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El salir de la casa es todo un riesgo para las mujeres

Brutalidad. Según una enviada de la ONU, los pandilleros violan a niños y niñas de apenas 10 años.

Una mujer que no quiso identificarse, de 36 años, envió a sus dos hijos a vivir con unos familiares en otra parte de la ciudad después de que su marido fuera secuestrado y asesinado. Más tarde, varios hombres la violaron en grupo y la obligaron a huir de su casa.  AP

Una mujer que no quiso identificarse, de 36 años, envió a sus dos hijos a vivir con unos familiares en otra parte de la ciudad después de que su marido fuera secuestrado y asesinado. Más tarde, varios hombres la violaron en grupo y la obligaron a huir de su casa. AP

Nadia acalla a una bebé de tres meses que llora envuelta en sus brazos y la besa suavemente en la frente. Tenía 19 años y no estaba lista para ser madre, pero la vida de la joven haitiana cambió el año pasado cuando caminaba a casa por las calles polvorientas de una zona controlada por pandillas en la capital de Haití.

Fue arrastrada al interior de un automóvil por varios hombres, que le vendaron los ojos y la secuestraron. Durante tres días, la golpearon, la hicieron pasar hambre y la violaron en grupo.

Meses después, supo que estaba embarazada. En un instante, se desvanecieron sus sueños de estudiar y ayudar económicamente a su familia.

Un conjunto tóxico de pandillas saquea la nación caribeña castigada por la crisis -secuestrando, extorsionando y desplazando a los civiles que ya no tienen nada más que dar- y utiliza cada vez más los cuerpos de las mujeres como armas en su guerra por el control. Las mujeres como Nadia viven con las consecuencias.

“Lo más difícil es que no tengo nada que darle”, dijo Nadia sobre su hija. “Tengo miedo porque a medida que crezca y pregunte por su padre, no sabré qué decirle... Pero tendré que explicarle que fui violada”.

Nombre supuesto

La mujer sólo usó el nombre de Nadia, que no es su nombre verdadero, para hablar con The Associated Press, que tiene la política de no identificar a las víctimas de violencia sexual.

Castigado desde hace mucho tiempo por la crisis -esastres naturales, agitación política, pobreza extrema y oleadas de cólera-, Haití se sumió en el caos en 2021, después del asesinato del presidente Jovenel Moïse.

La violencia sexual se ha utilizado durante mucho tiempo como un instrumento de guerra en todo el mundo, una forma bárbara de sembrar el terror en las comunidades y asegurar el control.

“Se están quedando sin herramientas para controlar a la gente”, explica Renata Segura, subdirectora para América Latina y el Caribe del International Crisis Group (Grupo Internacional de Crisis), una organización independiente que trabaja para evitar guerras y conflictos letales.

“Extorsionan, pero hay un límite al dinero que se puede extorsionar de personas que son realmente pobres. Esto es lo único que tienen que pueden imponer a la población”.

Ese miedo se ha extendido por todo Puerto Príncipe. Los padres dudan en enviar a sus hijos a la escuela, temerosos de que puedan ser secuestrados o violados por las bandas de delincuentes. Por la noche, las calles bulliciosas de la ciudad se vacían.

Salir de casa es un riesgo, sobre todo para las mujeres. También lo es huir: las pandillas utilizan la amenaza de violación para impedir que las comunidades abandonen las zonas que controlan.

Helen La Lime, enviada especial de la ONU en Haití, dijo a finales de enero al Consejo de Seguridad que las pandillas emplean la violencia sexual para “destruir el tejido social de las comunidades”, particularmente en zonas controladas por pandillas rivales.

Niños y niñas

Violan a niñas y niños desde los 10 años, afirmó.

Lo que empeora eso es la fuertemente baja cantidad de denuncias, lo que dificulta que cualquier autoridad comprenda el alcance total del daño. Las mujeres temen que las pandillas busquen vengarse de ellas y confían en la policía haitiana tan poco como en las pandillas.

El gobierno actual del país, que muchos consideran ilegítimo, declinó hablar sobre lo que hace para abordar el problema.

La ONU documentó 2,645 casos de violencia sexual en 2022, un aumento del 45% con respecto al año anterior. Esa cifra es apenas una fracción del número real de agresiones.

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