Caso Griner revela el dilema de EEUU al liberar detenidos
Un narcotraficante talibán declarado culpable de una enorme conspiración para el contrabando de heroína. Un piloto ruso encarcelado por su plan de distribuir cocaína por todo el mundo. Y un traficante de armas ruso tan tristemente célebre que se ganó el apodo de “mercader de la muerte”. Esos son sólo algunos de los delincuentes convictos que el gobierno de Estados Unidos acordó liberar en el último año a cambio de asegurar la liberación de varios estadounidenses detenidos en otras naciones.
Desde hace tiempo se considera que Estados Unidos corre el riesgo de incentivar más secuestros al aceptar negociar con países hostiles y grupos extremistas a cambio de la puesta en libertad de ciudadanos estadounidenses. Pero la sucesión de canjes ha puesto de manifiesto la voluntad del gobierno del presidente Joe Biden de liberar a un delincuente condenado, antaño percibido como una amenaza para la sociedad, si con ello consigue traer de vuelta a Estados Unidos a un ciudadano norteamericano.
El último intercambio se produjo el 8 de diciembre, cuando la estrella de la WNBA Brittney Griner —dos veces medallista de oro olímpica que jugó basquetbol profesional en Rusia y quien era sin duda la estadounidense más destacada retenida en el extranjero— fue liberada a cambio del traficante de armas ruso Viktor Bout.
El intercambio de prisioneros generó algunas críticas, incluso de legisladores republicanos, al generar extrañeza de que Bout —quien fue juzgado y condenado en tribunales estadounidenses—, fuera cambiado por alguien que Estados Unidos consideraba una persona detenida injustamente y condenada en Rusia por un delito relativamente menor.
Los funcionarios del gobierno de Biden han reconocido que tales acuerdos tienen un precio muy alto y advirtieron contra la percepción de que sean la nueva norma, pero la realidad es que tales acuerdos ya han sido una herramienta de gobiernos estadounidenses anteriores y de ambos partidos políticos.
El gobierno del entonces presidente Donald Trump, visto como más dispuesto a evadir las convenciones en asuntos de rehenes, trajo de vuelta a Estados Unidos al veterano de la Armada Michael White en 2020 gracias a un acuerdo que liberó a un médico iraní estadounidense y le permitió regresar a Irán.
El gobierno de Barack Obama perdonó o retiró los cargos contra siete iraníes en un intercambio de prisioneros relacionado con un acuerdo nuclear internacional con el gobierno de Teherán. Tres cubanos encarcelados fueron enviados a casa en 2014 luego de que La Habana liberó al estadounidense Alan Gross, después de cinco años de prisión.
Jon Franks, quien desde hace tiempo asesora a familias de rehenes y detenidos estadounidenses, aseguró que no es cierto que Estados Unidos pueda simplemente desplegar su poderío y conseguir la puesta en libertad de personas.
“El mantra de la presión máxima no funciona y, por cierto, no creo que los intercambios de prisioneros reduzcan la presión máxima”, declaró Franks, portavoz de la campaña Bring Our Families Home (“Traigamos a nuestras familias a casa”).
Griner fue detenida en un aeropuerto de Moscú en febrero después de que los agentes aduanales dijeran que ella portaba recipientes de vaporizador con aceite de cannabis. El traficante Bout, quien fue arrestado en 2008, fue sentenciado en 2012 a 25 años de prisión por cargos de conspiración para vender decenas de millones de dólares en armas que, según funcionarios estadounidenses, se usarían contra estadounidenses.
Tal canje destaca una tendencia en los últimos años de norteamericanos detenidos en otras naciones y tomados como rehenes, no por grupos terroristas sino por gobiernos que buscan presionar a Estados Unidos, advirtió Dani Gilbert, becaria en el Dartmouth College para estudiar la política exterior y seguridad internacional de Estados Unidos.
Gilbert advirtió que la idea de que Estados Unidos no negocia a cambio de liberar rehenes es “inapropiada”. Agregó que en realidad esa política sólo se aplica cuando un estadounidense está retenido por una organización designada por Estados Unidos como terrorista, y que, por lo demás, Estados Unidos ha hecho históricamente lo que sea necesario para devolver a sus ciudadanos a casa.
