Europa

Rescatistas enfrentan francotiradores en carrera para sacar a ucranianos de zonas ocupadas anegadas

Un voluntario lleva en brazos a una mujer durante su evacuación desde la anegada localidad de Kardashynka, en la orilla izquierda del río Dniéper, en Jersón, Ucrania, el 9 de junio de 2023.(AP Foto/Evgeniy Maloletka)

Al final, Vitalii Shpalin recibía ayuda. A lo lejos, vio como la pequeña embarcación ucraniana de rescate atravesaba las aguas habían sumergido por completo el vecindario de este residente de 60 años tras el catastrófico derrumbe de una represa en el disputado sur del país.

Él y los demás embarcaron con suspiros de alivio, interrumpidos de pronto por el ruido de las balas.

Shpalin se agachó y una bala de rozó la espalda. Sintió que una le atravesaba el brazo y luego la pierna. Los rescatistas del bote pidieron refuerzos por radio. “Nuestro barco tiene fugas”, les escuchó decir Shpalin. Un anciano murió ante sus ojos — tenía los labios azules.

La embarcación, que trasladaba a civiles a lugares seguros en la ciudad de Jersón, al otro lado del río, había sido atacada por soldados rusos apostados en una casa cercana, de acuerdo con funcionarios ucranianos y testigos en el bote.

“(Los rusos) dejaron pasar a los botes que venían a rescatar a gente”, contó Shpalin. “Pero cuando estaban llenos de gente, comenzaban a disparar”.

Las masivas inundaciones causadas por la destrucción de la represa de Kajovka el 6 de junio han arrasado pueblos situados río abajo en ambas orillas del Dniéper, en la región de Jersón, que está en la línea del frente de la guerra. Rusia y Ucrania se acusan mutuamente de provocar el colapso.

En los caóticos primeros días tras el incidente, socorristas ucranianos en embarcaciones privadas prestaron ayuda clave a los desesperados civiles atrapados en zonas inundadas de la orilla oriental ocupada por Rusia, siempre que sus misiones podían sortear a los drones y francotiradores rivales.

Los barcos llevaban a voluntarios y militares sin uniforme desde zonas bajo dominio de Kiev en la orilla occidental para evacuar a quienes estaban varados en tejados, áticos y otras zonas elevadas.

Ahora, esa opción se está agotando. A medida que las aguas remiten, el lodo putrefacto obstaculiza cada vez más su tarea. Y los soldados rusos están regresando a la zona, reforzando el control.

Los relatos acerca de la ayuda rusa varían entre los sobrevivientes, pero muchos evacuados y residentes acusan a las autoridades de Moscú de hacer poco o nada para ayudar a los residentes desplazados. Algunos civiles contaron que, a veces, se obligaba a los desalojados a presentar pasaportes rusos para poder marcharse.

El Ministerio de Defensa de Rusia no respondió de inmediato a pedidos de comentarios de The Associated Press acerca de las acciones de sus autoridades en las zonas anegadas ocupadas, o sobre el ataque a la embarcación de rescate.

La AP habló con 10 familias rescatadas en la orilla este, además de con socorristas, funcionarios y víctimas heridas en esas misiones.

“La Federación Rusa no proporcionó nada. Ni ayuda, ni evacuación. Abandonaron a la gente para que lidiase sola con el desastre”, afirmó Yulia Valhe, evacuada desde la ciudad ocupada de Oleshky. “Tengo amigos que se quedaron allí, gente que conozco necesita ayuda. De momento no puedo hacer más que decirles ‘Aguanten’”.

Al menos 150 personas han sido rescatadas por Ucrania en zonas bajo control ruso en las arriesgadas operaciones de evacuación, indicó Oleksandr Tolokonnikov, vocero del gobierno de Kiev. Es una cifra pequeña comparada con las cerca de 2.750 personas auxiliadas en zonas inundadas en manos ucranianas.

La organización local Helping to Leave, que ayuda a huir a los ucranianos que viven bajo la ocupación del Kremlin, dijo que recibió pedidos de 3.000 personas en esa zona, según Dina Urich, responsable del departamento de evacuaciones de la ONG.

“Haremos todo lo que podamos, pero tampoco podemos exponer a nuestra gente al peligro”, indicó Tolokonnikov. “Los rusos siguen amenazándonos y cumplen sus amenazas disparando a la gente por la espalda”.

Olha, otra residente de Oleshky, dijo que había oído hablar de las misiones de rescate, pero no sabía cómo entrar en una lista. “Si hubiésemos podido, habríamos hecho lo mismo, pero no sabía cómo”, apuntó negándose a revelar su apellido por motivos de seguridad.

