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El inmenso desafío de ser una persona trans en El Salvador

El partido del presidente Nayib Bukele controla el Congreso y no ha mostrado interés en legislar en favor de los derechos de la comunidad LGBTI, pero los activistas salvadoreños no dan la batalla por perdida.

Fabricio Chicas, un hombre transgénero, posa para una foto con su pareja Elizabeth López y sus mascotas en su casa en San Salvador, el 30 de abril de 2023.(AP Foto/Salvador Meléndez)

La escena se repite como un mal sueño del que Fabricio Chicas no logra despertar.

Él se detiene frente a la ventanilla y quien recibe su documento de identidad lo mira con recelo. Va del papel a su rostro y de su rostro al papel. ¿Es usted el de la foto? ¿Seguro? ¿Por qué leo un nombre de mujer y veo un hombre frente a mí?

El salvadoreño enfrenta al personal de bancos, hospitales y oficinas burocráticas como si su existencia ameritara un alegato: sí, señorita, ahí aparece un nombre femenino, pero en realidad soy un hombre transgénero de 49 años que va por la vida dando explicaciones incómodas porque no hay ley que me permita tramitar un carné que refleje quién soy.

La suya es una lucha que comparte todo hombre y mujer trans de El Salvador. En este país la historia no sólo se ha visto marcada por las pandillas, sino por un contexto conservador en el que la iglesia católica y evangélica tienen una amplia presencia, el aborto se penaliza sin excepciones y la legalización del matrimonio igualitario pareciera un anhelo irrealizable.

La Corte Suprema determinó en 2022 que la falta de condiciones para que alguien cambie su nombre por razones de identidad de género constituye un trato discriminatorio y ordenó a la Asamblea Legislativa emitir una reforma que facilite el trámite, pero el plazo venció hace tres meses y el organismo no cumplió.

Human Rights Watch (HRW) y agrupaciones salvadoreñas como Colectivo Alejandría y Generación Hombres Trans han reportado la omisión.

El partido del presidente Nayib Bukele controla el Congreso y no ha mostrado interés en legislar en favor de los derechos de la comunidad LGBTI, pero los activistas salvadoreños no dan la batalla por perdida.

COSTO SOCIAL

Algunos comparten sus historias de vida. Buscan acercamientos con políticos. Accionan ante los juzgados. Renuevan su paciencia y explican una y otra vez el costo social de ser un hombre o mujer trans.

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El mundo se estrella como un cristal irreparable cuando alguien dice: este cuerpo no es el mío y este nombre no es quien soy.

El rechazo se disfraza con matices y, en el caso de Fabricio, su mamá pensó que ceder lo haría sufrir y peligrar. Inicialmente aceptó comprarle ropa de varón y comenzó a llamarlo “mi niño”, pero Fabricio fue víctima de abuso a los nueve años y su madre sintió que para protegerlo de otros males habría que dar marcha atrás.

lA DEPRESIÓN

Así volvió la ropa de niña, el pelo largo, las trenzas. “Fue el acabose”, cuenta Fabricio. “Era la depresión; era no quiero vivir”.

A los 15 años, Fabricio conoció a un hombre trans que le habló de tratamientos hormonales que transformarían su cuerpo. También le dio un consejo: “quebrarse los pechos” con una plancha de ropa.

La presión del metal sobre su piel no evitó el crecimiento de sus senos pero sí le provocó hematomas, un dolor que apenas le permitía vestirse y una infección que lo mandó al hospital.

Asustada, su madre le hizo prometer que jamás volvería arriesgar su vida. Nada de inyecciones ni cambios corporales. “Dijo que me veía bien como lesbiana masculina, como el niño interno que era”.

Entonces Fabricio decidió lo que tantos otros trans: voy a crecer, voy a trabajar y me voy a ir.