El turismo de masas, entre la aceptación económica y las primeras medidas para afrontarlo
En Portugal no ha habido grandes manifestaciones contra el turismo masivo, pero sí algunas protestas centradas en su impacto en la crisis de vivienda que afecta al país
El turismo es una de las principales actividades económicas mundiales y su aportación a la riqueza nacional es básica en numerosos países, aunque en varios de ellos se empiezan a escuchar voces en contra de la masificación.
Ruidos, aglomeraciones, exceso de instalaciones turísticas, expulsión de la población local del centro de ciudades muy visitadas, encarecimientos... la lista de quejas crece en los países más receptores de visitantes, tanto extranjeros como nacionales.
En Europea se barajan medidas contra los excesos, alimentadas por el rechazo que genera la masificación turística, mientras en América Latina la relación con el fenómeno varía significativamente entre países, dependiendo en gran medida de la importancia de esta actividad para sus economías.
Venecia, cobrar por entrar
Francia, España y Estados Unidos son los países que más turistas reciben, pero en el mundo hay lugares y ciudades especialmente masificados. Uno de ellos es Venecia.
La ciudad de los canales lleva un mes cobrando una entrada de 5 euros a los turistas, una iniciativa que está en fase de prueba y con la que el Ayuntamiento pretende reducir el turismo de masa que convirtió el lugar en un "parque de atracciones", según denuncian sus cada vez menos vecinos.
Los problemas del país líder
En Francia hay unas 800,000 viviendas transformadas para el alquiler turístico. El Senado ha aprobado recientemente un proyecto de ley para que los Ayuntamientos puedan regular mejor este sector si termina dañando el mercado de alquiler tradicional.
Los acantilados de Etretat (Normandía) o el Parque Nacional de Calanques (junto a Marsella) son algunos de los lugares que han limitado el número de visitantes o de zonas accesibles para evitar más daños ambientales por el exceso de turistas.
El auge asiático
Japón es uno de los países que están experimentando un auge turístico. La masificación acarrea rechazo hacia el comportamiento de ciertos colectivos y ha provocado medidas.
Así, Kioto ha prohibido el acceso a ciertas calles del barrio tradicional de Gion después de que los carteles que ha estado instalando en sus inmediaciones no hayan disuadido a los apodados como 'paparazzi de geishas' de cesar el acoso a estas profesionales, a las que persiguen para hacer fotografías.
En Fujikawaguchiko, en el centro del territorio, se han instalado lonas para cubrir una fotogénica vista del monte Fuji que causaba una excesiva afluencia de turistas.
En el Sudeste Asiático, donde el turismo es uno de los principales motores económicos, comienzan a brotar tímidas voces críticas por la llegada masiva de visitantes, si bien los diferentes gobiernos hasta el momento se han limitado a aplicar tasas de entrada.
La isla indonesia de Bali, con más de 5,2 millones de visitantes internacionales en 2023, aplica desde febrero un impuesto turístico de 150,000 rupias indonesias (unos 10 dólares) cuyos fondos se destinan a la preservación de la cultura local.
Tailandia, que alcanzó 28 millones de llegadas en 2023 y es el país más visitado de la región, considera además aplicar un impuesto a todas las llegadas, si bien el país todavía busca aumentar el número de visitantes, que antes de la pandemia rozó los 40 millones.
El monte Everest, recortar para sobrevivir
La creciente popularidad del Everest, y la preocupación por la masificación de montañeros en el pico más alto del mundo, con su carga de basura y daños ecológicos, ha conducido en los últimos años al Gobierno de Nepal a imponer medidas destinadas a poner freno a las colas hacia la cima y a los altos volúmenes de desperdicios generados.
Una de las principales consiste en elevar el precio del permiso de escalada para la cima del Everest a 15,000 dólares por persona para los extranjeros, un aumento de 4,000 dólares frente a los actuales que podría implementarse a partir de 2025.
