COSAS DE DIOS
A cien años

Hay quienes no creen en la Virgen ni en los milagros que por su intersección muchos han recibido. Yo tampoco creía. Me pasé la mayor parte de mi vida observando con suspicacia a esas señoras que se ponían una mantilla para peregrinar hasta Higüey. Pensaba que hacer el Rosario era una cuestión de viejitas y, honestamente, de gente algo ignorante.
La connotación negativa de las letanías, pienso ahora, obedecía al escepticismo natural en los jóvenes, la falta de identificación con una tradición que nadie nos explica y que, por sí sola, no resulta atrayente y su deformación en libros y películas donde los rezos suelen asociarse más al mal que al bien. Revise y se dará cuenta.
El caso es que, lo he dicho, empecé a creer en los milagros, por intervención de la Virgen, cuando me tocó hacer un reportaje sobre el tema y llegué, toda escéptica, a la Basílica. Dios lo sabe. Pero cuando los testimonios de comerciantes, madres y personas de distintos niveles quedaron registrados en mi libreta de apuntes, también el Señor los escribió en mi alma. Me dije: no puede ser que todos estén equivocados.
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