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"Ha pasado un año, pero el dolor no se va", dice el padre de una víctima del sismo de Turquía
Desde aquella sacudida del 6 de febrero de 2023, que dejó más de 53,500 fallecidos en Turquía y unos 6,000 en la vecina Siria, Hancer y su familia abandonaron su ciudad de Kahramanmaras e intentan rehacer su vida en Ankara.
La imagen de Mesut Hancer, con la mirada perdida y sujetando la mano de su hija muerta bajo los escombros, simboliza el dolor de las víctimas del sismo que devastó hace un año el sureste de Turquía.
Desde aquella sacudida del 6 de febrero de 2023, que dejó más de 53,500 fallecidos en Turquía y unos 6,000 en la vecina Siria, Hancer y su familia abandonaron su ciudad de Kahramanmaras e intentan rehacer su vida en Ankara.
La familia volverá a la zona del terremoto para conmemorar el primer aniversario y visitar la tumba de Irmak, que murió a los 15 años mientras dormía.
"Ha pasado un año. Pero el tiempo se detuvo para nosotros. Este dolor no se va. Nuestro ser más querido se fue", dice Hancer, en su salón, cuyos muros están recubiertos de fotografías y dibujos de su hija.
"No hay un instante en el que no pensemos en ella", cuenta llorando su madre, Gulseren Hancer.
La víspera del terremoto, Irmak visitó a su abuela para ver a sus primas, que venían de Estambul y la provincia de Hatay.
La chica insistió en quedarse a dormir, sin imaginar que los 22 edificios de ocho pisos del barrio de Ebrar en Kahramanmaras, donde vivía la abuela, iban prácticamente a derrumbarse todos esa noche en apenas unos segundos.
Mesut Hancer y su hijo Berkay, de 23 años, fueron rápidamente al lugar, pero ya sólo quedaban las ruinas que sepultaron a 1,400 personas.
Tuvieron que esperar a la madrugada para empezar a buscar a Irmak e intentar retirar los escombros con sus propias manos.
Sólo al día siguiente Hancer encontró su cuerpo sin vida, bajo el hormigón.
"Verla así me hizo tanto daño", recuerda.
Petrificado por el dolor, se sentó junto a los escombros y sujetó la mano de su hija muerta.
"Haz fotografías de mi hija"
No sabe cuánto tiempo pasó así hasta que vio al fotógrafo de la AFP Adem Altan.
"Haz fotografías de mi hija", le murmuró con la voz quebrada.
La imagen de este padre roto por el dolor dio la vuelta al mundo.
Un empresario de Ankara, conmovido por la historia, les ofreció una vivienda y propuso a Hancer, que antes era panadero, un trabajo en su cadena de televisión privada.
"También perdí a mi madre, mis hermanos y mis sobrinos en el sismo. Pero no hay nada comparable con enterrar a un hijo", explica. "Es un dolor indescriptible".
La barriada de Ebrar fue construida sobre un terreno inestable, con materiales de mala calidad, hasta tal punto que el hormigón utilizado se hacía pedazos con la mano, concluyó un informe de expertos judiciales.
Dos de los promotores que comparecieron a mediados de enero ante la justicia negaron cualquier responsabilidad.
Mesut Hancer no cree que se haga justicia.
"Ha pasado un año, uno de los promotores sigue huido. El terreno era el antiguo lecho de un río. Los que autorizaron la construcción también son responsables", insiste.
La familia no se ha presentado como parte civil, pensando que sería en vano.
"No hará que mi hija regrese", dice la madre.
Las asociaciones de víctimas critican que esos procesos sólo conciernen a los promotores, y no a los responsables políticos y funcionarios que concedían los permisos de construcción.
La familia Hancer viajará a Kahramanmaras el 6 de febrero, para visitar la tumba de Irmak.
"El cementerio donde descansa es ahora mi segunda casa", afirma su madre. "Siento como si me esperara ahí".