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ORLANDO DICE

Los próximos pasos a dar después del informe de OEA

LA RESPUESTA.- Un individuo que la estaba pasando mal se recordó de su amigo funcionario y lo visitó con una propuesta de servicio de fumigación. La respuesta no se dejó esperar: “Fulano, quisiera ayudarte, pero aquí no hay ratones” --“No te preocupes, Zutano, que si ese es el problema, yo te lo resuelvo. Te traigo los ratones”. Más o menos lo que acaba de hacer la OEA con República Dominicana. Se ofrece a mediar con Haití, y como se le dijo que no desde principio, se inventa un conflicto. Lo esperable. No era verdad que el organismo iba a enviar una misión, y dar el viaje por perdido, cuando lo suyo era dar una mano al gobierno haitiano o a sus asociados del CARICOM. La respuesta de las autoridades dominicanas fue buena, pero de palabras, y la circunstancia impone algo más. Y ese podría ser el problema ahora. Asumir la circunstancia, y hacer lo que manda la ley. Esto es, repatriar a los haitianos que no se regularizaron. Por las razones que fueren. La ley no tiene por qué discernir y tomar en cuenta atenuantes…

LA ALARMA.- El gobierno, antes y ahora, no tiene más que amagos. El vocero Roberto Rodríguez de Marchena más o menos lo dejó entrever cuando dijo que el gobierno no anunciará repatriaciones para no alarmar. ¿Alarmar de qué, a quién? ¿A los haitianos irregulares o a los organismos internacionales que advierten al país, como si este fuera un muchacho chiquito y ellos adultos con correa en la mano? La regularización nunca será buena o mala, siempre será regularización. Pero para que se lleve a cabo, y pueda juzgársela, tienen que cumplirse todas sus fases. La repatriación sería la última. Entonces, de nada vale que se reivindique la soberanía o se proclame el derecho a una política migratoria propia, sino se actúa en consecuencia. Hasta que no se mande a Haití al primer irregular, cumpliendo con el protocolo, no se puede hablar con solvencia e integridad. Los hechos se demuestran haciendo, no diciendo, y hasta ahora las palabras no se corresponden con la realidad. Si lo restante quedara en el limbo, se habría perdido la principal batalla…

EL SALTO.- No hay dudas de que el gobierno jugará en cancha ajena, y ya no valdrá prudencia, sino habilidad. El primer haitiano que se repatríe será una prueba de fuego, pues de seguro será objetado por las autoridades haitianas, que se agarrarán de cualquier detalle para no darle cabida en su territorio. Una situación difícil, pues los haitianos harán, pero los organismos dirán. ¿Cómo considerar a un individuo que no aceptan aquí y tampoco allá, y al que no se puede dejar en medio del Masacre? Los haitianos reparten cartas marcadas, y su póquer será engañoso, pues, desde siempre se comportan como tahúres de frontera. El caso será la coronación de la apatridia, y todos los enemigos de República Dominicana se sentirán reconocidos en su verdad. Ese paso, por tanto, hay que darlo, y que sea lo que esas entidades –gobiernos, organismos, personalidades– quieran. No puede saberse si un paracaídas funciona hasta que el sujeto no se lanza, y tiene que hacerlo, porque al avión le queda poco combustible, o porque se tiene decidido el salto...

LA OPORTUNIDAD.- Las autoridades están forzadas a carabina, y no puede dejar caer un fly al infield, pues la grada está expectante. La población responde a su credo, y es mucho lo que arriesga si cambiara de ánimo y doblegara su entereza. El exterior, es el exterior, y el interior, es el interior, y deberá decidir de acuerdo a la coyuntura, y toda coyuntura es política. Las posiciones de sus homólogas haitianas son populistas, y tienen en cuenta las elecciones. Las posiciones del gobierno no pueden ser menos, ya que aquí también habrá elecciones. Es más, las haitianas son hasta ahora un albur, en tanto que las dominicanas, insospechables. El temperamento de la población, y el estado de opinión pública, favorecen una política más agresiva. El gobierno tiene, por tanto, una situación ideal. Tiene ambiente y medios para hacer lo que nunca se había hecho: Poner a Haití en su puesto. Ahora o nunca, como el Now or Never de Elvis Presley, pues en cualquier otro momento será tarde. Las oportunidades las pintan calvas, pero también con pelo duro…

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