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La disparatada semana en el Congreso de Estados Unidos

La trama giró siempre en torno a la elección del líder de la Cámara de Representantes que, por primera vez en más de 160 años, requirió cuatro largas jornadas y 15 votaciones por el disenso en las filas republicanas.

Congreso de EEUU. Archivo / LD

Congreso de EEUU. Archivo / LD

Hollywood se quedó corto: el Congreso de Estados Unidos acaba de vivir una semana disparatada que comenzó como una comedia familiar, se convirtió en un drama de tintes burlescos, después en un thriller y finalmente concluyó con una escena que hizo contener el aliento la madrugada de este sábado.

La trama giró siempre en torno a la elección del líder de la Cámara de Representantes que, por primera vez en más de 160 años, requirió cuatro largas jornadas y 15 votaciones por el disenso en las filas republicanas.

El bebé y el perro

Todo empieza el martes en un ambiente festivo: los congresistas elegidos en los comicios de medio mandato de noviembre asumirán sus funciones por primera vez. Muchos han invitado a sus familiares que, desde el balcón, aplaudirán cuando presten juramento.

Pero el reglamento prevé que antes que nada, deben elegir a su líder, el "speaker" de la Cámara Baja. Todo apunta a que el republicano Kevin McCarthy obtendrá el cargo, pues su partido consiguió la mayoría en esta cámara.

Sin embargo, un puñado de legisladores del ala radical del partido conservador se niegan a darle su voto, acusándolo de ser demasiado timorato, poco solidario con Donald Trump, de encarnar el "sistema" o de no tener convicciones firmes.

Las votaciones se suceden pero nadie obtiene la mayoría necesaria. Las familias aprovechan para pasear por Washington. Algunos niños bajan al hemiciclo, se duermen allí, se aburren.

El demócrata Jimmy Gomez anda con su bebé de cuatro meses a cuestas. Suelta risas cómplices mientras vota con el pequeño Hodge colgado sobre su pecho.

Días después, la republicana Nancy Mace vota con su perra Libby bajo el brazo.

Palomitas y alcohol

A medida que transcurren las horas y los días, el ambiente se torna absurdo. Normalmente, las sesiones en la Cámara se rigen por reglas estrictas que obviamente prohíben los perros, pero también criticar a otro congresista, especular sobre sus motivaciones, abuchearlo...

Pero estas reglas deben adoptarse después del voto del "speaker". Aprovechando este vacío, los legisladores hacen lo que les da la gana.

La republicana Kat Cammack acusa a los demócratas de llevar "palomitas de maíz, mantas y alcohol" para disfrutar del espectáculo.

En medio de esta agitación, la secretaria Cheryl Johnson hace un esfuerzo por recordarles que su papel es hacer cumplir "el orden y el decoro hasta la elección del speaker". Con escaso éxito.

"¡Me encanta!", suelta la republicana rebelde Lauren Boebert, para quien este caos refleja una democracia sana.

Poco convencidos, un número cada vez mayor de legisladores muestra su exasperación con las votaciones, que ocurren mecánicamente una tras otra sin lograr su cometido: la demócrata Maxine Waters suspira largamente, los republicanos abandonan la sesión durante un discurso de su compañero de bancada, el alborotador Matt Gaetz.

Bullicio

En medio de la confusión, las negociaciones comienzan poco a poco a alimentar las especulaciones.

Las cámaras, excepcionalmente autorizadas para grabar en cualquier rincón, captan a la izquierdista Alexandria Ocasio-Cortez sosteniendo una dura discusión con el republicano Paul Gosar. En 2021, él había publicado un video animado que lo mostraba matándola. Esta vez, indaga sobre la estrategia de los demócratas.

El republicano George Santos, desairado el martes por sus pares porque mintió en su currículum durante su campaña, está aprovechando este clima de bullicio y charloteo para salir de su aislamiento.

La mañana del viernes, tras una noche de negociaciones, varios republicanos rezan al pie del podio con la esperanza de que la situación se desbloquee.

Cuando se reanuda la sesión, Kevin McCarthy se mueve entre bastidores. No cesa de ir y venir de las galerías adyacentes al hemiciclo, donde sostiene conversaciones. Sus esfuerzos parecen estar dando los primeros frutos: una quincena de los republicanos disidentes decide apoyarlo.

A media tarde se levanta la sesión, le falta solo un puñado de votos. Se reanuda tarde en la noche. McCarthy se muestra optimista.

La decepción es evidente cuando una decimocuarta votación fracasa por un voto. Los ánimos se caldean y se precipita hacia los asientos de los rebeldes, antes de recuperar la compostura y abogar por una nueva votación.

"Una vez más, una vez más", reclaman sus seguidores, decididos a ganar esta guerra de desgaste.

Esta vez será la definitiva: los rebeldes se abstienen, lo que automáticamente basta para otorgarle el cargo.

Es pasada la medianoche y estallan los aplausos.

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