Lo que es sí diferente, añadió, es que durante aproximadamente la última década ha habido una tendencia de otros gobiernos —a diferencia de los grupos terroristas— a detener estadounidenses en el extranjero, a menudo con cargos falsos. Recalcó que en julio, Washington introdujo un nuevo indicador de riesgo en sus advertencias de viaje: una “D”, para países que tienden a detener indebidamente a los norteamericanos.
“En la actualidad, hay alrededor de cuatro decenas de estadounidenses que se consideran detenidos injustamente, lo que los coloca en esta categoría esencialmente de ser retenidos injusta o ilegalmente por un gobierno extranjero, tal vez para tratar de ejercer presión”, recalcó. “Esos casos realmente han ido en aumento en los últimos años”.
Gilbert admitió temer que los canjes como el de Griner-Bout alienten a otros gobiernos autoritarios a usar tácticas similares.
Durante una ceremonia el jueves para celebrar la liberación de Griner, el presidente Joe Biden instó a los estadounidenses a tomar precauciones antes de viajar al extranjero.
“También queremos evitar que más familias estadounidenses sufran este dolor y separación”, explicó.
Bout se ganó el apodo de “mercader de la muerte” por supuestamente suministrar armas para varias guerras civiles en América del Sur, Medio Oriente y África.
Sin embargo, Shira A. Scheindlin, la ex jueza federal que pronunció la condena contra Bout, declaró que, si bien este tenía antecedentes como traficante internacional que vendía armas a gente sospechosa, en el momento de su detención gracias a una operación encubierta de Estados Unidos parecía haber abandonado el negocio.
“No estamos hablando de alguien que en ese momento de su carrera estaba vendiendo armas activamente a los terroristas”, admitió.
Durante una entrevista después de la liberación de Bout, Scheindlin dijo creer que el tiempo que él ya había pasado tras las rejas había sido un castigo adecuado. Agregó que siempre pensó que la condena contra Bout fue demasiado larga y que le habría dado una pena menor si ella no hubiera estado confinada por los mínimos obligatorios legales.
El caso de Griner ha generado dudas sobre si en realidad fueron su celebridad y la presión pública lo que generó tanta presión sobre el gobierno de Biden para hacer un trato que no ha hecho en otros casos. Del intercambio de prisioneros quedó fuera Paul Whelan, un ejecutivo de seguridad corporativa de Michigan que viajaba regularmente a Rusia hasta que fue detenido en Moscú en diciembre de 2018 y condenado por lo que el gobierno de Estados Unidos considera cargos infundados de espionaje.
Jared Genser, un abogado de Washington que representa a la familia de Siamak Namazi, quien ha estado detenido en Irán desde 2015, dijo que la celebridad de Griner indudablemente le dio a sus seguidores acceso a los niveles más altos del poder estadounidense de una manera que pocos tienen. Eso también mostró a Vladimir Putin cuán “desesperadamente el presidente quería sacar” a Griner, comentó Genser.
Los ciudadanos estadounidenses han sido detenidos desde hace años en otras partes del mundo.
El disidente saudí Ali al-Ahmed, que dirige el Gulf Institute, con sede en Washington, tiene un primo que fue detenido en Arabia Saudí en 2019 y fue liberado a principios de este año, pero que todavía no puede salir del país. Al-Ahmed trabaja para ayudar a otras familias con seres queridos detenidos en ese rico reino petrolero del Golfo. Dijo que los detenidos como su primo no tienen la celebridad de alguien como Griner, y siente que el gobierno estadounidense no les presta suficiente atención.
“No deberían favorecer a los estadounidenses de ciertos antecedentes sobre otros estadounidenses”, añadió. “Aquí no ha habido igualdad”.
La familia de otro estadounidense detenido en el extranjero, Austin Tice, también expresó su frustración en un comunicado el jueves. Si bien la familia dijo estar feliz de que Griner haya sido liberada, estaban “extremadamente decepcionados” por la falta de progreso del gobierno norteamericano en el caso de Tice, quien desapareció en Siria en 2012. Washington cree que las autoridades sirias tienen retenido a Tice, pero ellas lo niegan.
“Si el gobierno de Estados Unidos puede trabajar con Rusia, no hay excusa para no involucrarse directamente con Siria”, señaló el comunicado. “Si Dios quiere, Austin no pasará otra Navidad solo en cautiverio”.