ENCUENTRO VERDE
“Los recursos, bienes y servicios que proveen los ecosistemas no tienen un coste cero”
Víctor Gómez-Valenzuela: La inversión en conservación por hectárea protegida en República Dominicana es de unos tres dólares. Para alcanzar un escenario óptimo de manejo habría que llegar aproximadamente a 11 dólares por hectárea en la próxima década.
El doctor Víctor Gómez-Valenzuela, profesor investigador del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (Intec), es el autor principal de los estudios Hacia la sostenibilidad financiera del sistema nacional de áreas protegidas de la República Dominicana y ¿Cuál es el valor de los ecosistemas protegidos de la República Dominicana?
Escritos junto a Francisco Alpízar y Solhanlle Bonilla-Duarte, los informes ponen valor económico por primera vez a gran escala a los servicios ecosistémicos provistos por el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (Sinap).
Son las publicaciones actualizadas al 2017 y puestas a circular a finales de 2018 de un estudio auspiciado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, en inglés) y el Ministerio de Medio Ambiente.
Aunque se trata de un documento muy técnico, Gómez-Valenzuela explica a los lectores del Encuentro Verde de Listín Diario la importancia del estudio y adereza la explicación con toda la experiencia que acumula como científico social y especialista en economía y ciencias del medio ambiente.
Destaca, de entrada, que el tema es más complejo de lo que la gente se imagina, y mucho más si se toma en cuenta que ya fue reconocido el inicio de una nueva era geológica, el Antropoceno, cuya marca distintiva no ha sido solamente la industrialización. “De acuerdo con algunos especialistas, una de las evidencias que te dice que estamos en el Antropoceno son los isótopos radiactivos dispersados por el planeta por las explosiones nucleares de Hiroshima y Nagasaki. Eso cambió para siempre la composición de la Tierra. Entramos a una nueva era geológica caracterizada por el cambio climático, la pérdida acelerada de la biodiversidad, los problemas de calidad ambiental, la expansión demográfica y la urbanización acelerada. Desde julio de 2007, por primera vez en la historia de las especies somos una especie urbana. 50 % fue el punto de inflexión ese año. Más del 50% de la población humana habitaba ya en ciudades. Fue la primera vez que pasamos a ser una especie urbana”. Señala que en países como República Dominicana, donde por encima del 70% de la población ocupa ya espacios urbanos, la presión y la demanda sobre bienes y servicios ecosistémicos suponen un reto enorme desde el punto de vista de la conservación de los recursos naturales. “La zona de conurbación más importante que tiene la República Dominicana, que es el Santo Domingo metropolitano, se abastece de un bien fundamental, el agua, que se produce en áreas protegidas que no están en su demarcación. Toda el agua de Valdesia, que viene al acueducto de Santo Domingo, se produce en la cuenca alta de los ríos Haina e Isabela, en la zona de Valdesia. ¿Cómo generas un modelo de desarrollo sostenible, porque la demanda de ese recurso se genera aquí, en la zona urbana de Santo Domingo?”
En la conversación con Gómez-Valenzuela participan Yvonne Arias, coordinadora del Encuentro Verde, y Eladia Gesto, coordinadora del programa de Conservación de la Fundación Propagás.
LD: ¿Cómo se le hace presión a los recursos naturales estando lejos de su zona de producción?
