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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Logros de Pío XI

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Manuel P. Maza Miquel, S.J.Santo Domingo

A comienzos del siglo XX, la iglesia Católica se encontraba a la defensiva en la arena pública. Todavía guardaba el lastre su alianza con la monarquía. Su incursión en el problema social era reciente (1891 con la Rerum Novarum). La jerarquía sola mal podría enfrentar el anticlericalismo liberal y los retos pastorales que surgían de los regímenes totalitarios de partido único obsesionados por controlar todos los aspectos de la vida humana, especialmente la formación de la juventud, la opinión pública y el poder.

Pío X había reorganizado el movimiento católico italiano. En su encíclica “Il firmo propósito” del 11 de junio de 1905 trazaba las líneas maestras de lo que llegaría a llamarse “la Acción Católica”. Aspiraba a entronizar a Jesucristo en la familia, la escuela y la sociedad. Pío X miraba a los laicos como meros ejecutores en la vida pública de los lineamientos de la jerarquía y especialmente del Papa. La Acción Católica que conoció la Iglesia universal desde los finales de los 1920 y comienzo de los 1930, fue obra de Pío XI. Los laicos seguían siendo meros cooperadores de la jerarquía, pero ante ellos se abría todo un campo de acción: crear una alternativa a los regímenes totalitarios, particularmente en lo que respecta a los movimientos juveniles y la educación.

El P. Joseph Cardijn y un grupo de obreros fundarían en 1924 el primer movimiento de Acción Católica especializado dirigido al mundo del trabajo. Con el apoyo de Pío XI paró las acusaciones de querer introducir la lucha de clases en la Iglesia. De la mano de Fernando de Arango, S.J., en 1959, con 14 años escuché a uno de aquellos fundadores de la Juventud Obrera Católica en el Teatro José Martí de La Habana. Sin saber francés, comprendí al orador obrero: “Los capitalistas quieren sanear la pecera de la sociedad, curando los peces uno a uno para luego tirarlos en la misma agua. Los comunistas quieren cambiar toda el agua, y luego verán qué hacer con los peces que queden. Hay que cambiar el agua mientras curamos los peces.”

El 29 de junio de 1931 en su encíclica “Non abbiamo bisogno”, Pío XI denunciaba el intento fascista de Mussolini de monopolizar la juventud, controlar la familia y enjaular a la Iglesia en las sacristías. El Papa hacía visibles las garras del Estado totalitario. Ese mismo año salía al aire Radio Vaticana. El 12 de febrero de 1931 por primera vez en toda la vida de la Iglesia los católicos del mundo entero escucharon la voz del Papa.

Pío XI comprometió a todas las órdenes religiosas en la tarea misionera. En las huellas de Benedicto XV, apoyó el clero nativo que creció de 3,000 a 7,000 miembros durante su pontificado. El 28 de octubre de 1926 ordenó a los primeros 6 obispos de China, pasando por alto las reservas de algunos. En el 1927 consagró al primer obispo nacido en Japón. A Pío XI se debe la facultad de misionología de la Pontificia Universidad Gregoriana.

Desde Benedicto XIV (1750-1758) la Iglesia no contaba a un Papa erudito. Pío XI rehabilitó a varias de las figuras durante la caza de brujas antimodernista, fundó el Pontificio Instituto de Arqueología, y mudó a Castel Gandolfo el Observatorio Vaticano, ahora dotado con instrumentos modernos. Creó la Academia Pontificia de la Ciencia a la cual se afiliaron científicos de renombre.

A su muerte en 1939, 35 de los 64 cardenales eran italianos, y el resto procedía de Europa, exceptuando a cuatro. Hombre capaz, alpinista de cumbres escabrosas, brillante y autoritario, no quería cooperadores ni asesores, sino ejecutores. Le tocó enfrentar con valentía el nazismo y el comunismo.

El autor es profesor asociado de la PUCMM

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