Plástica

Ángel Urrely: una década llena de éxito

Artista. Urrely deja en los detalles su gran impronta dibujística.

Artista. Urrely deja en los detalles su gran impronta dibujística.

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Virginia Goris | Especial para LDSanto Domingo

El artista cubano residente en el país Ángel Urrely, cuya obra ha sabido consustanciarse y premiar en nuestro suelo, volvió a su lugar de origen para mostrar a sus compatriotas el avance medular y emocional logrado con su trabajo plástico en la última década.

En Casa Guayasamín de La Habana cuelga su exposición “Caribe alucinante”, una victoria personal y la demostración de que “el agradecimiento es la memoria del corazón”, al devolver a su patria el caudal que aprendió en varias de sus academias artísticas.

“Caribe alucinante”, como su título lo indica, se trata de su visión de las deslumbrantes islas que nos circundan, con empeño en la actualidad sociopolítica, los aspectos cambiantes de los fenómenos culturales y la dinámica de las relaciones cotidianas que afectan a lo pueblos caribeños. Para ello, Urrely crea un discurso a partir de la yuxtaposición de imágenes, textos y un dibujo apretado y minucioso, alimentado de un inmenso océano de símbolos procedentes de las más diversas fuentes, como lo indica su catálogo expositivo.

“Ser artista es una de mis razones de estar en esta vida”, dice con elocuencia Urrely. Ser Caribeño es para él apropiar el concepto de libertad que fluye con cadencia en cada signo que pregona su sentido de isleño. El artista que lleva 18 años residiendo en el país, al que vino con el andamiaje de la rigurosa academia cubana y de manera especial del Instituto Superior de Arte (ISA), encontró en nuestro suelo la solidaridad de sus pares y amantes del arte que lo han catapultado a realizar su trabajo con dignidad, siendo premiado dos veces en nuestra Bienal de las Artes visuales.

Inspiración en los detalles locales En el encuentro con el país se nutrió Urrely de los colores vibrantes, de la icónica imaginería popular, de la música contagiosa del dembow, de su infaltable palma real, del tiburón que surca los mares y de toda la parafernalia de los rastros caribeños que conforman su celebrado bestiario personal.

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