Hay una demanda de servicios que se incrementa a nivel de escala y agregación. Pero la gente no sabe de dónde salen esos servicios y qué valor tienen. Lo que está pasando con el guaconejo, en la frontera, es un problema ambiental encadenado a cadenas de valor global. Pero no se entienden las cadenas globales de valor económico asociadas a un problema puntual que te ocurre en un área protegida en el suroeste de República Dominicana; o sea, cómo una demanda de un bien económico determinado, en este caso una materia prima, está encadenada, valga la redundancia, a cadenas globales de valor de determinados bienes y servicios. Entonces, hoy en día esas cadenas globales de valor que presionan sobre bienes y servicios ecosistémicos son fundamentales. Para mí, la lectura y el lado más positivo que todo esto tiene es que la emergencia de la noción de servicios ecosistémicos supuso un cambio de paradigma para entender la relación de los seres humanos con el entorno natural. O sea, inmediatamente emerge la noción de servicios ecosistémicos pasamos a ver esto de forma diferente por una razón central: la noción de servicios ecosistémicos es estrictamente antropocéntrica, sigue una lógica antropocéntrica, y en la era del Antropoceno, en la que estamos viviendo ahora, entender la naturaleza es clave. Bueno, hay algunos teóricos que inclusive te plantean algo muy interesante, y es que la naturaleza se terminó, que no existe ya la naturaleza. No hay un solo espacio en el planeta que sea anecúmene, es decir, espacios intocados. Vas a la selva tropical (he trabajado en la selva tropical en Centro y Suramérica) y aún en poblaciones indígenas tradicionales hay una manipulación del ecosistema: la alteración de la flora, de la fauna, el tipo de agricultura y aprovechamiento que se hace. Lugares anecúmenes como tales, lugares intocados, ya no existen. (Esos teóricos) te plantean que llegamos al final de la naturaleza. Te planteas entonces el tema de servicios ecosistémicos en un contexto en el cual comprender la interacción del ser humano con ese entorno natural en términos de flujo de bienes y de servicios redimensiona sobre todo la relación que podamos tener con el entorno natural. Es un reto enorme, porque la noción de servicios ecosistémicos es una noción que nosotros le imponemos a la naturaleza. No viene de la naturaleza. Es una lógica con la cual nosotros entendemos los procesos naturales. Un servicio existe porque se demanda. Un servicio tan elemental como el servicio de regulación climática es un servicio como tal porque nosotros demandamos la regulación climática. Para la naturaleza eso es invisible, no existe. Un servicio ecosistémico como el de refugio y protección de hábitats como tal no existe para la naturaleza, nosotros lo conceptualizamos como tal. La función de criaderos como servicio de provisión en un ecosistema determinado existe como tal porque nosotros la conceptualizamos como tal, no porque la naturaleza tenga una función de criaderos.
Están las escalas de tiempo geológico y las de la naturaleza. Nosotros apenas tenemos 200,000 años como especie sobre el planeta y lo hemos alterado tan drásticamente que hemos creado una nueva era, la Antropoceno. El reto que tienes al final es cómo haces compatibles los retos de conservación con la satisfacción de necesidades porque tú necesitas mantener la diversidad biológica, porque la diversidad biológica te sustenta otros procesos más complejos que son garantes de tu propia subsistencia, en última instancia. Recursos genéticos, por ejemplo. Tú tienes, en el caso de República Dominicana, que nosotros no tenemos idea, cierta o clara, de la magnitud y escala de la diversidad genética que tenemos. No lo sabemos con precisión, pero no sabes el valor potencial que tiene eso para la biotecnología, para el tratamiento del cáncer o enfermedades de otro tipo, para nuevos tipos de nutrientes o nuevos tipos de usos económicos de la biodiversidad. O sea, tú no conoces tu patrimonio a nivel de recursos genéticos.
Yvonne: Pero queremos usarlos a corto plazo sin importar que se destruya.
No tiene sentido. Hay un valor de opción. El valor de cuasi opción es precisamente eso: como no tengo toda la información, pospongo la explotación, pospongo el uso en la medida en que puedo ganar información científica confiable que me permita saber qué es lo que tengo. Ese es el tipo de aproximación que hoy en día tienes que pensar cuando piensas en los recursos naturales. En resumen, puedes definir las áreas protegidas, los ecosistemas protegidos como reservas de información, lo que contienen, lo que guardan esa información, en esencia: información de genes, de paisajes. Tú tomas una planta de un ecosistema, la analizas y miras su patrón de crecimiento…. Lo que en esencia guardas cuando mantienes un espacio protegido es el conocimiento que está ahí, almacenado, en espera de ser aprovechado de forma más inteligente y racional. Por tanto, la pérdida de ese conocimiento es una pérdida de bienestar, una pérdida de valor económico potencial.
