirse en rebeldía colectiva, dijo el sacerdote católico.

Lo expresado es tolerante en tanto condiciona la advertencia a la reacción oficial. Si los oídos palaciegos siguen sordos ante las exigencias y los derechos del pueblo, el estado de ánimo se puede convertir en rebeldía colectiva.

En ese mensaje preciso no hay brechas para la manipulación.

Es obvio que desoír el clamor de justicia contra la corrupción y la impunidad, deja en la cancha oficialista la responsabilidad de las reacciones que pueda asumir un pueblo “jarto” de burlas.

El mensaje del movimiento verde pide un proceso judicial a los responsables del escándalo Odebrecht y otros casos de corrupción, y no lo que decidan los corruptores, leyó el padre Moncho.

Pero el Gobierno provoca la evolución de la tolerancia a la rebeldía con acciones como la “homologación” o sentencia favorable a Odebrecht y las “declaraciones” en que Mónica Moura busca limpiar de culpas al Gobierno y a Odebrecht simultáneamente.

Mientras saltan y brincan, el pueblo dominicano no se inmuta. Al estilo “Los Guaraguaos”, la gente está segura de que: “está llegando... la hora”.

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