Las protestas en Kenia se empiezan a desinflar por el miedo a la violencia
Desde el pasado 18 de junio, los martes y los jueves han estado marcados en rojo en el calendario de los jóvenes kenianos de la generación Z
Las bolas de discoteca giran y la música sale a todo volumen por los altavoces de las tiendas de instrumentos de Moi Avenue, en pleno centro de Nairobi. Cualquiera diría que en este mismo lugar, hace apenas 48 horas, cientos de jóvenes coreaban "¡Ruto debe irse!" entre gases lacrimógenos e incluso alguna bala.
"¡Aquí no ha pasado nada! ¡Todo está bien!", grita a EFE un viandante, con sorna y un extraño orgullo por la camaleónica capacidad de su país de ser un día testigo del caos y la violencia en las calles y al siguiente retomar la normalidad como si, efectivamente, aquí no hubiera pasado nada.
Lo cierto es que lo parece: los comercios han levantado las persianas, los mototaxis esperan clientes en cada esquina, no se ven apenas adoquines arrancados del suelo y una ventana rota en una tienda de informática es una de las pocas cicatrices de las protestas en esta transitada avenida de la capital.
Desde el pasado 18 de junio, los martes y los jueves han estado marcados en rojo en el calendario de los jóvenes kenianos de la generación Z, que empezaron protestando contra un polémico proyecto de ley para subir los impuestos y, tras su retirada, continúan haciéndolo para pedir la dimisión del presidente, William Ruto.
Este jueves iba a ser otra de esas jornadas. Pero, tras las múltiples denuncias de infiltraciones de matones a sueldo en las protestas, la difusa organización de este movimiento sin líderes oficiales ha llamado en las últimas horas a la calma y a repensar su estrategia.
No quieren sumar ningún muerto más a los al menos 39 que han perdido la vida en todo el país debido a la violenta respuesta de la Policía durante las manifestaciones antigubernamentales, en su mayoría pacíficas.
Infiltrados violentos y asalto al Parlamento
"El Gobierno está contratando a personas para infiltrarse en las protestas con el fin de dar una imagen negativa. Por motivos de seguridad hemos decidido darles otro enfoque. Si hoy hubiéramos salido a las calles, se habrían producido más muertes", denuncia a EFE Elisha, de 26 años.
Él fue uno de los cientos que asaltaron el Parlamento el 25 de junio y, aunque sigue pidiendo la dimisión de Ruto y los suyos, cree que lo más prudente ahora mismo son las "protestas pasivas, como el boicot a algunos organismos y oficinas gubernamentales".
Mientras, los comerciantes del centro se muestran contentos de poder reabrir sus negocios los martes y los jueves sin miedo a destrozos y saqueos, aunque aseguran que están teniendo muchos menos clientes de lo normal.
"La gente no sabía qué iba a pasar hoy, si finalmente volvería a haber protestas o no", razona Gerald, que regenta una tienda de calzado bajo los soportales de Moi Avenue.
Una de las características de este movimiento es su incertidumbre, ya que no hay cabezas visibles que lancen convocatorias rotundas, sino que los jóvenes se organizan a través de infinidad de perfiles y grupos en las redes sociales.
Tal es el poder de internet en estas movilizaciones que Ruto ha accedido a debatir mañana con representantes de la generación Z en un 'espacio' de X, una especie de mesa redonda que cualquiera puede escuchar.
Gerald comparte el discurso de los jóvenes y también quiere que Ruto se vaya, pero pide "respeto" para los comerciantes, a los que un día de cierre les supone una gran pérdida.
Lo mismo opina Elizabeth (nombre ficticio), de 28 años y dueña de otra tienda en el centro de Nairobi: "Estoy de acuerdo con las protestas, siempre que no sean violentas", dice a EFE.
"Los clientes tienen miedo de venir porque ha habido robos. Los manifestantes no son los únicos que han salido a la calle; también ha habido matones", añade.
Confiesa que estos días ha tenido miedo de "perder el negocio" por los destrozos o por tener que cerrar muchos días y no poder pagar el "alto" alquiler de su local.
"Somos las generaciones más jóvenes quienes trabajamos en estos comercios. Si estropeamos o destruimos lo que tenemos ahora, ¿qué nos quedará después de las manifestaciones?", se pregunta, antes de subir la música de nuevo, como si aquí no hubiera pasado nada.