Los rescatistas han utilizado a menudo información proporcionada por los familiares de los atrapados. Los pilotos de drones militares han buscado a la gente y trazado rutas a través de las rápidas aguas cargadas de escombros, mientras navegaban alrededor de las posiciones de las tropas rusas.

También han repartido agua, comida y cigarrillos con una nota “de Santa Claus”.

Valerii Lobitskyi, un rescatista voluntario, contó que los bombardeos suelen abortar las misiones. Le han disparado una vez y en otra ocasión tuvo que cancelar una misión para sacar a una anciana tras encontrarse con un barco ruso.

Todos los civiles evacuados desde la orilla oriental contaban desgarradoras historias de supervivencia, de carreras para llegar a tierras más altas. Describieron los problemas iniciales en la mañana del 6 de junio. En cuestión de horas, el agua llegó a raudales, les cubrió los tobillos primero y, más tarde, sumergió pisos enteros.

En Oleshky, muchos residentes se trasladaron desde las afueras al centro, que está en una llanura elevada.

Valhe, que fue rescatada con su familia el 12 de junio, aseguró que sus vecinos y amigos trataron de salvar a la gente en ausencia de una operación de rescate oficial.

“Vi a soldados. Vi a trabajadores del FSB (Servicio Federal de Seguridad de Rusia), pero no a personal de rescate”, aseguró.

Un hombre mayor trató de escapar de la crecida subiéndose a un árbol. Pero el viento era demasiado fuerte. Valhe escuchó sus gritos de auxilio, pero sabía que si trataba de acercarse, moriría en la corriente.

El anciano le dijo: “Querida, quédate ahí, no me sigas”.

Vio cómo se ahogaba.

Shpalin contó que le mintió a los soldados rusos cuando intentaron llevarlo a otra zona. Había escuchado de otros que sí aceptaron la propuesta que solo los trasladaron a una localidad cercana y les dijeron que no podían ir más allá a menos que accediesen a obtener pasaportes rusos.

Le dijo a los soldados que no se podía marchar porque había perdido su documentación en la inundación. En realidad, la llevaba encima.

“No les creí”, recordó.

Cuando los socorristas ucranianos lo encontraron, estaba refugiado con otros civiles en una colina arenosa cerca de una cantera en la localidad de Kardashynka.

En el ataque en el que resultó herido el 11 de junio, tres civiles murieron y 10 sufrieron lesiones, como al menos dos policías más. Las autoridades de Jersón y el jefe de la oficina del presidente Volodymyr Zelenskyy dijeron que los soldados rusos efectuaron los disparos.

Imágenes tomadas por drones obtenidas por la AP muestran como se realizan disparos desde una casa de veraneo cercana mientras el barco de rescate pasa por un estuario. La autenticidad del video fue confirmada por Tolokonnikov.

Serhii, de 59 años, que también estaba siendo evacuado en el barco, dijo que vio a soldados rusos en el balcón de la vivienda. Gritaron algo — “muévanse” o “no se muevan” — y dispararon, agregó. Serhii, que no dio su apellido porque su familia sigue en territorio ocupado, se abalanzó sobre su esposa para protegerla.

Unos días más tarde, el Jersón, el ruido de la artillería resonaba de fondo mientras una de las víctimas, Vitalii Holodniak, de 46 años, era sepultado.

Su hermana, Svitlana Nosik, de 56, mostró su certificado de defunción: “Lugar de la muerte: río Dniéper, barco de evacuación”.

“No es así cómo esperaba recibir a mi hermano en Jersón”, manifestó.

Otra desalojada, Kateryna Krupych, dijo que al asomarse a la ventana el 7 de junio vio como el agua fangosa rodeaba su casa en la isla de Chaika, en la zona gris entre las líneas del frente. Las viviendas flotaban a su alrededor. Empacó las provisiones de su familia y se marcharon en barco, pero se separaron por el camino. Al final, todos fueron rescatados por los ucranianos.

Krupych contó que los ocho meses previos de ocupación rusa habían sido duros. Su familia sobrevivió gracias a la amabilidad de los vecinos que huyeron a la ciudad de Jersón. Le dijeron donde encontrar las llaves de repuesto de sus casas y los restos de comida que habían dejado atrás.

“Fue mentalmente difícil cuando (los rusos) entraron en nuestra isla, cuando nos aterrorizaron”, añadió. Las tropas pasaban frecuentemente por su casa, apuntó, presionándolos para que se marcharan.

Para Olha, que sigue en Oleshky, los costos del colapso de la represa siguen revelándose. Muchas casas se están derrumbando, indicó, y tiene problemas para encontrar agua potable y comida. Además, está el riesgo de las enfermedades transmitidas por el agua.

Además ”(los rusos”) pueden evacuar a la gente a la fuerza. Nos da miedo, no queremos ir a sus territorios”, dijo. “No queremos que nos olviden”.

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