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ENCUENTRO VERDE (1 DE 2)

¿Por qué República Dominicana no aprovecha todo el potencial de sus bosques?

El biólogo botánico Ricardo García conversa con Listín Diario sobre los beneficios de los bosques nublados dominicanos y de la cobertura boscosa vs la calidad de los bosques

La población dominicana desconoce el valor de sus áreas protegidas y de sus bosques nublados como zonas productoras de agua y espacio de conservación de su fauna y flora autóctonas. Desconoce, además, el potencial de sus bosques y sus aportes al medio ambiente, la medicina y la ciencia, así como los beneficios económicos que reportaría su gestión con criterio sostenible.

¿Por qué? “Porque las autoridades, al más alto nivel, no han estado lo suficientemente motivadas y orientadas a conocer el valor y las características de la biodiversidad de la República Dominicana. Es una gran verdad: ni orientadas ni motivadas”, dice el biólogo dominicano Ricardo García, director del Jardín Botánico Nacional (JBN).

Fruto de esa ignorancia, señala García, a veces se toman medidas que son terribles para un ecosistema y para el ambiente, como la destrucción de espacios de alto valor biológico o la agricultura en áreas protegidas.

Para el botánico, tampoco se valora en su justa medida el papel que juegan los biólogos, hidrólogos, químicos, geólogos y geógrafos como recursos humanos expertos en el manejo de los recursos naturales.

Al participar como invitado en el Encuentro Verde de Listín Diario, García lamentó que el país se esté perdiendo de los beneficios que reportan los bosques, entre ellos garantizar el suministro de madera, miel, frutas, plantas comestibles y ornamentales y de forraje “que nos harían menos dependientes de la importación de materia prima y productos procesados”.

“La gente tiene que ver de dónde vienen sus recursos y decidir qué le sale más económico, si conservar en buen estado la fuente original o hacer una gran inversión para luego limpiar el mismo recurso que se dañó aguas arribas. Son de los debates, de las cosas que la población tiene que ir incorporando en su conocimiento, en su día a día. Cosas como ¿de dónde viene el agua que consumo, qué está en la botellita o que llega a la llave de mi casa?”

En una isla donde la flora y la fauna evolucionaron juntas, si alguien entiende que hay que transformar todo en lugar de restaurar y esperar que se restaure, ocurre que se reforesta con especies que no tienen nada que ver con la historia natural del sitio, que es lo que se está haciendo, agrega la bióloga Yvonne Arias, coordinadora del Encuentro Verde, un espacio de reflexión sobre temas ambientales en alianza con la Fundación Propagas.

De acuerdo con el director del Jardín Botánico Nacional (JBN), uno de los desafíos del país en términos ambientales y económicos es cómo se va a garantizar la cantidad y calidad del agua que demanda y demandará una población creciente que además apuesta a un turismo ascendente.

La respuesta está en los bosques, y especialmente en los bosques muy húmedos y nublados, cuyo nombre les viene justamente por la gran cantidad de nubes y humedad que registran, que garantizan altos niveles de precipitación y por tanto los convierten en zonas de gran importancia hídrica. Ricardo García considera que la población no le da mucha importancia a estos temas porque desconoce la importancia de estos espacios o porque piensa que son temas que solo interesan a las personas de ciencias.

¿Y cuál es la importancia de estos bosques? En la medida en que el hombre ha ido avanzando en el conocimiento de la naturaleza, también ha ido aumentando la conciencia y cambiando las actitudes, sostiene García.

“Si nos remontáramos a cuando llegaron los europeos aquí, llegaban a un bosque y decían, bueno, ¿la importancia principal? La cantidad de madera que tiene este bosque para explotar. Pero a ellos no les preocupaba si ahí se producía una cantidad de agua que se retenía, que bajaba limpia y con calidad, porque no existía el problema que tenemos hoy de la agricultura practicada arriba, donde se introducen toneladas de químicos que luego los consume el que consume el líquido aguas abajo y que se refleja en la salud, en la erosión que reduce la vida útil de la presa, en la calidad del agua, en la reducción de la capacidad de producción y productividad de esas tierras altas donde se deforesta para hacer una cosecha que la primera puede ser medianamente buena y a la segunda ya no produce porque todo el suelo, la capa fértil, la arrastró la lluvia y ya está abajo, perdida la fertilidad”.

“Para el año 2003, se estimó una cobertura boscosa de 33% para la República Dominicana, con un 18% de bosque primario”, registra el atlas. En el 2016, la Fundación Moscoso Puello informaba que de acuerdo con un estudio realizado por el Departamento de Ciencias Geográficas la Universidad de Maryland, la cobertura boscosa dominicana había experimentado una pérdida equivalente a 1,536 kilómetros cuadrados entre los años 2000 y 2014. Con más de 30 años de estudios e investigaciones florísticas en los bosques dominicanos, García asegura que sí se ha perdido mucha cobertura boscosa. “Mi experiencia como botánico es que hemos perdido bosques primarios considerables en lugares como las sierras de Bahoruco y de Neiba y en la misma cordillera Central”. Aunque heridos, sostiene que sí quedan espacios con representaciones de bosques primarios en Loma Guaconejo, Ébano Verde, Las Neblinas y los parques Armando Bermúdez y José del Carmen Ramírez. También quedan bosques de galería primarios en muchos de los márgenes de ríos y arroyos, apunta García.

Un bosque secundario que va madurando y ha logrado una buena recuperación es el de Loma Novillero, en Villa Altagracia” y en la parte alta de Blanco, en la provincia Monseñor Nouel. En esas áreas caracterizadas por bosques latifoliados nublados (ubicados en zonas con elevaciones entre los 600 y los 2,300 metros sobre el nivel del mar) y latifoliados húmedos (entre los 300 y los 1500 metros sobre el nivel del mar); en esas zonas, comenta García, hay elementos propios de la flora que tienen que ser conservados, incluso propagados para restaurar aquellas áreas de bosque húmedo que han sido alteradas.

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