conflicto en ucrania
La falta de sueño bajo los ataques o alarmas, otra forma de tortura para los ucranianos
"Dormir es esencial para la salud. Y desde hace un mes, los habitantes de Kiev no duermen", afirma a EFE Andriy Gaidut, un empresario de la capital ucraniana.
La falta de sueño es una nueva forma de tortura para los ucranianos al cumplirse ya un mes de ataques rusos nocturnos con drones sobre la capital y otras ciudades, con ciudadanos que viajan a Leópolis para olvidarse aunque sea por un tiempo de la angustia del bombardeo.
"Dormir es esencial para la salud. Y desde hace un mes, los habitantes de Kiev no duermen", afirma a EFE Andriy Gaidut, un empresario de la capital ucraniana.
Gaidut y su mujer acaban de pasar una semana en la localidad de Slavske, en las montañas de la región de Leópolis. "Fuimos ahí simplemente a dormir. Nos habíamos literalmente olvidado de lo que significaba dormir más de 2 o 3 horas por la noche", explica este ciudadano.
No importa dónde se viva en Kiev: es casi imposible huir del ruido de los drones suicidas de fabricación iraní, los llamados "ciclomotores" por el rugido que emiten sus motores. O del de las explosiones que se producen cuando la defensa antiárea intercepta a drones o a misiles.
El matrimonio se escondía del peligro cada noche en el rellano de una escalera, fuera del apartamento, al sentir las alarmas aéreas. Notaban que estaban empezando a "perder la cabeza". La falta de sueño les hacía estar irritables, afectaba su capacidad de trabajo o simplemente de pensar con claridad, así como a su salud en general.
"Rusia está aterrorizando a la población civil de Kiev y de muchas otras partes de Ucrania. Muchos ciudadanos están traumatizados", subraya Gaidut.
Buscar cómo conciliar el sueño después de los ataques nocturnos es un tema habitual entre los ucranianos, sea en conversaciones o en chats en internet.
"Cuando me he despertado varias veces por las explosiones ya no puedo dormir si suenan las alarmas aéreas, ni siquiera en el pasillo, lejos de las ventanas", escribe Oksana Levytska, una madre primeriza de Kiev, pidiendo consejo a sus amigos.
"Deberías mudarte a Ucrania occidental, al menos temporalmente. No hay remedios contra las alarmas aéreas y las explosiones", sugiere una amiga.
Para muchos habitantes de Kiev, esta no es una opción, ya que están decididos a seguir con su existencia en la capital.
Oleksandr Bedryga, un maestro de escuela, dice que tuvo suerte de haber dormido durante un reciente ataque masivo con drones: "Había trabajado duro en el jardín. Me enteré de las explosiones luego, cuando me desperté, porque me lo contó mi mujer", explica a EFE.
Esta situación es rara, ya que Oleksandr y su esposa Olena se despiertan normalmente cada noche por las explosiones y los destellos. No bajan al refugio antiaéreo improvisado en el sótano.
Es un oficial retirado del ejército y afirma que nada les salvaría de un impacto directo, sino que quedarían sepultados bajo los escombros del edificio destruido.
Durante los ataques más violentos, el matrimonio sigue la regla de tener dos paredes entre ellos y la calle. Se refugian en su cuarto de baño sin ventanas, explica su hija Olga.
Oleksandr afirma que los efectos de la falta de sueño son palpables entre los alumnos y los docentes de la escuela donde trabaja. Los profesores siguen centrándose en el bienestar de sus alumnos e intentan calmarlos.
"Decir la verdad sobre el peligro e insistir en evitar el pánico es clave", afirma Oleksandr.
Andriy Gaidut elogia las defensas antiaéreas suministradas por los aliados para salvar vidas y afirma que el sufrimiento de los civiles es leve, comparado con el de los soldados en el frente, muchos de los cuales eran civiles hasta hace poco.
Aunque es la capital la que es atacada casi todas las noches, los habitantes de otras ciudades también sufren esa situación.
En las ciudades de primera línea, como en Jersón, la población lleva meses bajo los bombardeos. Otros, que viven en zonas donde los ataques son menos frecuentes, se despiertan en cuanto escuchan la alarma; siguen las noticias con ansiedad y se preocupan por quienes viven en las zonas más expuestas.
A pesar de las dificultades, hay quien recurre al humor para afrontar la situación. "Todavía no he aprendido a dormir durante las alarmas... Pero al menos ahora lo hago sin comer un bocadillo tras otro. Sin duda es un avance", escribe Kateryna Martynenko, de Kiev, en Facebook.