La investigación es solo una parte del problema porque al final no tienes todos los recursos del mundo para hacer todas las investigaciones que quieres hacer. Ni siquiera en Estados Unidos o Europa, donde te peleas por la financiación, escasísima que es. La investigación no es todo el problema. Otra parte tiene que ver con las políticas públicas, debidamente informadas; otra tiene que ver con el desarrollo local, y otra con el ordenamiento del territorio. Tienes que ordenar el territorio, planificar el territorio y al final la conjugación de políticas públicas bien informadas es lo que te permite generar el conocimiento y el manejo de tu entorno natural. La investigación nunca será la panacea, es una parte de la solución del problema, pero tienes que combinar esto con políticas públicas más eficientes y a veces ni siquiera con política. A veces es más importante el nivel de enforcement de la propia política: cómo yo implemento la política, cómo yo aseguro que efectivamente la política pública se está ejecutando. Eso pesa mucho más, inclusive, que la mera formulación de la política.
LD: Políticas informadas. ¿Cómo construyes políticas informadas?
No tienes que tener toda la ciencia del mundo para hacerlo, sino la información básica que te permita hacerlo. Lo ideal sería poder financiar ciencias cien por ciento, pero ningún país en el mundo lo hace. El gasto en ciencias en Estados Unidos es apenas el 4.5% de su PIB. Ellos quieren más. Ha bajado la financiación de forma dramática en ciencias sociales y humanas. Gran parte de la financiación hoy en día está enfocada a la ciencia dura, ciencias básicas, aplicadas e industrial. Las ciencias sociales y humanidades, que son fundamentales para entender esta dinámica del desarrollo, han disminuido drásticamente. Pero hay mecanismos. Hay un menú de recursos y técnicas de investigación que te permiten abordar la problemática. El reto es crear políticas informadas y utilizar herramientas de financiamiento relativamente bajo para poder crear esas políticas. Ya luego, la ciencia pesada, la ciencia dura que usas en biotecnología, en bioingeniería, en ecología, ya persigue otras finalidades, entre otras, la expansión de la frontera del conocimiento y aplicaciones económicas industriales. Eso requiere otro tipo de abordaje. Pero para las políticas públicas en desarrollo sostenible no tengo que gastar todo el dinero del mundo en investigación. Eso es un mito. Yo, con estudios prospectivos y estudios exploratorios que me permitan crear políticas informadas, doy ya un paso de avance importante. Esto no minimiza para nada la importancia de la investigación, todo lo contrario. Te apunta la necesidad de que en el mediano plazo puedas sustentar una corriente de financiamiento que te asegure financiación seria para las ciencias. Por otro lado, la otra cara de la moneda: la aplicación de la política. Ahí es donde nos quedamos mucho más cortos en el caso de República Dominicana. Si miras la legislación dominicana en áreas protegidas, tenemos una ley marco, leyes sectoriales… de todo. Tienes un marco jurídico que no tiene nada que envidiarle a cualquier marco legal en Brasil, Chile, Argentina o Costa Rica. Tienes el marco político y el marco real. ¿Qué es lo que hace falta? Cuando miras las brechas de financiamiento, la inversión por hectárea de áreas protegidas y la comparas con la región, ahí te das cuenta que hay una brecha enorme. En ese trabajo analizamos las brechas de financiamiento por hectárea, comparándola con lo que ocurre en la región (Centroamérica, Mesoamérica y el Caribe). Te das cuenta que el nivel de financiamiento que tienen las áreas protegidas dominicanas es tan bajo por hectárea que con lo que te encuentras es con un escenario básico de manejo.
