EE.UU.

Nuevas redes sociales ofrecen refugio a la extrema derecha

A Philip Anderson no le gusta que las redes sociales intervengan en lo que él publica en línea. Sus publicaciones conservadoras han hecho que fuera expulsado de Facebook, Twitter y YouTube. Hace dos años, Anderson organizó una protesta por la “libertad de expresión” contra las grandes empresas tecnológicas. Un manifestante contrario le rompió los dientes.

Paradójicamente, el propio Anderson, quien es negro, sintió repulsión por algunas de las cosas que vio en Gab, una plataforma de redes sociales que se ha vuelto popular entre los partidarios del expresidente Donald Trump. Ha visto imágenes nazis, insultos racistas y otro contenido extremo que va mucho más allá de lo permitido en las principales plataformas de redes sociales.

“Si quieres que Gab tenga éxito, entonces hay que hacer algo”, escribió Anderson en una publicación reciente en Gab. “Están destruyendo a Gab y ahuyentando a todas las personas influyentes que harían crecer la plataforma”.

Las respuestas fueron predecibles: más imágenes nazis y vulgares insultos raciales. “Regresa a África”, escribió una mujer con una esvástica en su perfil.

Un año después de que Facebook, Twitter y YouTube vetaran a Trump, una gran variedad de nuevas plataformas ha atraído a los conservadores con promesas de un refugio seguro libre de lo que perciben como censura. Si bien estas plataformas en ciernes están montando una competencia ideológica frente a sus contrapartes dominantes, también se han convertido en refugios para la desinformación y el odio. A algunos expertos les preocupa que alimenten el extremismo y los llamados a la violencia, incluso si nunca replican el éxito de las principales redes sociales.

La firma de análisis de apps SensorTower calcula que la aplicación de Parler se ha descargado alrededor de 11,3 millones de veces en todo el mundo en las tiendas de aplicaciones de Google y Apple, mientras que Gettr ha alcanzado aproximadamente 6,5 millones. Ese crecimiento ha sido desigual. Parler se lanzó en agosto de 2018, pero no comenzó a recuperarse hasta 2020. Obtuvo la mayor cantidad de instalaciones mensuales en noviembre de 2020, cuando alcanzó los 5,6 millones.

Aunque las nuevas plataformas pueden ser buenas para la elección del consumidor, plantean problemas si difunden información errónea y dañina o discursos de odio, advirtió Alexandra Cirone, una profesora de la Universidad de Cornell que estudia el efecto de la información falsa en el gobierno.

“Si las plataformas de extrema derecha se están convirtiendo en un lugar para coordinar actividades ilegales, por ejemplo, el asalto del Capitolio, este es un problema importante”, afirmó, en referencia a la revuelta violenta y letal del 6 de enero de 2021.

Las falsedades sobre las elecciones de 2020 alimentaron el ataque contra el Capitolio. Las investigaciones muestran que los grupos de extrema derecha están aprovechando las llamadas teorías de conspiración de COVID-19 para expandir su audiencia.

Mientras que Facebook y Twitter atienden a una audiencia general diversa, las plataformas de extrema derecha atienden a una porción más pequeña de la población. La moderación laxa o inexistente que anuncian también puede crear entornos de “invernadero” o cajas de resonancia donde los participantes se retroalimentan entre sí y donde florece el spam, el discurso de odio y la información errónea dañina.

Gab se lanzó en 2016 y ahora afirma tener 15 millones de visitantes mensuales, aunque ese número no se pudo verificar de forma independiente. El servicio dice que vio un gran aumento en las suscripciones después de los disturbios del 6 de enero de 2021, que llevaron a Facebook, Twitter y YouTube a tomar medidas enérgicas contra Trump y otros que, según dijeron, incitaron a la violencia.

En comparación, Facebook tiene 2.900 millones de usuarios mensuales y 211 millones de personas usan Twitter diariamente.

“Toleramos el discurso ‘ofensivo’ pero legal”, escribió recientemente el creador de Gab, Andrew Torba, en un correo electrónico a sus suscriptores. “Creemos que una política de moderación que se adhiere a la Primera Enmienda, permitiendo así que el contenido ofensivo salga a la superficie, es una utilidad valiosa y necesaria para la sociedad”.