Europa, del deseo alemán a la contención de los nórdicos
Hay países que quieren más turismo, y no solo los que tienen poca riqueza. En Alemania un estudio de 2023 del Instituto de Investigación en Turismo halló que su aceptación entre la población es alta y la mayoría de las localidades desearían atraer más visitantes.
Por el contrario, entre los nórdicos, el Gobierno noruego trabaja desde hace meses en una ley para introducir proyectos pilotos en varios municipios costeros que incluyan el pago de algún tipo de tarifa para los turistas.
Y en las Islas Feroe, territorio autónomo de Dinamarca, aprobaron hace unos días una ley que establece el pago de una tasa de 20 coronas danesas (unos 2,5 euros) diarias para acceder a las rutas de senderismo, con el objetivo de proteger el frágil ecosistema de este archipiélago noratlántico.
En Portugal no ha habido grandes manifestaciones contra el turismo masivo, pero sí algunas protestas centradas en su impacto en la crisis de vivienda que afecta al país, especialmente en ciudades como Lisboa y Oporto, donde en la última década han proliferado los alojamientos turísticos.
En el caso de España los problemas por la masificación del turismo, como el encarecimiento del alquiler de la vivienda ante la proliferación de apartamentos de uso turístico, llevaron el pasado abril a manifestarse a miles de personas en las islas Canarias, uno de los principales destinos en España.
El Gobierno español quiere limitar los alojamientos turísticos en zonas tensionadas. Todo ello con polémicas como en Sevilla, donde se plantea cerrar la Plaza de España, uno de sus principales reclamos turísticos y cobrar entrada a los visitantes, o la prohibición en San Sebastián de grupos de más de 25 turistas circulando por la ciudad con guías usando megáfonos.
Y en Grecia el comienzo de la temporada turística estival va a poner a prueba la ley que sanciona la ocupación ilegal de playas públicas y la destrucción del ecosistema natural por parte de bares.
La norma, aprobada en febrero, contempla multas de hasta 60,000 euros para los propietarios de locales que ocupen más área de playa de la que les ha sido concedida, una práctica común, especialmente en las islas más turísticas.
La variedad latinoamericana
En México, pese a la creciente actividad turística, las protestas contra la masificación no tienen gran relevancia a nivel nacional. Esto se debe en parte a la importancia del sector, que representa el 8,5% del producto interior bruto (PIB) del país.
En Brasil, destinos como Río de Janeiro y la Amazonía afrontan desafíos relacionados con el turismo masivo. En Río, los residentes locales se quejan del impacto en su calidad de vida y en la Amazonía el turismo sin regulación adecuada amenaza la biodiversidad y las comunidades indígenas.
Conocida por su enfoque en el ecoturismo, Costa Rica enfrenta tensiones por la afluencia masiva de gente a parques nacionales y reservas naturales, con sus problemas de conservación y sobrecarga de la infraestructura local, pese a los esfuerzos por mantener prácticas sostenibles. En Centroamérica existe coincidencia en que el objetivo es atraer turistas.
En la República Dominicana las comunidades costeras empiezan a expresar su preocupación por la presión sobre los ecosistemas y el desplazamiento de poblaciones locales debido al desarrollo de grandes resorts, pero la importancia del turismo en el PIB del país hace que estas voces no dominen el discurso público.
En Perú el impacto del turismo en sitios como Machu Picchu preocupa a residentes locales y conservacionistas. La creciente afluencia de turistas ha llevado a medidas para limitar el acceso y proteger el patrimonio cultural y natural.
Mientras, en Colombia hay división de opiniones entre quienes consideran que el sector contribuye significativamente a la economía, y los preocupados por la gentrificación y el impacto en las comunidades locales.
En ciudades como Buenos Aires, el turismo masivo ha sido recibido con menos resistencia en comparación con otros países pero en destinos chilenos como San Pedro de Atacama y la Patagonia hay tensiones por la presión sobre los recursos naturales y la infraestructura local.
En Uruguay el turismo de cruceros no ha causado problemas como en otros destinos. En Punta del Este se trabaja para que no confluyan más de dos o tres cruceros al mismo tiempo y no se ve necesario implementar tasas turísticas por ahora.