Yvonne: Hay poco dinero para investigación pero hay muchas herramientas que ya tenemos. Los planes de manejo de las áreas protegidas, malos que buenos, están ahí, tienen la información básica y están basados en metodología de la Unión Internacional para Conservación de la Naturaleza (IUCN).
La inversión por hectárea ahora mismo en conservación en nuestro país es de aproximadamente unos tres dólares por hectárea protegida. Para alcanzar un escenario óptimo de manejo habría que llegar aproximadamente a 11 dólares por hectárea en la próxima década. Hay una brecha de financiamiento de nueve dólares aproximadamente por hectárea. ¿Qué significa eso? Que nuestras áreas protegidas, en la práctica, están desprovistas de infraestructura de conservación, o con vigilancia muy pobre. Ahí volvemos al enforcement, porque una parte del enforcement no es solamente la aplicación, sino también la continuidad de las políticas, y tú tienes rupturas institucionales acá que son episódicas, donde tienes siempre un comienzo nuevo cada cierto tiempo y la gente desconoce… ¿Dónde está, por ejemplo, toda la literatura gris que se ha generado en los últimos 10 o 15 años sobre áreas protegidas y planes de manejo?
Otro factor que no añade mucho a la resolución de todo esto es que se tiene la percepción a veces un poco extraña de que los recursos, bienes y servicios que proveen los ecosistemas son de costes cero. O sea, la naturaleza te los da y eso no cuesta nada. Pero oye, asegurar calidad de aire cuesta mucho dinero. Asegurar la captación de agua cuesta mucho dinero. Asegurar el mantenimiento de la diversidad biológica en un ecosistema requiere protección e inversión. No es verdad que los servicios ecosistémicos son de coste cero. Tienen un coste de producción. Hubo una inversión para construir esa represa y llevar esa agua donde el productor. Mantener esa infraestructura tiene un costo y hay que pagar ese coste. Porque al final se entiende que los servicios ecosistémicos son gratuitos, un don de la naturaleza. No. La naturaleza hace un esfuerzo para producir. Tú tienes recursos renovables, no renovables, continuos… Y esos recursos se producen a un coste a nivel de energía. Son los ciclos energéticos. Hay un campo muy interesante, que es la economía ecológica, no tanto la economía ambiental: la economía ecológica que te valora en términos de flujos de energía cuánta biomasa produce un sistema determinado a partir de la cantidad de energía que entra por metro cuadrado. Hay un coste energético en la producción. Es termodinámica básicamente lo que se aplica aquí. Esto es muy complicado, no es tan simple. No hay un coste cero en la naturaleza. Debes ser consciente de que hay un coste en la producción de esos bienes y servicios y que alguien tiene que pagar.
No es robarle a la naturaleza, debes ser consciente de que hay un coste en la producción de esos bienes y servicios y que alguien tiene que pagar.
Yvonne: Cuando Eladia usa la palabra ‘robar’ es porque si estás usufructuando un servicio estás privando a otras personas de su disfrute….
