Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

FE Y ACONTECER

“Señor, Auméntanos la Fe”

Avatar del Listín Diario
Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

Vigésimo Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario 2 de octubre 2016 - Ciclo C

a) Del libro del profeta Habacuc, 1, 2-3. 2, 2-4. ¿Quién fue el profeta Habacuc y cuál su mensaje? Aunque no se sabe exactamente el tiempo en que profetizó, se cree comúnmente que fue contemporáneo de Jeremías.

La profecía hace referencia a los últimos tiempos de la gran paciencia de Dios sobre los pecados de su pueblo, poco antes de su exterminio por los caldeos. Después de mostrar su extremo pesar en vista del gran sufrimiento con que Dios toleraba las abominaciones de su pueblo sumergido en todo género de impiedad y vicios, el profeta se pregunta extrañado por qué Dios ensalza tanto y hace prosperar a los babilonios, nación impía y violenta, disoluta en sumo grado. Es el problema del mal, planteado a nivel de las naciones.

El Profeta se encuentra desconcertado ante la angustia del pueblo, no entiende el silencio de Dios ante la injusticia. Comienza su profecía con las preguntas dirigidas a Dios: “¿Hasta cuándo...? ¿Por qué, Señor?”. Habacuc tiene que contemplar desgracias, violencias, catástrofes, luchas, sin que Dios dé muestras de percatarse de la situación en que está su pueblo.

Sus preguntas son las mismas que formulan muchas personas ante la maldad humana cuando no aceptamos vivencialmente la respuesta de la fe. La respuesta del Señor al profeta es muy clara: “El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por la fe”. Con otras palabras, el injusto vive engreído complaciéndose en la maldad, “tiene el alma hinchada”, pero el justo, que vive conforme a la voluntad del Señor, “vive por su fe”.

En el Capítulo 2, con una imagen viva, como si retara al Señor, le reclama una respuesta: “En mi puesto de guardia me pondré, me plantaré en mi muro, y otearé para ver lo que Él me dice, lo que responde a mi querella”. La respuesta del Señor es la misma: “He aquí que sucumbe quien no tiene el alma recta, mas el justo por su fidelidad vivirá”.

Es una lectura muy práctica para quienes tienen que enfrentar situaciones difíciles, en estos casos el Señor nos dice a través del profeta, “paciencia, todo llegará sin retrasarse, pero si tarda espera”. Así como “el injusto se hincha”, pero la hinchazón es viento y vacío, el justo salvará su vida mediante la confianza plena en el Señor, con su fiel perseverancia en el cumplimiento de las exigencias divinas.

b) De la Segunda Carta del Apóstol San Pablo a Timoteo 1, 6-8. 13-14. El autor de la segunda carta a Timoteo le exhorta a seguir adelante en el testimonio de Cristo Jesús arrostrando todos los peligros. En estos versículos se refleja la necesidad de avivar los ministerios a fin de cumplir la tarea con total fidelidad. Aquí se ponen de manifiesto los elementos pastorales del que ha recibido el don de Dios para dirigir una comunidad cristiana.

San Pablo insiste en esta carta pastoral que los seguidores de Jesús recibieron una gracia especial para poder afrontar todas las dificultades y sufrimientos que conlleva el cumplimiento de su misión, por eso insiste no pierdas el ánimo, la gracia recibida en el bautismo, sigue viva y hay que actualizarla movidos por la responsabilidad y la confianza para testimoniar la verdad del Evangelio en este mundo. La evangelización es una ardua tarea, que exige en el evangelizador y en toda la comunidad un valor a toda prueba, nunca puede avergonzarse de dar testimonio de su Señor.

c) Del Evangelio de San Lucas 17, 5-10. La liturgia de la palabra correspondiente al vigésimo séptimo domingo del Tiempo Ordinario, podríamos decir que se centra en la fe. La súplica de cualquier persona en momentos de crisis es: “Señor, auméntanos la fe”. Debemos decir que nunca ha sido fácil creer y defender la verdad, pero en los tiempos actuales la duda y la inseguridad parecen algo constitutivo de la existencia de muchas personas.

Y no hay sólo crisis de fe, hay dudas sobre los sistemas políticos, sociales y económicos. Surge el desencanto y la indiferencia tanto en los adultos como, sobre todo, en los jóvenes. Entonces brota del corazón la pregunta de Habacuc, “¿Hasta cuándo, Señor?” o bien pedimos, como los Apóstoles, “Señor, auméntanos la fe”.

La fe en Dios es un don divino totalmente gratuito, que debe ser cultivado por cada persona. Esto significa que no podemos contentarnos con una fe infantil, ingenua, superficial y cómoda. La base humana de la fe adulta es una aceptación responsable, personal, madura de la verdad de Dios. Puede decirse que la fe tiene su parte de convicción humana, es razonable fiarse de Dios y aceptar su palabra y su testigo, Jesús de Nazaret.

La fe echa raíces en seres humanos concretos, con inteligencia y corazón, y sometidos a un proceso personal en evolución progresiva, por eso se pueden apreciar los cambios en las diversas etapas de la vida: infancia, juventud y madurez, en el matrimonio y la familia, en la salud y en la enfermedad. No es que cambie la fe ni su contenido, pero sí la vivencia de la misma, por eso hoy hemos de esforzarnos por dar respuestas nuevas a los nuevos problemas para evitar el divorcio entre fe y vida, fe y ciencia, fe y testimonio.

La fe, por consiguiente, es respuesta, entrega y adhesión de la persona a Dios; es una opción fundamental y radical por Dios fiándose totalmente de Él, un compromiso capaz de orientar toda nuestra vida, mente, corazón, criterios, conducta, al estilo de Jesús. No es tener a Dios a nuestro servicio, sino ponernos plenamente a disposición de Él, fiándonos de Él y acatando su palabra y su voluntad.

Hay que avivar continuamente la fe, como dice San Pablo a Timoteo, pues, es un don de Dios y hay que pedirlo constantemente. Necesitamos una fe viva y operante, “no tengas miedo de dar la cara por nuestro Señor”. Con la oración, el estudio, la lectura bíblica, la meditación y compartiendo en grupos de fe y reflexión profundizamos y personalizamos nuestra fe. Es evidente que la actitud que debe dirigir siempre la vida de los discípulos, elegidos por Cristo, es una fe firme y un servicio desinteresado a los demás.

Fuentes: Luis Alonso Schˆkel: La Biblia de Nuestro Pueblo.

B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra.

Tags relacionados