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El “motorismo” desangra al país

El 62 por ciento de los accidentes fatales en el tránsito ha involucrado motores; mientras el 80 por ciento de los atracos y aventuras delictivas, también con alto saldo de muertes, se perpetran desde estos vehículos.

El “motorismo”, como se puede percibir, está desangrando al país. Y a ese factor es que preponderantemente debemos prestarle atención para intentar un esfuerzo serio de minimizar sus devastadores impactos.

Solo el año pasado murieron 2,122 personas, la mayoría en accidentes de motores. Esto significa que de cada 10 personas muertas en estas circunstancias, siete andaban en este tipo de vehículos.

Esas estadísticas abarcan únicamente a las muertes contabilizadas en el momento, no las que ocurrieron tiempo después de esos accidentes. Por tanto, el desangramiento es mayor.

Desde los motores es que se cometen la mayoría de los atentados fatales, los atracos, los robos, así como las más comunes infracciones a las leyes del tránsito, acompañadas de las osadas e imprudentes formas de conducirlos.

¿Qué espera, pues, la sociedad para reaccionar con firmeza ante esta mortal epidemia del motorismo?

Si el país supiera que por causa de estos accidentes, ya no solo de motores sino de todo tipo de vehículos, hubo un gasto social de 165,500 millones de pesos para responder a costos hospitalarios, traslado y atención a víctimas, operativos de emergencia, combustibles y otros conexos, reaccionaríamos de otra manera.

Hay que enfrentar ya la hemorragia del “motorismo”, que se lleva la vida o incapacita a miles de personas, tanto en accidentes como en acciones delictivas, como si se tratara de lo que realmente es y no queremos ver: la principal amenaza a la seguridad ciudadana de los tiempos modernos.

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