Has tocado un tema genial, que es la llamada tragedia de los comunes, que es como se conoce en Economía. La tragedia de los comunes es un fenómeno genial en recursos naturales y parte del principio de rivalidad. Todos tenemos una idea de lo que es un bien público. Un bien público tiene unos atributos que lo definen como tal. El primero de ellos es el libre acceso. O sea, una vez lo produces no puedes impedir que otra persona se beneficie de él. Un elemento muy ilustrativo es cuando iluminas una calle. Tú creas un bien público. Todo el que vive por ahí se va a beneficiar de que la calle esté iluminada. O, por ejemplo, cuando tienes la señal de televisión abierta, antigua, por antena, tu única restricción era comprar un televisor, una antena y captar la señal. Pero el telecable implica que tienes que conectarte a una señal privada para poder ver los canales. Ese es un bien privado. Tienes que pagar para poder conectarte. Para yo beneficiarme tengo que pagar. Ese es el primer atributo de un bien público: el libre acceso. El segundo atributo es la no rivalidad. ¿Qué significa eso? Por más cantidad que yo consuma del bien, no disminuyo su disponibilidad para que otros lo consuman. La luz que ilumina la calle va a estar disponible para todo el mundo y no se agota la cantidad del bien porque uno lo consuma. Ahora bien, en recursos naturales no se cumplen los principios de bienes públicos puros, si no de bienes cuasi puros, debido al principio de rivalidad. Cuanto tienes por ejemplo una tierra comunera (antiguamente, donde la gente llevaba a las vacas a pastar y a alimentarse), “el primer llegado, el primer servido”. Agotaste la disponibilidad para los otros. Se genera un conflicto entre los usuarios porque el bien no está igualmente disponible, pero mantiene el tributo de libre acceso. Hay un conflicto. Entonces, los recursos naturales tienen atributos de bienes cuasi públicos, no de bien público puro. En el caso del agua o del pasto, si alguien los consume o se aprovecha primero del recurso, tienes un problema de ordenamiento del recurso natural, y ahí entra toda la política pública de ordenamiento de recursos naturales. Cuando yo no tengo regulación, tengo incentivos para agotar la disponibilidad de los demás. Ahí entramos en la tragedia de los comunes. Por eso la regulación es tan importante en el comportamiento. Esa regulación viene dada por un marco legal, un marco institucional y a veces por un marco cultural, implícito, que no tiene que estar escrito pero que hay que cumplir para que ocurra. Por eso la capacidad que tienes de aplicar la legislación ambiental es tremendamente crítica, porque dado que se asume que los recursos naturales son de coste cero, hay un incentivo natural para su sobreexplotación y para promover la tragedia de los comunes. El caso del guaconejo es el típico ejemplo de tragedia de los comunes. No hay un incentivo por un problema de la aplicación, no porque no tengas la legislación que está diciendo con claridad cómo se regula el acceso, pero si no implementas la regulación generas una tragedia de los comunes. Valle Nuevo, el problema del agua, todo se reduce fundamentalmente a un tema de ordenamiento en el acceso a recursos que son de libre acceso pero que tienen rivalidad.
Hay un menú de opciones. En el libro exploramos ese menú de opciones de redistribución de renta. Nosotros subsidiamos a todo el turismo que llega a las áreas protegidas. Todo el turismo que llega a las áreas protegidas está subsidiado porque lo que pagas es realmente simbólico. Tú estás subsidiando el disfrute estético, el uso directo de un recurso natural. Hay que incrementar eso, tienes que bajar el subsidio público. Estás subsidiando el acceso al recurso natural y por tanto el incentivo de acceso es muy alto cuando puedes mejorar la demanda regulando precios. Aquí hacemos un ejercicio de estimación de necesidades precio-renta para estimar las tarifas óptimas para turistas nacionales e internacionales. Otra forma es redistribuir la carga y los beneficios. El tema de pago por servicios ecosistémicos aquí es fundamental. Tenemos a Punta Catalina. Emisiones de dióxido de carbono. Todo el movimiento ecologista, con razón, opuesto porque eso afecta el cumplimiento de los compromisos del país en el Acuerdo de París. Pero dado que tenemos la situación, ¿por qué no aprovechamos Punta Catalina y la hacemos neutral en emisiones?
Yvonne: Víctor plantea que quizá tenemos que aprovechar la oportunidad, cuando ya hemos metido la pata, porque si seguimos sin entender, sin tener información, vamos a seguir peor. Víctor tiene una visión positiva de que en lugar de machacar por el problema que ya se causó, como ya Punta Catalina está ahí, él propone cómo se puede manejar el tema.
LD. ¿Cuál es su propuesta? ¿Cómo se podrían neutralizar esas emisiones?
