EL BULEVAR DE LA VIDA
Sócrates, MCK y la violencia
MCK Y EL FUCSIA Cuentan que en unos de sus tantos exabruptos machistas el nobel Camilo José Cela afirmó que un caballero “no mira escaparates”, o sea, las vitrinas de las tiendas. Otros han ido más lejos diciendo que ni mirar escaparates ni hacer algo peor: reconocer el color fucsia. Por lo anterior, embelesado y torpe, pedí auxilio a mi querido primo Sócrates, gran conocedor de modas, modelos y diseños. Uno necesitaba saber el color del vestido de la mujer que a mis ojos era la más elegante, bella, digamos que “iluminada” de la noche. Con la seguridad en sí mismo de siempre, el muy canalla primo me respondió sin titubear: “Ese vestido es fucsia.”. Yo pensé, “¿y qué me habrá querido decir?”. Después de una minuciosa disertación sobre el origen, la historia y el contenido filosófico- antropológico del color fucsia, yo quedé convencido de la existencia objetiva del color, sí, pero también aprendí -gracias a la presencia de esa mujer de rasgos andaluces- que existen ángeles cuya altivez es capaz de engalanar una noche perfumada por el buen tertuliar de la amistad, y hasta dignificar con su elegancia interminable un color cuyo nombre suena tan falso y cursi como decir: “dientes de perla y ojos de rubí” a la mujer amada. (En realidad sus dientes eran blancos de pétalos en flor, y sus ojos eran dos cantos brujos escapados de la noche negra de Andalucía, yo los vi.) ¿“Andaluza de Jaén”? Que aquella tarde/noche Sócrates estuviese presentado su línea de ropa masculina MCK con el éxito y la glamour de todo lo que hace, no impidió ni el embeleso ni la pregunta y menos su seca respuesta: “Ese color es fucsia”. Su cortante respuesta, en plan “boche”, “primo bruto”, me importó poco, la oí pero no la escuché. Yo estaba en otro borde del sentir. Toda la noche y mi atención fueron para esa desconocida mujer que llegó a Il Prato, vestida con los sueños de mis ojos, que no pararon de mirarla, y “un traje sastre color fucsia”, según Sócrates McKinney Vitiello, el mismo de la firma MCK.
LA DELINCUENCIA VIENE BAJANDO En lo últimos meses, en el polígono central de la capital han ocurrido graves hechos de violencia. Ante la frecuencia y gravedad de éstos, es lógico pensar que la violencia en su expresión delictiva ha aumentado en el Gran Santo Domingo. Pero no es así exactamente, más bien es que ella como un río de sangre y miedo viene bajando. Así como el amor no desaparece porque solo cambia de casa, así el asalto y la violencia han cambiado de zona, barrios, víctimas, pero no ha aumentado considerablemente. Y lo que antes era asunto de barrios “calientes”, hoy ocurre cotidianamente en cualquier esquina de la Lincoln a miembros de la amplia clase media con todo su poder de reproducción mediática a través de las redes. Sólo ahora, que la violencia viene bajando y se asienta burlona en las calles, los semáforos y los mall, en restaurantes de moda y discos HI; sólo ahora, los residentes en el polígono central nos enfrentamos realmente a lo que significa la debilidad, corrupción e ineficiencia de la Policía Nacional, a los hijos malditos que parió la impunidad tan celebrada desde siempre, la corrupción bendecida tantos años. Y es tan frágil y leve esta vida ya, que ahora al fin lo sabemos: Venimos de un polvo, nos vamos con el viento y dejamos estos lodos.
CON TODOS Y A TIEMPO Viene bajando la violencia, está llegando a los barrios “bien” para quedarse a hacer el mal y, quién lo diría, al fin es noticia el dolor. Sentimos que se hunde el país, el exilio ya no es una opción, el ciudadano no duerme, la madre no respira, y entonces llegamos los periodistas con nuestras columnas, programas radio y televisión, con nuestros noticiarios, pero nada de esta violencia desmadrada es nuevo para la mayoría de la población capitaleña, es sólo que hacia el polígono central viene bajando la violencia con su negro manto de muerte con su frío abrazo de dolor, ya dije. Ojalá y nos sirvan estas sombras, estos miedos, para valorar el sol de la aburrida paz, y entender que la sociedad toda es nuestra casa y cada hogar dominicano nuestra familia. En fin, no olvidar a León Felipe y su vuelo: “porque no es lo que importa llegar solo ni pronto, sino llegar con todos y a tiempo”.