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“Te Seguiré a donde Vayas”

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Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

“Te Seguiré a donde Vayas” Decimotercer Domingo del Tiempo Ordinario 26 de junio 2016 - Ciclo C

a) Del primer libro de los Reyes 19,16b. 19-21.

Los profetas procedían de todos los ambientes y de todos los estratos sociales. Algunos habían nacido en la ciudad, como Isaías. Otros venían de ambientes rurales, como Amós y Miqueas. Jeremías y Ezequiel pertenecían a familias sacerdotales. Eliseo fue llamado al ministerio profético mientras se hallaba en el campo arando doce yuntas de bueyes.

Casi todos los llamamientos proféticos están refrendados por un gesto externo o signo sacramental. A Isaías un serafín le purificó los labios con un carbón encendido. A Jeremías el Señor mismo alargó la mano y le tocó la boca, al tiempo que le comunicaba sus palabras. A Ezequiel Dios le dio a comer un libro enrollado, que le supo a miel (cfr. Ez 3, 1-3).

Eliseo, al ser llamado, se desprende de todo lo que tiene, se despide de los suyos y sigue a Elías que le da la investidura echándole el manto encima. El manto profético le signa con una nueva personalidad y le lanza a la misión. Con más o menos prontitud lo cierto es que Eliseo rompe con su pasado, abandonó sus campos, sus yuntas y su familia y entró al servicio de Elías, para iniciar así una nueva misión. El profeta es el hombre de Dios en el mundo de los hombres.

b) De la Carta del Apóstol San Pablo a los Gálatas 5, 1.13-18.

Pablo comienza las exhortaciones finales de su carta con un tema vital para la vida cristiana, el llamamiento a la libertad: “Para vivir en libertad, Cristo nos ha liberado. Por tanto, manteneos firmes, y no os sometáis de nuevo al yugo de la esclavitud. Hermanos, vuestra vocación es la libertad...” (13).

El encuentro con el Señor a las puertas de Damasco hizo del Apóstol un hombre libre y, desde entonces, la liberación será el tema constante de su predicación. La vocación común de los cristianos es la libertad que Cristo nos ha conseguido para amar más y mejor. La libertad del que ama a Dios y a los hermanos, la libertad del justo, del santo, no es vivir sin ley, sino identificación total de su voluntad con la de Dios, con el bien y con la verdad. El motivo principal por el que no somos libres, no está fuera sino dentro de nosotros mismos. Es de dos tipos: o son los miedos, por lo que observamos la ley, pero sin íntima convicción, o por el contrario, son los deseos desordenados, los instintos no sometidos a la razón, la sensualidad desenfrenada, los que nos empujan a violar toda la ley. Por tanto, por una parte, el legalismo y por otra el libertinaje.

El cristianismo es una liberación total, que está regulada por el amor al prójimo, ya que sin este amor faltaría el clima necesario para el ejercicio de cualquier libertad verdadera. El deber nuestro ahora, es “permanecer libres” y no volver a caer en una de las dos esclavitudes. El cristiano, como hombre que debe ser del Espíritu, está llamado a ser libre y no a esclavizarse en lo que no tiene sentido.

c) Del Evangelio de San Lucas 9, 51-62.

En este evangelio se aprecian dos centros de interés claramente diferenciados: Jesús decide ir a Jerusalén desde Galilea, pasando por Samaria. Envía mensajeros por delante que preparen el ambiente antes de su visita y el hecho de que es rechazado por los samaritanos precisamente porque va a Jerusalén.

Ante la reacción de los Samaritanos, Santiago y Juan dicen: “Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?” Pero Jesús rechaza la reacción de los discípulos, los regañó y se marcharon a otra aldea. La violencia no entra en los planes de Dios.

En la segunda parte del pasaje Lucas recoge en este primer relato vocacional tres casos típicos de llamada y respuesta, y señala las condiciones básicas de todo discipulado. En los tres casos el lenguaje de Jesús habla de esfuerzo, de urgencia, prontitud y ruptura con todo, incluidos los lazos familiares, porque el seguimiento no admite dilaciones. No es que Jesús invalide el cuarto mandamiento, que afirma en otras ocasiones, sino que establece un orden de prioridades y lo primero es el Reino. Optar por él supone renunciar a lo demás. Nuestra vocación es la libertad en Cristo. Libres para amar. Jesús se dirige a Jerusalén, como vimos antes, al encuentro de la cruz que le espera.

Jesús nos llama a seguirle por ese camino difícil de la cruz, pero sabiendo que al final de esta ruta de libertad se encuentra la resurrección y la vida con El. San Pablo, en su carta a los Gálatas, dice que el seguimiento de Cristo, que conlleva abandono de nuestras seguridades, es vocación a la libertad.

Quienes sigan a Jesús han de estar desprendidos de las cosas y deben tener una disponibilidad completa. Cuando Dios llama ése es precisamente el momento más oportuno.

La disponibilidad de quien siga a Cristo ha de ser pronta, alegre y sin condiciones. Dilatar el seguimiento de Jesús que pasa a nuestro lado puede significar que más tarde, cuando intentemos darle alcance, ya no lo encontremos. El Señor hace constantes llamados a cada uno, es bueno ver en la oración personal si estamos respondiendo con prontitud y diligencia a su vocación.

El seguimiento de Cristo no admite sentimientos, volver a pensar, compromisos. El labrador que ara el campo con la vista vuelta atrás, de seguro no trazará un surco rectoÖ Jesús da la misma enseñanza en positivo con las parábolas del tesoro escondido en el campo y la perla. Ni el ciudadano ni el mercader tienen tiempo para calcular o sopesar: a fin de no perder el tesoro y la perla lo venden todo y de inmediato. No miran hacia atrás.

La enseñanza perennemente actual de esta página del Evangelio es que no se puede relegar a Dios a un pequeño ángulo de la vida, anteponiéndole prácticamente todo: trabajo, negocios, deportes, familia... no debemos cometer el error de anteponer sistemáticamente lo urgente a lo importante. Hay una cosa verdaderamente importante en la vida, desperdiciada la cual está todo perdido.

Los ambientes y comunidades cristianas deben caracterizarse por la sencillez, la alegría, la fraternidad y la coherencia de vida. No puede confundirse el mensaje de Jesús que es donación de vida y filiación divina, libertad y gozo, con interpretaciones rigoristas que infunden miedo, tristeza y angustias.

Fuente: Luis Alonso Schˆkel: La Biblia de Nuestro Pueblo. B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra. R. Cantalamessa: Echad las Redes.

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