Bueno, igual tiene que ver con las propias áreas protegidas, con los propios servicios ecosistémicos. ¿Por qué no neutralizamos las emisiones con un programa intensivo de restauración ecológica? Puedes decir: cuántos árboles tengo que sembrar en la cuenca alta del Yaque del Norte que secuestren el carbono emitido, que mitiguen la sedimentación de las presas. Porque, qué resulta: construimos una represa cuya vida útil a los cinco o 10 años ya muere porque se sedimentó. ¿Qué sedimenta una presa, fundamentalmente? El arrastre de la capa vegetal por falta de protección. Mira el ciclo virtuoso que tú creas: yo reforesto cuencas medias y altas, restauro ecosistemas, disminuyo la tasa de sedimentación de las represas, estoy neutralizando emisiones porque secuestro dióxido de carbono emitido a la atmósfera, mejoro la cobertura forestal, reduzco la tasa de sedimentación, alimento la vida útil de una represa y hago que además sea más eficiente en producción energética.
Hay una dificultad que nunca se pondera aquí en el tema de pago por servicios ecosistémicos: los derechos de propiedad. Es la otra cara de la moneda. Pensando en términos de economía muy pura, un principio fundamental acá es el reconocimiento a mis derechos de propiedad sobre el suelo. Si yo soy un productor rural y tengo una superficie que usufructo, tenga o no un título de propiedad, pero que la he usufructuado por generaciones, la ley debe reconocer esa titularidad del derecho de usufructo.
En eso soy muy positivo. Tienes una sociedad de clase media urbana ya en República Dominicana. No solo en Santo Domingo, sino en las principales ciudades del país, gente que tiene una conciencia importante en el tema de medio ambiente. Aquí no hay ningún intento contra el medio ambiente que no se encuentre con la resistencia social. Hay una sociedad civil organizada, concienciada, que creo que ahora es mucho más sensible que décadas atrás sobre la importancia del medio ambiente y esos temas. El reto es cómo tú traduces todo esto en un menú de soluciones que se incorporen en la política pública. Y que al final esa política pública se pueda forzar adecuadamente. Ahí hay un reto de concepción: cómo implementamos las políticas públicas y cómo vemos las oportunidades. El cambio climático es un gran problema, pero es una oportunidad para nuevas tecnologías de mitigación, de adaptación. En una era del conocimiento, de la cuarta revolución industrial, de la innovación y el cambio tecnológico, el reto que tenemos es cómo incorporamos todo esto para generar soluciones que aseguren calidad de vida, bienestar, prosperidad. Porque la gente tiene que prosperar, tiene que vivir bien, tiene que tener oportunidad de desarrollo e inclusión. En la medida en que tú logras que una sociedad aumente su nivel de renta per cápita y disminuya la pobreza, en esa medida hay una disminución de la problemática ambiental.
LD. ¿Cómo traducimos el valor de los ecosistemas? ¿Cómo los reconozco?
La forma más directa y simple de verlo es por el flujo de bienes y servicios que se derivan de los ecosistemas protegidos. Y ese flujo de bienes y servicios los hemos cuantificado de forma preliminar, en el caso dominicano, que equivale aproximadamente al 4.2 % del PIB. Es decir, en torno a los 2,600 millones de dólares. ¿Cuál es la principal actividad de las zonas costeras? El turismo. ¿De qué vive el turismo? De calidad ambiental. ¿Qué garantiza la calidad ambiental en las zonas costeras? La estabilización de los ecosistemas costeros y marinos. Si no, se te deterioran las playas y tú pierdes competitividad turística. ¿Qué resulta cuando pierdes y se deterioran los ecosistemas de mangles en las zonas costeras, o se te mueren los arrecifes de coral? Se te deteriora todo el sistema de playas que utilizan los turistas que gastan millones de dólares en el país. ¿Cuántos empleos dependen de eso?
LD. ¿Y cómo se calcula ese valor? ¿Cómo lo hicieron?
