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Somos sobrevivientes

El ministerio de Industria y Comercio, anunció recientemente una nueva norma para la elaboración de jugos y néctares. Me sorprendió, porque creía que desde hacía casi veinte años estábamos regidos por la norma Nordom, que no permite llamar jugo a un néctar, y viceversa, o a un “sabor a”, llamarle “jugo de”.

¿Quién vigila la cantidad de fruta que contiene cada cosa que se vende por ahí con nombre de “jugo”, cuando apenas llega a “sabor a”?. ¿Quién le exige a un fabricante de malta las pruebas para poder decir en su publicidad que, tomándose una botellita de ese producto, se tiene energía para todo el día y no necesita más? ¿Quién hace evaluaciones aisladas, adquiriendo productos en los puntos de venta, para analizarlos y determinar el contenido de bacterias, la cantidad de carne, el componente de harina de soya, de colorantes prohibidos y demás vagabunderías? ¿Quién supervisa la verdad de las promesas que hacen tantos medicamentos populares, de venta sin recetas? ¿Puede asegurar un producto popular, que cura el crecimiento de la próstata, cuando lo que hace, quizás, es prevenir ese crecimiento?

La oficina de Altagracita Paulino, no tiene la capacidad para montar una supervisión como lo requiere un mercado con múltiple manufactura local e innumerables importaciones de Centro y Suramérica. Con todo y los millones que se gastan los gobiernos, nunca han podido crear algo como el Departamento de Asuntos del Consumidor, de Puerto Rico, que tiene una vigilancia efectiva contra todo intento de engaño al ciudadano, ya sea vía promesas publicitadas, como en comprobación del contenido en productos.

Por eso somos un país de sobrevivientes, donde a una marca de agua de las que se suponen más prestigiosas, un laboratorio le descubre bacterias y, cuando se les llama, la respuesta es “tuvimos un sabotaje en una partida”. Sin embargo, en vez de recogerla, como hacen las empresas serias en todo el mundo, la lanzaron al consumo.

Por donde quiera que se vea, ¡somos una sociedad de sobrevivientes!

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