PENSANDO

Dominicanidad en Cooperstown

La llegada del Monstruo de Manoguayabo, Pedro Martínez, a Cooperstown, es un paso gigantesco que en su primera pisada con Juan Marichal, nos enorgullece de ser dominicanos. Para el dominicano que respira el oxígeno purificador de esta identidad nacional, fue más que gratificante escuchar y ver el testimonio de un hijo del pueblo, como Pedro Martínez, manifestar a las nuevas generaciones que abriguen la esperanza de convertir sus sueños en realidad trabajando con disciplina, respeto y perseverancia; para alcanzar el triunfo con dignidad.

Nunca olvidaré en el 2004 cómo Pedro se abrazaba a la bandera tricolor en ese momento histórico, cuando se producía el último “out” para dar a Boston el Campeonato Mundial, después de 86 años; y como hablaba de la dominicanidad en diferentes escenarios de gloria, como cuando ganó sus tres “Cy Young”, fue elegido ocho veces para el Juego de las Estrellas, coronando su grandeza con la triple corona del pitcheo con 313 ponches, 23 victorias y 2.7 de efectividad en 1999. Su habilidad para competir con una memoria fotográfica, cuatro pitcheos dominantes y un instinto asesino, lo hicieron trascender dentro de los más grandes lanzadores.

Hoy su legado lo coloca en el templo de los inmortales, no solo por sus hazañas en el terreno de juego, sino también por la vergüenza con que llevó su origen, virtud que solo los grandes de espíritu exhiben en cada paso. Ser testigo presencial en el Acto de Exaltación en Cooperstown, también me enseñó que la grandeza de un liderazgo tiene como denominador común la humildad frente al reconocimiento.

Vale destacar la presencia del Estado dominicano en la persona del ministro de Turismo, Lic. Francisco Javier García, abanderado de las mejores causas dominicanas; del embajador dominicano en Washington, José Tomás Pérez, contestatario defensor del país; a la prensa deportiva dominicana que comunicó las incidencias de esta proeza deportiva y al pueblo dominicano unido en la celebración.

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