Hay varias técnicas. Lo puedes hacer de forma directa e indirecta. Por ejemplo, el costo de viaje es una técnica para hacerlo. ¿Cuánto paga la gente por visitar ese lugar? Una función de producción. Puedes saber por ejemplo cuánta arena produce el ecosistema y cuál es el valor de restitución de ese ecosistema. Si tuvieras que comprarla, por ejemplo. Si ese ecosistema no existiera, ¿cuánto costaría construirlo? Hay cuatro grandes categorías de los servicios ecosistémicos: los servicios de provisión, de regulación, los culturales y los servicios de soporte. La pesca y la madera son servicios de provisión: vas, buscas y colectas. La polinización es un servicio de provisión. Aproximadamente, para que tengas una idea, en Estados Unidos entre el 15 y 30 % de toda la producción de alimentos depende de la polinización, de polinizadores. El 82 % de todos los servicios que ofrecen las áreas protegidas en el contexto dominicano es de provisión, incluyendo el suministro de agua para consumo humano, riego e hidroelectricidad. En regulación, un servicio fundamental es la asimilación de residuos, la descomposición. Imagínate la asimilación de desechos, el valor que tiene. Si la naturaleza no hiciera su trabajo de descomposición de materia orgánica y de asimilación de los desechos orgánicos, imagínate el daño ambiental que tendrías. Cuando la naturaleza no puede cumplir con esa función de asimilación, porque se satura la capacidad del ecosistema para degradar materia, se produce visiblemente lo que llamamos contaminación. Un servicio de soporte es la fotosíntesis. Y también la formación de suelo. El suelo se crea. ¿Y qué cuesta fabricar suelo? Cuando vas a un sotobosque, en un bosque tropical, esa materia que se degrada es suelo orgánico que está formándose.
Se puede avanzar. Yo consumo mucho las datas que genera el Banco Central a nivel de indicadores económicos y estadísticas económicas y te puedo decir que tienen el nivel de calidad para generar un piloto, simplemente desagregando la data de recursos naturales y de servicios asociados al consumo de recursos naturales. Aquí no hay un catálogo de cuentas específicas, pero se puede tirar un catálogo de cuentas sobre recursos naturales y medio ambiente que simplemente desagrega la data y la incorpora. Hace unos años era muy difícil, pero el nuevo catálogo de cuentas nacionales lo permite. Hay muchos vacíos de información, hay que identificarlos, saber dónde están y cuáles son y luego llenarlos apropiadamente. Hay un dato que me preocupa mucho, ya pensando en las áreas protegidas. A mis alumnos de Economía y Recursos Naturales les hago la misma precisión el primer día de clases: economía y ecología comparten la misma raíz en griego: oikos nomos es la administración de la casa, oikos logos es el conocimiento de la casa. No puedes administrar la casa si no conoces la casa. Ya de entrada ambos términos, ecología y economía, te están hablando de las dos dimensiones de la administración de la casa. Hay una dimensión que nunca se resalta del desarrollo sostenible y es la equidad intergeneracional. Siempre le recuerdo a la gente el informe Brundtland del 87. Me gusta recordarlo porque ese informe, la definición que da de desarrollo sostenible es básicamente una tasa interna de retorno. Te dice que es la capacidad que tienen las economías de satisfacer sus necesidades sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras. ¿Tengo yo derecho en el presente a consumir los bienes y servicios de mis nietos, sin dejarles la oportunidad para que ellos también disfruten al igual que yo de la belleza escénica, de la calidad del paisaje, agua y todo lo demás? La sostenibilidad no es solo conservación. En la esencia de la expresión sostenibilidad se encuentra el principio de equidad intergeneracional.
