Europa

El papa ausente en la misa del Miércoles de Ceniza por un dolor de rodilla

Archivo LD

El papa Francisco no participó hoy en la misa del Miércoles de Ceniza, inicio de la Cuaresma para los católicos, debido a un dolor en la rodilla, pero Pietro Parolini leyó la homilía que envió el pontífice, en la que alertó de "la enfermedad de la apariencia" y la mundanidad.

El pontífice, de 85 años, había anunciado el viernes que no podría participar en este rito por una gonalgia aguda, un dolor de rodilla de tipo reumático, razón por la que el médico le había recomendado reposo y que le obligó también a cancelar un viaje a Florencia (norte) el pasado domingo.

Francisco sí que participó esta mañana en la audiencia general de los miércoles con los fieles en el Aula Pablo VI, que presidió sentado, aunque al entrar se le vio cojear, y al término de la catequesis saludó a algunos asistentes de pie.

Por la tarde no presidió la misa del Miércoles de Ceniza, que se celebra en la basílica romana de Santa Sabina, y en la que además es necesario procesionar desde la cercana iglesia de San Anselmo, ambas en la colina del Aventino.

No obstante el secretario de Estado, Pietro Parolini, presidió el rito y leyó la homilia preparada por el papa, en la que explicó que la ceniza impuesta en la frente de los fieles es un recordatorio de la "caducidad de la condición humana".

Esta reflexión, señaló el pontífice, es "como una medicina amarga pero eficaz para curar la enfermedad de la apariencia", un mal que "esclaviza a la persona, llevándola a depender de la admiración de los demás".

"La ceniza saca a la luz la nada que se esconde detrás de la búsqueda frenética de recompensas mundanas, nos recuerdan que la mundanidad es como el polvo, que un poco de viento es suficiente para llevársela", avisó.

Para ello, Francisco recomendó oración, caridad y ayuno. Esta última práctica, sostuvo, "no es una dieta" sino que sirve para liberar a las personas de "la autorreferencialidad de la búsqueda obsesiva del bienestar físico".

El año pasado esta eucaristía tuvo que celebrarse en la basílica de San Pedro del Vaticano por la pandemia, en vez de en la iglesia de Santa Sabina en el Aventino.