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Importancia económica de la democracia

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Daris Javier CuevasSanto Domingo

En una sociedad organizada sobre la base de la institucionalidad y el respeto a sus valores históricos y constitucionales, el panorama macroeconómico predominante ha de girar alrededor de la estabilidad que, a su vez, ha de procurar fomentar y fortalecer los valores que fundamentan la democracia a escala ascendente. Pero la democracia en su sentido más amplia involucra un cambio en la economía de manera global, se preocupa por el bienestar de la gente, lo que en la práctica se traduce en un interés por la satisfacción de las necesidades de la sociedad de manera global. En virtud de que la satisfacción de las necesidades de las personas es una preocupación de la economía, la cual es una forma de impulsar la democracia, entonces conocer la dinámica de las actividades económica, permite a los individuos ser un votante ilustrado ya que conociendo la teoría económica se está en capacidad de evaluar la factibilidad o no de la aplicación de los planes del gobierno que en materia económica, los políticos y candidatos ofrecen. Si se parte de este axioma, entonces se puede entender mejor que el crecimiento y desarrollo económico de un país de manera sostenida es el fin primordial de la economía, el cual se traduce en el bienestar general de la sociedad y ese enfoque se enmarca en las aspiraciones legítima y racional de una democracia incluyente.

Establecido ese marco, entonces, ¿qué procede cuando se logra alcanzar la democracia? En el enfoque simplista se entiende que una democracia se reduce a elegir y ser elegido, que exista el derecho a disentir o libertad de expresión y de las ideas o la existencia de organizaciones políticas y sindicatos. Pero resulta que la democracia no puede interpretarse de una manera tan miope ya que la misma es algo más que eso, es ver más allá de la curva, es mitigar la repetición de lo que en palabra de Vladimir Lenin calificaba como “la enfermedad mortal del infantilismo”.

Siendo así las cosas, entonces, lo que procede conjuntamente con la conquista de la democracia es la inclusión como antítesis a la exclusión, la certidumbre ante el desasosiego, las oportunidades ante el nepotismo e igualdad ante la desigualdad. Para lograr esto, entonces, se requiere que la democracia plena sea una conjugación de la democracia política, la democracia social y la democracia económica, por lo que los efectos positivos de ésta han de lograrse sobre esa base donde la población la perciba y la vea concretizar de manera favorable a su entorno y su realidad cotidiana.

Muchas veces, con sobrada razón, el profesor Juan Bosch repetía que “cuando la economía anda mal, la política andaba mal”, y es cierto, porque si una economía es muy volátil en su crecimiento, entonces la situación de la población se agrava de donde puede surgir inestabilidad política, social e institucional que van a impactar en la estabilidad democrática hasta convertirla en frágil, por lo que se recurre a una de la palabra más usada de nuestros tiempos, que es la palabra “crisis”. Cuando la velocidad del crecimiento de la economía se interrumpe, entonces le damos importancia, ya que el próximo paso es saber que la crisis está presente y se percibe porque su metástasis afecta al cuerpo institucional que soporta la sociedad, la democracia y, por ende, la economía.

Los cambios que hoy en día se producen, a una gran velocidad, en el mundo, permiten cuantificar el grado de relación existente entre la economía y la democracia, lo que reconoce identificar que en los países de economía emergente esta relación es muy íntima y frágil, la cual se ha logrado medir con una mayor precisión a través del índice democracia, el índice de libertad económica, el índice de desarrollo humano y el coeficiente de Gini para calcular el nivel de pobreza prevaleciente.

Pero es que la democracia encuentra su sentido constructivo cuando se mide su eficacia, fruto de la inviolable presencia de las libertades políticas, el respeto a los derechos humanos y la satisfacción de las necesidades económicas de los individuos.

Es en ese contexto que la democracia en las economías emergentes, el índice de democracia avanza muy lento, explicado esto por tres factores fundamentales; en primer lugar está el hecho de que el crecimiento económico es perturbado porque las libertades y los derechos humanos son muy vulnerables; en segundo lugar, que prevalecen elevados niveles de pobreza que crean razones justificables para que la mayoría piense más en resolver sus insatisfacciones económicas que reclamar más democracia; y, en tercer lugar, está el hecho de que gobierno y ciudadanía no priorizan el respeto a los estamentos institucionales, promoviendo así la indisciplina y las violaciones a las leyes.

Al respecto, cabe destacar la interpretación del premio Nobel de Economía, 1998, Amartya Sen, en su libro Desarrollo y Libertad, en el cual entiende que “los logros de la democracia dependen no solo de las reglas y los procedimientos que se adopten y se salvaguarden, sino también de la forma en que los ciudadanos utilicen las oportunidades”. Más aun, “el grado en que aprovechen esas oportunidades dependen de toda una variedad de factores”. En tal sentido es determinante el tipo de política económica instituida y el rol racional que juegue la oposición política.

El autor es economista

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