Me preocupa el tema de áreas protegidas porque en la actualidad, cuando miras la baja inversión en conservación que tenemos, menos de cuatro dólares por hectárea, es un tema dramático, y tenemos aproximadamente un millón 200 mil hectáreas protegidas. Bueno, un 42 % de la superficie de esas áreas está degrada, deteriorada en términos de calidad. Tú dices que tenemos un 25% de superficie terrestre protegida pero ahí entra un poquito lo que hablaba del manejo efectivo. Tienes escenarios de manejo, pero en el status quo que tenemos actualmente, no logro avanzar a un manejo efectivo porque tengo baja inversión en infraestructura de conservación. Por otro lado, para yo avanzar a un escenario óptimo, que sería el tercer escenario, eso implica una inversión importante en conservación, infraestructura y servicios en las áreas protegidas. Es un reto enorme para la sociedad dominicana.
Yvonne: ¿Hay que insistir en las cuentas nacionales de recursos naturales?
¿Les digo algo? Tener una cuenta de recursos naturales tampoco supone una gran ventaja estratégica, muchos países las tienen… El reto no es la cuenta de recursos naturales per sé, es cómo eso se articula con la política pública, porque las cuentas como tal tendrán el mismo efecto que tienen las leyes de conservación y áreas protegidas. La mayor utilidad de esto es entender que primero los recursos naturales y los servicios ecosistémicos no son de coste cero. Segundo, que para producir bienes y servicios ecosistémicos hay que invertir en la capacidad de los ecosistemas para regenerarse y para proveer servicios ecosistémicos. Nosotros modelamos en este trabajo varios escenarios: ¿qué pasaría si se degradan los ecosistemas y que pasaría si mejoramos la conservación en la contribución al PIB? Resulta que en la modelación que hicimos, en la simulación matemática, esa contribución fue pasando del 4 al 8 % del PIB si mejoramos la estructura de conservación. Pero si se mantiene el escenario actual, en unos años eso baja al 2 %. Eso significa que hay una degradación de la capacidad de los ecosistemas para proveer bienes y servicios. Al final, ¿para qué sirven las cuentas nacionales? Para asegurar que estamos entendiendo ese flujo de bienes y servicios que proveen los ecosistemas y que la inversión en su mantenimiento y conservación seguirá contribuyendo a mejorar la capacidad para seguir produciéndolos y al mismo tiempo para asegurar desarrollo sostenible. Yo no quiero perder competitividad turística, quiero crear más empleos, quiero atraer más inversión, no al revés, pero si yo degrado los ecosistemas costeros y marinos, de los que depende esta economía… no hay que ser un genio para entender cuál es el problema.
LD: Pero el desarrollo sostenible, en nuestro país, sigue viéndose como una especie de utopía…
Si queremos llegar a un equilibrio de desarrollo sostenible, tenemos que alcanzar un balance de políticas que permitan la conservación efectiva, el manejo efectivo de la biodiversidad, pero al mismo tiempo que aseguren el desarrollo y el bienestar de la sociedad dominicana. Porque yo quiero dominicanos más prósperos, más incluidos social y económicamente, no los quiero más pobres. Entonces hay que entender eso. ¿Queremos conservar? Hay que mejorar el ingreso per cápita, hay que mejorar las oportunidades de empleo, hay que mejorar la educación de la gente y eso no es gratuito, tampoco. Ahí hay un reto importante para entender que desarrollo no significa necesariamente que a nivel de las políticas estamos viendo una gran incompatibilidad. No. La economía y la conservación van de la mano. Son el reverso y el anverso de la misma moneda. Yo no puedo administrar una casa si no conozco la casa. Es el gran resumen de todo esto. Y para mí, es fundamental, como ciudadano de República Dominicana, asegurarme de que mis hijos, mis descendientes pero igual mis coetáneos, tengan la oportunidad de conocer y disfrutar los recursos naturales que tenemos como país, como sociedad. No es un bien exclusivo de nadie. Son bienes públicos. ¿Quién es el garante del bienestar y del problema de la tragedia de los comunes para evitar que se acreciente? El Estado a través de sus instituciones. Nosotros somos parte del Estado. Yo delego como ciudadano al Estado a través de los impuestos que pago, a que hagan un trabajo por mí.