Las memorias de la hija del rey

En enero del año pasado, Lisa Marie Presley falleció a los 54 años; meses antes había empezado a grabar sus memorias. Su hija Riley Keough las rescató y reconstruyó en el libro “Desde aquí a lo desconocido” (Plaza y Janés, 2024). Estas son unas memorias, contadas a dos voces, de la hija del rey del rock and roll, Elvis Presley; en ellas Lisa Marie cuenta su infancia en Graceland, la gran familia que vivía en la casa sureña de Memphis, que incluía abuelas y tías, sus viajes manejando el carro de golf y la relación que tenía con su padre.

Elvis era todo lo contrario a un padre autoritario, la pequeña Lisa Marie podía hacer lo que quisiera, a la hora que quisiera, era un alma libre, y lo único que buscaba era tener con esa aprobación paterna costara lo que costara.

Pero todo cambió de golpe el día que su padre cayó en el baño, ya se habían dado indicios de que algo no estaba bien, aunque ella a su corta edad no entendiera que era lo que pasaba en su casa.

“La idea que mi padre se muriera me tenía siempre preocupada. A veces veía que estaba ausente. A veces me lo encontraba desmayado”, recordaba y así desmayado lo vio la última vez, tirado en el suelo del gran baño. Ella tenía nueve años.

Ese trágico suceso la marcó para siempre, sobre todo dejar esa casa y volver con su madre con la que en ese entonces no tenía una buena relación. Ir de colegio en colegio, porque siempre había problemas. Llegar a casa y siempre estar sola, con las nanas y empleadas que cuidaban de ella, pero sola.

Lisa Marie recuerda episodios que la marcaron sobre abusos de parte de una de las parejas de su madre, cuando era una niña y que continuaron durante varios años. La violencia que vivían ella y su madre en casa y cómo empezó a buscar la cura a su soledad con novios cuando apenas era una adolescente.

Uno de ellos vendió la historia a una revista de corazón y eso implicó que ella dejara de confiar y creyera que la gente siempre se le acercaba por ser “la hija de”.

La pérdida, los abusos y la soledad le pasaron factura. Buscó respuestas en la Cienciología, pero el caos llegó a apoderarse de su vida, y la sombra de la adicción que había tenido su abuela paterna y su papá había llegado hasta ella. Cocaína, alcohol, marihuana, fueron el cóctel perfecto, hasta que pudo desengancharse temporalmente. Se enamoró nuevamente y fue madre. Riley llegó cuando ella tenía 21, después llegó su hijo Ben, su anhelo por poder cantar y su matrimonio (real) con Michael Jackson, y otros esposos más.

Su hija recuerda, con su voz, cosas que su madre no dejó en sus grabaciones, como las fiestas y las casas donde vivieron, idas al parque, la conexión especial con su hijo, la relación que siempre mantuvo con Danny Keough y sus recaídas, sobre todo la que tuvo después de haber tenido a sus gemelas y empezó a tomar pastillas por el dolor por la cesárea.