La Primera Enmienda a la Constitución de Estados Unidos garantiza los derechos de libre expresión y de acción, considerados fundamentales para un gobierno democrático. Estos derechos incluyen la libertad de expresión, la libertad de prensa, la libertad de reunión y la libertad de religión.

Es fácil encontrar contenido ofensivo en Gab. Una búsqueda arroja nombres de usuario con epítetos raciales, así como diatribas antisemitas, fantasías neonazis y diatribas homofóbicas.

¿Quiere buscar miembros de grupos de extrema derecha como los Proud Boys? Están en Gab. También está la congresista de Georgia expulsada de Twitter luego de difundir información errónea sobre el COVID-19. Steve Bannon, expulsado de Twitter por sugerir la decapitación del doctor Anthony Fauci, tiene 72.000 seguidores en Gab.

Torba escribió en un correo electrónico a The Associated Press que prevé que Gab algún día será “la columna vertebral de la libertad de expresión de los consumidores en Internet” y rivalizará con Facebook y Google.

Gettr, una red más reciente, busca un producto un poco más moderado. Dirigido por el exasesor principal de Trump, Jason Miller, Gettr se lanzó en julio y ahora tiene 4,5 millones de usuarios. Si bien la plataforma está dominada actualmente por las voces conservadoras, Miller dijo que está abierta a todos los puntos de vista.

El sitio prohíbe los epítetos raciales y religiosos y las amenazas violentas. No obstante, una búsqueda rápida revela un usuario cuyo nombre incluye una palabra ofensiva para la población negra, así como contenido pronazi. “Hitler tenía algunos puntos muy buenos”, se lee en una publicación.

La creciente base de usuarios de Gettr en Brasil incluye al presidente Jair Bolsonaro, quien ha sido citado por Facebook por haber violado las reglas de la plataforma con respecto a la información errónea sobre el COVID-19 y el uso de cuentas falsas.

“Creo que hay mucho espacio para todas nuestras plataformas”, expresó Miller cuando se le preguntó acerca de la competencia con otros sitios nuevos. “Se trata mucho más de quitarle participación de mercado a Facebook y Twitter que de competir entre nosotros”.

Otra plataforma popular entre los partidarios de Trump es Telegram, que tiene una amplia base de usuarios a nivel mundial. Trump ha dicho que planea lanzar su propia plataforma de redes sociales.

No hay indicios de que los usuarios de extrema derecha hayan abandonado Facebook o Twitter en masa. Los usuarios pueden mantener su antigua cuenta de Facebook para mantenerse conectados con amigos mientras usan Telegram o Parler para contenido no controlado.

“Así que ahora las empresas de redes sociales compiten efectivamente por el tiempo de pantalla entre los usuarios”, comentó Cirone, el profesor de Cornell.

Anderson, quien es partidario de la organización Texas Trump, dijo que no sabe por qué lo echaron de Facebook y Twitter. Él estaba fuera del Capitolio durante el ataque del 6 de enero de 2021 y ha apoyado al grupo extremista Proud Boys. Twitter se negó a comentar públicamente sobre Anderson. Facebook no respondió a los mensajes dejados por la AP en busca de comentarios.

Si bien Facebook, YouTube y Twitter han tomado medidas para eliminar material extremista, Cirone dijo que algunos grupos aún logran eludir las medidas para moderar los contenidos. Y como reveló la denunciante de Facebook, Frances Haugen, en documentos internos filtrados el año pasado, la compañía ha tenido problemas para moderar el contenido en idiomas distintos del inglés.

La moderación del contenido también tiene límites.

“El contenido viajará y las ideas evolucionarán. La moderación del contenido tiene consecuencias políticas”, comentó Wayne Weiai Xu, experto en desinformación y redes sociales de la Universidad de Massachusetts Amherst. “Juega directamente con el tema de conversación de la extrema derecha de que la gran tecnología está censurando el discurso y que la élite liberal está obligando a todos a la llamada ‘cultura de cancelación’”.